Las apuestas deportivas por internet han irrumpido con fuerza entre la juventud española, que a menudo ve en ellas una oportunidad para lograr dinero fácil aunque, lejos de una oportunidad de negocio, son un pasatiempo orquestado por una industria millonaria que condena a los jugadores a perder.
Así lo ha explicado el profesor y doctor en psicología social David Pere Martínez, que acaba de publicar “Ludomorfina” (Icaria Editorial), un ensayo crítico sobre este fenómeno y sus efectos sobre los jóvenes españoles.
“El mensaje que deberíamos hacer llegar a los chavales es que con la industria del juego y las apuestas en general no se harán ricos. Se lo pueden pasar bien, pero están condenados a perder porque es una industria como cualquier otra”, ha señalado Martínez, especializado en adicciones y fenómenos sociales complejos y miembro de la consultora Episteme Social.
A pesar de que el perfil de personas que participan en apuestas deportivas por Internet es “muy heterogéneo”, suele ser el de chicos jóvenes, de 18 a 25 años y deportistas, lo que supone un “factor de riesgo” porque “creen que saben más que el resto”.
Sin embargo, Martínez ha insistido en que estas apuestas están en las antípodas de ser una buena oportunidad de inversión porque, en la inmensa mayoría de los casos, “se va a perder”: “Puedes pagar por jugar, igual que si vas al cine o al teatro, pero no ganar dinero. Si entendemos esta premisa básica, nos ahorraremos muchos problemas”.
Según este experto, sólo una “pequeña minoría” -que ronda el 1% del total de apostadores- es capaz de ganar dinero jugando, generalmente porque “conoce bien los mercados y apuesta en partidos amañados”, de forma que sus movimientos son “seguros”.
Al grueso de los apostadores, en cambio, ha alertado: “Si el componente de suerte o azar está de por medio, acabarás perdiendo”.
Por eso, para este especialista, es crucial que los jóvenes conozcan bien cómo funciona el mundo de las apuestas, una industria que obtuvo un beneficio de 325 millones de euros en el 2020, de acuerdo con la Dirección General de Ordenación del Juego.
De esta forma, continua, se evitaría que las víctimas cayeran en el “engaño” de los denominados “tipsters”, supuestos expertos que se presentan como “personas con unas habilidades muy superiores al común de los mortales” y brindan “información privilegiada” a los apostadores para condicionar sus movimientos.
En realidad, ha denunciado, “engañan a los chavales”, ya que “cobran de la industria del juego” a través de programas de afiliados: las casas de apuestas les pagan por atraer clientes e incluso les abonan un porcentaje -que puede ascender hasta el 40%- en función de las pérdidas de cada apostador que hayan captado.
“No son amigos ni están para ayudar a los apostadores, sino que viven de ellos”, ha recordado Martínez antes de agregar: “Es toda una pantomima para enganchar a los chicos y que vayan a casas de apuestas”.
Su modelo de negocio se basa en un canal gratuito de Telegram, donde publican pronósticos de partidos o jugadas y ofrecen a los apostadores la posibilidad de acceder a contenido “premium” a cambio de registrarse en una determinada casa de apuestas, para lo cual se valen a menudo de influyentes.
Además, la elección de la red social no es aleatoria, puesto que Telegram permite modificar fotos -de tablas deportivas, por ejemplo- enviadas en el pasado sin que nadie se dé cuenta: “La gracia de los ‘tipsters’ es hacer ver que saben mucho y que la gente crea que sus desgracias se deben a no haber seguido correctamente la estrategia”.
Por otro lado, Martínez ha alertado que las apuestas deportivas son en realidad un “gancho puntual”, un “cebo” para lograr el verdadero objetivo de esta industria: que los jóvenes den el salto al póquer, las ruletas y las máquinas tragaperras virtuales, donde el volumen de negocio es muy superior.
Si en las apuestas deportivas el beneficio que queda para las empresas es de entre el 5% y 10%, en estos otros juegos puede alcanzar entre el 30% y 50%.
Las conclusiones del autor son resultado de un estudio financiado por el Plan Nacional sobre Drogas y pretende con ellas contribuir a “entender de forma más profunda” la adicción a las apuestas deportivas, así como ayudar a diseñar “programas eficaces y preventivos” que permitan combatirla.
Una meta que, a su juicio, pasa por dejar de lado los “discursos airados y salvapatrias y las voces antijuego que no llevan a ningún sitio” para “regular ciertos aspectos de la publicidad que revertirá en la ‘gamificación’ del deporte”.
“Existe una gran alarma social, pero si el único discurso es abstención total o ludopatía estaremos abonando el terreno social para generar más alarma y angustia”, ha opinado.
Por eso, a su entender, la ley del juego recientemente aprobada por el Gobierno, conocida como “ley Garzón”, es un “primer paso”, pero es preciso profundizar en políticas preventivas y tejer más sinergias entre las administraciones y la industria.