Por: BID / WEF
Computación en la nube, cadena de bloques, inteligencia de datos o inteligencia artificial son términos que se han introducido en nuestro vocabulario en los últimos años. Vienen de la mano de la revolución digital, que está emergiendo con fuerza en América Latina y el Caribe y que permite un desarrollo sin precedentes de industrias críticas como las finanzas, la energía, el transporte, la educación, la salud y el comercio.
El crecimiento exponencial de estas tecnologías disruptivas y su impacto en las economías latinoamericanas es uno de los temas centrales de la III Cumbre Empresarial de las Américas, que se celebrará los próximos 12 y 13 de abril en Lima, Perú, con la presencia de los principales dirigentes políticos y empresariales de esta región. Esta es una iniciativa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que busca promover el crecimiento económico, las inversiones público-privadas y la facilitación del comercio con el fin de impulsar el desarrollo sostenible, transparente e inclusivo de América Latina y el Caribe.
La revolución digital, también llamada cuarta revolución industrial, excede todas las transformaciones económicas previas en escala, en alcance y en complejidad. Su impacto en la economía mundial alcanza los 11,5 trillones de dólares, el equivalente al 15,5% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial. Se calcula que para el año 2025 llegará a los 23 trillones de dólares, casi el 25% del PIB mundial. Una inversión que multiplica sus beneficios. Según estudios recientes, cada dólar invertido en tecnología digital durante los últimos 30 años agregó 20 dólares al PIB, casi siete veces más que las inversiones no digitales.
La revolución digital en América Latina y el Caribe
Los países de América Latina y el Caribe están haciendo esfuerzos para subirse al carro de la revolución digital. De acuerdo con los últimos datos disponibles de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2012 el 46% de los presupuestos de esta región para tecnologías de la información se asignó a computación en la nube, muy por encima del entonces promedio mundial del 34%. A pesar de ello, únicamente México, Argentina y Brasil han conseguido situarse entre los 24 países más preparados para la adopción y el crecimiento de esta tecnología.
La cadena de bloques o blockchain es una tecnología emergente que está transformando la manera de hacer contratos en un mundo cada vez más digital e interconectado. La inmutabilidad y la transparencia son las bases de esta herramienta que, al validar datos automáticamente y en tiempo real, permite hacer negocios sin necesidad de intermediarios como abogados o brokers, que eran los que tradicionalmente garantizaban la confianza en las relaciones económicas. Además, reduce los riesgos de corrupción al facilitar la verificación y auditoría de las transacciones comerciales. El impacto de esta herramienta a escala gubernamental y empresarial se prevé enorme y su ritmo de crecimiento lleva camino de multiplicarse por diez en cinco años.
La cantidad de datos que se genera en el mundo se ha convertido en uno de los pilares de la transformación digital. Ya sea a través de los sistemas de salud, del pago de impuestos o de las redes de transporte, los gobiernos crean y almacenan a diario enormes cantidades de datos que pueden ser una valiosa fuente de información para mejorar los servicios a los ciudadanos o favorecer la equidad de las políticas públicas. Para el sector privado, los big data y las técnicas analíticas suponen aumentos en productividad y ventas e, incluso, la aparición de modelos de negocio innovadores.
La disponibilidad de big data, unida a ordenadores cada vez más avanzados y al desarrollo de algoritmos más precisos, ha favorecido la aplicación de la inteligencia artificial a nuestra vida cotidiana. Una de las grandes preocupaciones que suscita esta tecnología está relacionada con los ajustes en el mercado de trabajo. En América Latina y el Caribe, según un estudio publicado por el BID, el 50% de los trabajos son susceptibles de ser automatizados al estar su economía concentrada en un uso intensivo de la mano de obra, en la extracción de recursos naturales y en servicios administrativos con un grado intermedio de habilidades. Por ello es imperativo que tanto el sector público como el privado trabajen conjuntamente para promover la expansión de la economía digital de una manera inclusiva para estos sectores vulnerables.
Para maximizar los beneficios de las tecnologías digitales y poder hacer uso de todo el potencial que arrastran, los gobiernos y las empresas de América Latina y el Caribe necesitan unir fuerzas. Expandir la inversión privada, especialmente en conectividad, para permitir que internet sea usado por todo el mundo; diseñar marcos regulatorios y estrategias que favorezcan la innovación; invertir en capital humano para que los trabajadores adquieran las habilidades digitales y tengan una mejor transición de los trabajos tradicionales a los automatizados; ajustar los sistemas y procesos de compras o favorecer oportunidades igualitarias para las empresas emergentes son algunas de las áreas principales de acción. Los beneficios de extender las herramientas digitales son inmensos y a las empresas y gobiernos latinoamericanos no les conviene quedarse (solo) en las nubes.
Una versión de este artículo fue publicada originalmente por el autor en El País.