Perú se caracteriza por ser un país conservador en lo gastronómico y ello se traslada también a las bebidas. En los restaurantes más populares, como cevicherías, chifas o pollerías, la oferta de vino es escasa y, en caso de ser parte de la carta, no va más allá de un par de etiquetas de tintos.
Para Soledad Marroquín, comunicadora gastronómica y miembro fundador de la Alianza Peruana de Sommeliers, en los últimos años hemos empezado a salir de la “zona de confort vinera”. “Estamos totalmente malbequizados, de 100 botellas que podemos encontrar en una góndola, 70 son de malbec. El peruano se siente muy cómodo con este tipo de vino, pero ya se está dando cuenta que hay una grandísima cantidad de opciones”.
Nuevas opciones
Aunque los meses de frío son más que los de calor, no es necesariamente la temperatura la que define el consumo de bebidas alcohólicas, sino la comida que las acompaña. Es decir, que los días de invierno hayan acabado no conlleva, por sí solo, un cambio de tendencia en las bebidas.
El vino tinto es el rey del clima frío porque suele ser la compañía ideal para pastas y carnes, sin embargo, un digno competidor ha avanzado en otros países y el Perú no ha sido ajeno a este “boom”. “En los últimos años se ha podido observar una mayor inclinación por los vinos blancos y rosados, sobre todo de estos últimos, no solo en el consumo sino en el interés que despiertan en las catas y eventos”, señala Marroquín.
El rosé y el vino blanco se han vuelto los vinos por excelencia de los millennials. “Suena descabellado, pero en generaciones anteriores había hombres que podían tener rechazo a beber algo rosado o blanco, pero felizmente todos esos clichés se han desterrado”, comenta.
Particularmente, el rosé destaca por ser una bebida muy amigable al tener menor grado de alcohol e impacto de taninos. Estos son uno de los principales componentes naturales del vino que no se perciben con el olfato, mas sí con el gusto porque aportan cuerpo y textura a la bebida.
“Los rosé y los blancos resultan más fáciles de beber porque, dependiendo del grupo, te permite beber más copas o incluso botellas. Que tengan menor grado de alcohol te da opción a probar otras bebidas y justamente es la diversidad la que rompe las barreras del gusto y conocimientos en el vino”, añade Marroquín.
De uvas y sabores
Teniendo en cuenta esta tendencia, son cada vez más las bodegas de vinos tintos que buscan tener menos madera en sus bebidas y hacer que predomine la fruta; es decir, disminuir su grado de alcohol e impacto de taninos. Sin embargo, el sabor de los vinos blancos y rosados sigue teniendo sus particularidades.
Por ejemplo, aunque en vinos blancos las uvas clásicas sean la cardona o la sauvignon blanc, han tomado fuerza la albarillo o la godello por ser aromáticas, florales y de notas cítricas. Ambas se producen en Galicia y lideran las preferencias en los restaurantes de gama alta.