En medio de una crisis marcada por tres presidentes en pocos días, Perú recuerda este jueves el 20º aniversario del rocambolesco fin del gobierno de Alberto Fujimori, quien envió su renuncia por fax desde Japón.
La peor crisis desde la caída de Fujimori sacó a las calles en los últimos días a miles de indignados ciudadanos, mayoritariamente jóvenes, para protestar contra la clase política que domina el Congreso, con saldo de dos muertos y un centenar de heridos.
Estos agitados días evocan las tensas semanas que precedieron a la caída de Fujimori luego de una década en el poder, quien se había ganado la imagen de “autócrata” tras su autogolpe de abril de 1992.
Ingeniero y matemático hijo de inmigrantes japoneses, Fujimori llegó al poder siendo casi un desconocido en 1990, tras vencer sorpresivamente en las elecciones al candidato favorito, el escritor Mario Vargas Llosa.
Recuperó la economía tras la hiperinflación heredada de Alan García y derrotó a las guerrillas de Sendero Luminoso y del MRTA, aunque con denuncias de violar los derechos humanos. Fue reelegido en 1995 y en el 2000.
El detonador de su caída en desgracia fue la difusión por un canal de cable, el 14 de setiembre del 2000, de un video que mostraba a su jefe de los servicios de inteligencia, Vladimiro Montesinos, sobornando a un parlamentario opositor para que se uniera a la bancada oficialista.
Dos días después, Fujimori anunció que convocaría a nuevos comicios, en los que no se presentaría y disolvió los servicios de inteligencia.
Montesinos partió el 24 de setiembre a Panamá para pedir asilo, pero regresó a Perú un mes después. Entonces Fujimori encabezó personalmente su búsqueda, pero su exmanoderecha huyó transitando por varios países del Caribe hasta recalar en Venezuela.
Fue hallado oculto en una finca en junio del 2001 (cuando Fujimori ya estaba en Japón) y devuelto por el presidente Hugo Chávez a Perú, donde fue condenado a 25 años de prisión.
Entrevista con la AFP en Tokio
Fujimori viajó el 13 de noviembre del 2000 a la cumbre económica de APEC en Brunei, desde donde escapó a Japón. El día 19 envió su renuncia a la presidencia por fax desde un hotel de Tokio.
“He vuelto, entonces, a interrogarme sobre la conveniencia para el país de mi presencia y participación en este proceso de transición. Y he llegado a la conclusión de que debo renunciar, formalmente, a la Presidencia de la República”, escribió en el fax.
Su renuncia fue rechazada por el Congreso, que en su lugar aprobó su destitución por “incapacidad moral permanente” el 21 de noviembre y le prohibió postular a cargos públicos por 10 años.
Lo sustituyó el recién estrenado jefe del Legislativo, Valentín Paniagua, quien dirigió el país ocho meses como presidente interino, hasta que entregó el mando a Alejandro Toledo, ganador de los comicios de abril del 2001.
Un día antes de enviar el más famoso fax de la historia peruana, Fujimori había insinuado que iba a renunciar en una entrevista con la AFP en el hotel New Otani de Tokio, cuando dijo que no quería “ser un factor de perturbación” en Perú.
“Precariedad de la democracia”
Fujimori, quien ahora tiene 82 años, fue el tercer presidente destituido por el Congreso desde la formación de la república de Perú, en 1821. Pero ahora estos juicios políticos se han vuelto una costumbre en el país.
Pedro Pablo Kuczynski salió airoso de uno en diciembre del 2017, pero renunció en marzo del 2018 en la víspera de otro en el que, previsiblemente, no iba a sobrevivir.
Lo sucedió Martín Vizcarra, quien se salvó en un primer juicio el pasado 18 de setiembre, pero sucumbió en el segundo, hace nueve días.
“Ambas destituciones (de Fujimori y Vizcarra) demuestran una similitud: las precariedades que arrastra la democracia peruana. Las dificultades de gobernar sin control del Congreso”, dice el analista político José Carlos Requena.
“En el caso de Fujimori, su fin se inicia cuando perdió la mayoría parlamentaria y empezó a forjar una mayoría comprando escaños. Vizcarra no hizo eso de comprar votos, pero tuvo un mensaje confrontacional” ante el Congreso, lo que selló su suerte, agrega.
Al sucesor de Vizcarra, Manuel Merino tampoco le fue bien. Abandonado por el Congreso, renunció cinco días después de asumir el mando en medio de multitudinarias protestas en las que era tildado de “usurpador”.
Fue reemplazado el martes por Francisco Sagasti, quien tiene una misión semejante a la de Valentín Paniagua hace dos décadas.
Cuesta abajo, a toda velocidad
Fujimori vivió cinco años en Japón y en noviembre del 2005 llegó a Chile, desde donde fue extraditado a Perú el 22 de setiembre del 2007.
En el 2009, fue condenado a 25 años de prisión por corrupción y por dos masacres perpetradas en 1991 y 1992 por un escuadrón de la muerte encargado de la lucha contra las guerrillas.
En diciembre del 2017 recibió un indulto humanitario de Kuczynski, pero volvió a prisión en octubre del 2018 cuando la justicia anuló el polémico beneficio.
El recuerdo de los buenos años de Fujimori potenció la carrera política de su hija Keiko, pero el fujimorismo ahora está de capa caída al crecer el hartazgo de los peruanos hacia la clase política.