“Lo siento, la antigua Elly no puede atender el email ahora mismo. ¿Por qué? Oh, ¡porque está en la conferencia sobre Taylor Swift en Australia!” Es el mensaje de contestación automática que salta a quienes escriben por correo esta semana a la profesora universitaria Elly McCausland, pues estará en el ‘Swiftposium’ que tiene lugar del 11 al 13 de febrero en ese país.
El ‘Swfitposium’ reunirá a académicos de todo el mundo para hablar sobre el fenómeno de Taylor Swift y su influencia en la economía, la industria musical o la literatura, ámbito al que se dedica de lleno McCausland en las clases que imparte en la prestigiosa Universidad de Gante sobre la relación entre las letras inglesas y la música de Swift.
La artista de Pensilvania, de 33 años, fue elegida como el personaje del año 2023 por la revista Time, una decisión inédita que se explica por su enorme popularidad: En su gira “The Eras Tour” que, tras un parón, retomará en Japón el próximo viernes, Swift ha recaudado hasta ahora US$ 1,300 millones y ha generado alrededor de 5,500 millones (a falta de 85 conciertos).
Su prestigio es tal que hasta el vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, interpeló a la cantante para que movilizase durante su paso por Europa -que arrancará en mayo en París- el voto de los jóvenes para las elecciones europeas de junio.
Pese al revuelo que causaron estas declaraciones -a los pocos minutos, saltaban a las páginas de casi todos los medios-, McCausland considera que Swift es una estrella del pop y que, como tal, no debería esperarse que se posicione en asuntos políticos, y menos europeos (es estadounidense).
“Taylor Swift no es una tirita que podamos poner para solucionar un problema mayor que se refiere al compromiso (político) de los jóvenes y que se remonta a una serie de problemas sistémicos como la educación o el activismo”, explica McCausland en una entrevista con EFE.
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En cambio, la profesora británica considera que la carrera de Swift puede servir de inspiración académica a través de sus letras: “Aborda temas y técnicas centenarias, pero les da un giro moderno y eso, a su vez, nos muestra que la literatura inglesa está siempre cambiando”.
McCausland impartió este año la asignatura ‘Swifterature’. Una idea que, si bien había meditado durante varios años, se materializó cuando observó varios paralelismos entre la canción ‘The Great War’ y el poema ‘Daddy’ de la escritora Sylvia Plath.
A la clase se inscribieron estudiantes belgas e internacionales, un 70 % de ellos mujeres, y de distintos ámbitos -astronomía, física, historia del arte o arqueología- y, aunque contó con gran apoyo por parte de sus colegas y del alumnado, enfrentó también algunas suspicacias cuando presentó su idea al claustro.
Según McCausland, gran parte de la academia defiende que la literatura inglesa debe seguir siendo una suerte de “monumento” y no compararse con algo “tan frívolo” como la cultura pop, pero ella argumenta las posibilidades que tiene crear un hilo invisible entre las obras clásicas y la cultura popular moderna.
“Los poetas románticos pueden ser vistos y apreciados por lo que son y Taylor Swift también. Y el diálogo entre ellos es interesante, pero es más que eso, ya que la literatura inglesa es algo vivo, que crece y evoluciona constantemente”, reflexiona.
“A menudo me preguntan eso de si Taylor Swift es la nueva Shakespeare, y me parece muy reduccionista (…). En cierto modo implica que para que algo tenga valor ha de ser comparado con lo antiguo. Además, personalmente, si vamos a compararla con un autor canónico, está mucho más cerca de los poetas románticos”, concluye.
Su asignatura, en la que -bromea- los alumnos no hablan de cuánto adoran a Swift, aborda desde poetas anónimos de la literatura inglesa hasta Geoffrey Chaucer, Charlotte Brontë y Jane Austen: “Si examinamos canciones del (álbum) Folklore, hablamos de la idea del hombre, la naturaleza y el poder, y lo utilizamos como transición a los poetas románticos”.
McCausland no ha sido la única que ha introducido el universo Swift en las aulas, pues universidades como las de Berkeley, Stanford y Harvard en Estados Unidos también ofrecen ya cursos sobre la artista.
“Hay mucho sexismo porque no se ve como algo digno, ya que es algo que disfrutan principalmente las mujeres jóvenes”, reflexiona.
McCausland suscribe que el éxito de Taylor ha dado a las mujeres jóvenes la “validación para ser ellas mismas” y, aunque tampoco la considera “el mejor icono feminista, sea lo que sea ser feminista” -matiza-, su personaje y el hecho de que tenga una carrera tan prolífera -concentrada en más de 10 álbumes- logra que muchas fans se identifiquen con lo que representa.
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