No pudo ser. El cielo gris de Lima se fue oscureciendo conforme pasaban los minutos del partido que podía dar la llave a una segunda clasificación consecutiva para Perú a un mundial, augurando un mal resultado para el país, que, tras fallar un penalti contra Australia, comenzó a llorar por el final del sueño.
“Hemos luchado para llegar hasta acá y, como cualquier equipo, hemos sufrido bastante. No lo sé la verdad, para otra será. Creo que Perú fue mejor que Australia y tuvimos una oportunidad”, se lamentó con lágrimas en los ojos Kevin Prado, un joven aficionado en el parque Kennedy de Lima.
Silencio absoluto y un sentimiento de decepción y tristeza cayeron también del cielo limeño en cuanto el jugador peruano Alex Valera erró el sexto lanzamiento de la tanda de penaltis.
Su fallo, o el acierto del portero Andrew Redmayne, significaba automáticamente el desenlace de un recorrido de ilusión que la selección y la hinchada comenzaron hace años bajo la dirección de Ricardo Gareca.
“Los nervios y ganas de los jugadores les abruma y pueden fallar como le pasó ahora a Valera”, dijo Prado antes de abandonar el parque donde unas mil personas se concentraron frente a una pantalla gigante en el acomodado barrio de Miraflores.
Las calles de la capital sufrieron, y mucho, un encuentro en el que no solo hubo ausencia de tantos (el partido llegó 0-0 a su final) ni se presentaron claras oportunidades de goles en ambos equipos.
La escasez en el campó provocó que la agonía en la hinchada se prolongara hasta la ronda de penaltis.
En ese momento, al menos los aficionados pudieron gritar y saltar de alegría en los únicos destellos felices del partido jugado en el estadio Ahmed bin Ali de Doha.
“Ahora hay que seguir apoyando a la selección, es importante”, declaró triste otro aficionado que llevaba un alegre gorro rojiblanco y que se mostró seguro de que el equipo había peleado y lo “había dejado todo el campo”.
Con energía positiva
Pero la jornada comenzó con energía positiva y una seguridad plena entre los hinchas que creían que Perú era favorito para la repesca y apenas había espacio para el pesimismo o las dudas.
Jessica y Ariana, de 22 y 23 años, llegaron al parque limeño tres horas antes del inicio del partido con nervios, ilusión y ganas: “Vamos a animar como si estuviéramos en Qatar”.
No obstante, segundos después del pitido del final del encuentro sus rostros lucían tristes y apenas podían hablar.
“Se luchó hasta el final. Los penaltis son suerte, pura suerte, nada más. Hemos sufrido el partido, ¿quién no lo ha sufrido? Para la próxima será”, dijo Ariana entre lágrimas.
Cada vez que las cámaras enfocaban desde Qatar a Gianluca Lapadula y su rostro aparecía en las grandes pantallas la afición se volvía loca, orgullosa de su estrella y máximo anotador.
Sin embargo y aunque anotó su penalti, esta vez no pudo acompañar a Perú en su clasificación al mundial.
Los tambores de la hinchada blanquirroja acompañaron sin cesar los 120 minutos de un partido marcado por la ausencia de tantos. Los ritmos se fueron acelerando y agitando, mientras el reloj avanzaba y el marcador seguía a cero para ambos equipos.
Al igual que los instrumentos, los rostros de los aficionados partieron de la alegría e ilusión contagiosa del inicio, para mostrarse luego nerviosos e impacientes y, finalmente, reflejar una desesperación y tristeza con la que la hinchada se fue a sus hogares.
Cristales rotos, latas y bandanas rojiblancas quedaron en el suelo del parque Kennedy junto con fanáticos de la selección nacional sentados con las manos en la cara y abrazos de consuelo entre amigos y familiares que se despedían de Qatar.
La escena que resume el final de un partido y de la ilusión para un país. También la que alienta el inicio de un nuevo ciclo.