Los cultivos de hoja de coca, materia prima para elaborar la cocaína, crecieron en Perú hasta llegar a las 49,900 hectáreas en el 2017, un 14% más que en el año anterior, según la última versión del informe de monitoreo de estas plantaciones de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
El informe consolida a Perú como el segundo productor mundial de cocaína, solo superado por Colombia, con 171,000 hectáreas de cultivos de coca en el 2017, un 17% más que el 2016; y por delante de Bolivia, donde se registraron 24,500 hectáreas en el 2017, un 6% más que en el año anterior.
Entre los tres países suman 245,400 hectáreas de cocales, la mayor cifra reportada de la historia en la región andina, lo que será materia de discusión en la reunión que la Comisión de Narcóticos (CN) de Naciones Unidas celebra desde este jueves en Viena.
El documento sobre Perú fue publicado en el sitio web del UNODC a finales de diciembre, sin realizar una presentación pública ante los medios de comunicación como era habitual en años anteriores, por lo que las cifras que indican un incremento de la industria de cocaína en Perú pasaron inadvertidas hasta ahora.
De las casi 50,000 hectáreas de cocales en Perú, la extensión más grande desde el año 2012, salieron más de 117,000 toneladas métricas de hoja de coca seca, un 11% más que el año previo.
La mayor parte de la producción de hoja de coca seca (106,500) fue a manos del narcotráfico para elaborar cocaína y otras 10,700 toneladas métricas se dirigieron al mercado tradicional de hoja de coca, usada para "chacchar" (mascar, en quechua) y hacer mates y otros derivados legales.
Aunque el informe no brinda una estimación de la producción de cocaína por falta de consenso en los cálculos, esta puede estar en unas 411 toneladas métricas al año, si se toma en cuenta una ecuación de la policía antidrogas de Perú según la cual hacen falta 258.6 kilos de hoja seca para obtener un kilo de cocaína.
La mayor parte procede del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), la mayor cuenca cocalera del país, donde en el 2017 había plantadas 21,646 hectáreas de coca, un 7% más que el año anterior, lo que representa el 43% de todos los cocales de Perú.
En esta extensa y agreste zona de la vertiente suroriental de los Andes peruanos, en constante estado de excepción por albergar a los remanentes de la organización terrorista Sendero Luminoso, se producen 78,510 toneladas métricas de hoja de coca seca (67% del total), lo que daría para fabricar más de 300 toneladas de cocaína.
Precisamente el VRAEM es la zona donde más plantaciones nuevas se han registrado en Perú, con 1,342 hectáreas, ya que en esta no se realiza erradicación de cultivos como en otras zonas del centro del país.
También aumentaron los cultivos en los territorios de las comunidades indígenas de Perú, con 3,366 hectáreas, lo que significa un 22% más que en el 2016.
Asimismo, crecieron las plantaciones en las áreas naturales protegidas, en las que se detectaron 228 hectáreas (36% sobre el 2016) y 6,466 hectáreas (15% sobre el 2016) en las zonas de amortiguamiento de las reservas naturales, que son espacios de transición entre las áreas protegidas y su entorno.
La reserva más afectada es el Parque Nacional Bahuaja Sonene, en el sureste de la Amazonía peruana, donde hay 193 hectáreas dentro de la superficie protegida y 2,478 hectáreas en su zona de amortiguamiento.
La erradicación de cultivos durante el 2017 alcanzó más de 25,000 hectáreas, un 14% menos que en el año anterior, y concentrada únicamente a las céntricas regiones de Huánuco, Ucayali y San Martín.
El informe detalló que el puente aéreo con Bolivia a través de "narcoavionetas" para sacar la droga hacia Brasil se ha desplazado del VRAEM hacia el norte, hasta el valle de Pichis-Palcazú, para evitar el radio de acción de una ley que permite a las fuerzas armadas derribar las aeronaves.
Esa norma también ha reactivado la exportación de la droga por vía terrestre a través de la frontera con Bolivia y también hacia los principales puertos del país, principalmente el del Callao y Paita, donde "preñar" los contenedores con cargamentos de cocaína puede pagarse con hasta US$ 2,000 por kilo.
En lo que Perú mejoró sustancialmente es en incautaciones, pues la Policía Nacional consiguió decomisar en el 2017 hasta 36.7 toneladas entre clorhidrato de cocaína y pasta básica de cocaína, cuando el año anterior no llegó a 28 toneladas. La tendencia continuó en el 2018, cuando consiguieron incautar unas 66 toneladas de drogas.