
Escribe: Jaime Dupuy, director ejecutivo de ComexPerú
En plena temporada alta de turismo, el Perú ha sido galardonado como mejor destino culinario y cultural del mundo. Machu Picchu, además, ha sido reconocida como la mejor atracción turística global. Sin embargo, detrás de estos reconocimientos internacionales existe una realidad que debería preocuparnos: Machu Picchu está cada vez más lejos de cumplir su potencial como motor económico y símbolo de gestión turística eficiente.
LEA TAMBIÉN: Perú 2026: estabilidad macroeconómica y crisis institucional
Hasta octubre de 2025 aún recibimos 22.4% menos turistas internacionales respecto de 2019, según cifras del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), lo que nos coloca entre los países con peor recuperación turística pospandemia en América Latina. A diferencia de Perú, países como Colombia, Brasil y Chile ya superaron sus niveles prepandemia hace años. El primero, por ejemplo, al cierre de 2023 ya recibía 35.1% más turistas internacionales que en 2019, según cifras de ONU Turismo.

LEA TAMBIÉN: 2025: ¿Otro año perdido en materia laboral?
Machu Picchu no ha sido la excepción. Al cierre de 2024, las visitas al Santuario Histórico estuvieron un 4.9% por debajo del nivel prepandemia. Además, entre enero y octubre de este año, el desempeño en el ingreso de visitantes está todavía un 2% por debajo de similar periodo de 2019. Incluso si consideramos el aforo dinámico, que permite el ingreso de 5,600 visitantes por día en temporada alta, las 162,479 visitas registradas en octubre último implican un potencial dejado de lado: 11,121 entradas sin utilizar en dicho mes.
LEA TAMBIÉN: El espejismo del dólar débil: cuando la calma no es nuestra
¿Qué está fallando? La gestión. El ingreso a Machu Picchu sigue condicionado por decisiones políticas descoordinadas, sistemas ineficientes de venta de entradas y conflictos entre operadores turísticos y autoridades locales. La ciudadela más emblemática del Perú continúa atada a una administración fragmentada, opaca y vulnerable a intereses subnacionales.
LEA TAMBIÉN: Tecnología que deslumbra o tecnología que entiende: una decisión clave para el 2026
A pesar de que existen propuestas claras para cambiar esta situación —como las contenidas en el libro “Machupicchu: El camino a su sostenibilidad”, elaborado por el IPE y el Instituto Cusqueño de Economía—, el Congreso ha optado por el camino inverso: en el último día de la legislatura, se aprobó de contrabando una disposición legal que crea una nueva autoridad para gestionar el Valle Sagrado y Machu Picchu… presidida por el mismo gobierno regional cuya gestión actual ha generado gran parte de los problemas.
LEA TAMBIÉN: Control de fusiones del Indecopi: avances y retos para su consolidación
No se puede resolver una crisis repitiendo las causas que la provocaron. Machu Picchu necesita una autoridad autónoma, técnica y profesional, adscrita al Mincetur, con un consejo directivo multisectorial. Solo así se podrá implementar una verdadera hoja de ruta: digitalizar las reservas, distribuir inteligentemente los flujos de visitantes, mejorar los accesos, conectar rutas culturales y garantizar sostenibilidad ambiental.
LEA TAMBIÉN: Seguridad y salud en el trabajo: el costo de los actos de hostilidad contra el comité de SST
No es una batalla entre Lima y Cusco. Es una exigencia nacional para recuperar uno de los activos más valiosos del país, tanto desde lo simbólico como desde lo económico. No podemos permitir que Machu Picchu se convierta en otro caso de turismo frustrado por populismo administrativo.
LEA TAMBIÉN: Incidente de ciberseguridad en Sunafil: ¿Y ahora qué hacemos?
Hay que actuar con visión de Estado. Porque gestionar bien Machu Picchu no es solo proteger un patrimonio: es proteger nuestro futuro.







