En una noche de luna llena científicos y voluntarios recorren una playa de la bahía de Delaware para observar los “cangrejos herradura” en Estados Unidos, que desovan en la costa este entre finales de la primavera y principios del verano.
A medida que camina hacia la orilla, el grupo coloca un marco de medición en la arena para estimar cuántos hay y endereza a los que tiró la marea.
Con su caparazón en forma de casco, una larga cola puntiaguda y cinco pares de patas, estos cangrejos herradura o límulos son unos animales marinos extraños pero vitales para la seguridad de las vacunas.
Su sangre azul brillante, que se coagula en presencia de compuestos bacterianos dañinos llamados endotoxinas, es esencial para probar la seguridad de los productos biomédicos desde la década de 1970, cuando se ha dejado de hacer pruebas en conejos.
“Es fácil quedarse prendado por ellos, una vez que los entiendes”, cuenta Laurel Sullivan, que trabaja para el gobierno estatal para dar a conocer los invertebrados.
“No son una amenaza en absoluto. Simplemente se pasan el día tratando de hacer la mayor cantidad posible de cangrejos herradura”.
Durante 450 millones de años, estas criaturas han colonizado los océanos del planeta. Han sido testigos de la aparición y desaparición de los dinosaurios y de cómo los primeros peces se transformaban en animales terrestres y después en humanos.
Hoy, sin embargo, estos “fósiles vivientes” son una especie vulnerable en Estados Unidos y en peligro de extinción en Asia debido a la reducción de su hábitat, su sobreexplotación con fines alimentarios y su uso como cebo o por la industria farmacéutica, un sector de gran crecimiento desde la pandemia de COVID-19.
Reclutar “científicos ciudadanos” ayuda a involucrar a la población intensificando los esfuerzos de recopilación de datos del gobierno, explica Taylor Beck, un experto en medioambiente.
Función ecológica
El término “cangrejo” es inadecuado para estos animales, más cercanos a las arañas y los escorpiones y que cuentan con cuatro subespecies: una que vive en la costa atlántica de América del Norte y en el Golfo de México y las otras tres en el sudeste asiático.
Los cangrejos herradura del Atlántico tienen diez ojos y se alimentan aplastando la comida, sobre todo gusanos y almejas, entre sus patas antes de llevársela a la boca.
Los machos son mucho más pequeños que las hembras y se aparean rociando el esperma sobre los racimos de 5,000 huevos del tamaño de una pelota de golf que ellas sueltan sobre la arena.
Millones de estos huevos, diminutas bolas verdes, son una fuente vital de alimento para las aves migratorias, incluido el playero rojizo casi amenazado.
Nivette Perez-Perez, científica del Delaware Inland Bays Center, muestra una franja de huevos que se extiende sobre casi toda la playa de la reserva ecológica James Farm, sobre la cual se abalanzan las gaviotas risueñas de picos color naranja.
Hace tiempo que Perez-Perez siente pasión por los cangrejos herradura. “Eres un encanto”, le dice a una hembra que recoge para mostrar sus rasgos anatómicos.
Darles la vuelta
El apareamiento es una actividad peligrosa para los cangrejos herradura porque en la playa es donde son más vulnerables: cuando sube la marea algunos terminan boca arriba. Sus largas colas ayudan a algunos a darse la vuelta, pero no todos tienen esa suerte. Alrededor del 10% de la población muere cada año, con el vientre quemado por el sol.
En 1998, Glenn Gauvry, fundador del Grupo de Investigación y Desarrollo Ecológico, participó en la campaña “Basta con darles la vuelta”, para animar a las personas a ayudar a los cangrejos que aún están vivos.
“Lo más importante es conquistar los corazones”, comenta a la AFP en Pickering Beach, en la bahía de Delaware, con una gorra con su eslogan adornada con insignias de cangrejo herradura.
“Si no podemos hacer que la gente se preocupe por estos animales y conecte con ellos es menos probable que quieran una legislación que los proteja”, explica.
Cada año la industria farmacéutica captura unos 500,000 y usa su sangre para obtener una sustancia química llamada Limulus Amebocyte Lysate, que identifica un tipo de bacteria que puede contaminar medicamentos, agujas y dispositivos como prótesis de cadera.
Alrededor del 15% de los cangrejos herradura mueren en este proceso y los supervivientes son devueltos al mar.
Un nuevo proceso sintético, llamado factor C recombinante, parece prometedor pero aún no se ha regulado.
Los cangrejos herradura son una “fuente limitada con una demanda potencialmente infinita, y esas dos cosas se excluyen mutuamente”, explica Allen Burgenson, de la empresa suiza de biotecnología Lonza, que fabrica el nuevo test.