Escribe: Mauricio Olaya, socio principal del Estudio Muñiz
Aunque nada es tan cierto y democrático como la muerte (nos ocurrirá indefectiblemente a todos) las personas evitamos pensar en ello. Existen estudios que demuestran que, aunque racionalmente sabemos que moriremos, nuestros cerebros están programados para protegernos de pensar en nuestra propia muerte. Esto resulta lógico ya que, caso contrario, seguramente dejaríamos de hacer una serie de cosas consideradas necesarias para la humanidad, invirtiendo el tiempo en otras que aparecerían como realmente importantes cuando nos enfrentamos a los últimos días de nuestras vidas.
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No obstante, y sin que ello implique ser fatalista, conviene para determinados fines racionalizar lo ineludible. Tengamos presente que la esperanza de vida toma en cuenta para su determinación, a quienes nos marcharemos antes y a quienes nos marcharemos después. Sin embargo, sin saber cuándo ocurrirá, está claro que en todos los casos sucederá.
Siendo así, ¿para qué fines convendría racionalizar nuestra muerte? La mayoría de estos fines estará, muy probablemente, relacionado con cómo planificar mejor nuestra vida en diversos aspectos. Sin embargo, existe otro ángulo al que convendría también dedicarle tiempo y que está relacionado con cómo planificar mejor nuestra muerte. Es sobre este ámbito que deseo detenerme en esta nota.
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¿Qué implica planificar nuestra muerte? En términos generales, implica preguntarnos cómo nos gustaría que sean las cosas el día que no estemos en este mundo.
Frente a esto, básicamente existe una respuesta sencilla y otra algo más compleja. La primera (y que no conllevará la elaboración de ningún plan de acción) se resumiría en lo siguiente: que pase lo que tenga que pasar.
La segunda (que implica cualquier respuesta distinta a la primera) conllevará necesariamente un análisis, la determinación de objetivos y la elaboración de un plan de acción con actividades, plazos y responsables que nos puedan ayudar en su ejecución. Siendo así, sería al menos prudente abocarse a ello con relativo sentido de prioridad, en la medida que nuestra existencia será esencial no solo para el diseño, sino para liderar, impulsar y asegurar la ejecución del plan de acción que se decida formular en base a nuestros objetivos.
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Ahora bien, queda claro que uno de los capítulos que corresponderá al referido plan de acción (más allá de otros que correspondan a legados menos “tangibles”), será el relacionado con el ámbito patrimonial tanto personal como empresarial (de ser este último el caso).
Sobre este ámbito, es importante tomar consciencia de los diversos grupos de interés que podrían ser impactados con nuestra acción o inacción. Desde los miembros de nuestra familia, los colaboradores de nuestra empresa y los que se relacionan con esta en su acepción moderna y que incluye, entre otros aspectos. la continuidad de su propósito.
Un elemento que sugiero considerar, para priorizar la puesta en marcha del plan, es que, aunque exista silencio de todos los involucrados o posibles impactados, esto no significa que no exista cierta ansiedad o preocupación al no tenerse visibilidad con relación a qué pasará el día que no estemos. No creamos que nuestros hijos o hijas, el resto de nuestra familia, los colaboradores de nuestras empresas o nuestros socios, entre otros, no se hacen la pregunta y se inquietan ante la incertidumbre o ausencia de respuesta. Esto es así, aunque queramos pensar lo contrario para no pasar por la “tediosa” labor de elaborar el plan de acción y conversar acerca del mismo con los potencialmente impactados.
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Quedan entonces con ustedes la tarea de preguntarse, responderse y actuar por acción u omisión. Lo que sí puedo asegurarles desde la mirada de la experiencia en mi vida profesional, es que en las postrimerías de su vida me ha tocado estar al lado de muchos empresarios o titulares de patrimonio, preguntándose ¿por qué no lo hice antes? o, lo más duro aún, interactuar con su entorno (ante su partida) que se pregunta una y otra vez ¿por qué no pudo prever lo que está ocurriendo y tomar a tiempo las medidas cuando resultaba tan obvio concluir que fuera a ocurrir?
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