Las fuerzas están terminando de alinearse en ambos lados de la cancha para hacer frente a los últimos 30 días de campaña y a los debates pendientes.
Los de Perú Libre llevan la confrontación a un “fujimorismo versus antifujimorismo”, y eso quedó claro cuando se planteó el acuerdo con las huestes de Verónica Mendoza “para cerrarle el paso a la corrupción y al fujimorismo”. Intuyen que la única forma de vencer la resistencia y el miedo que existe entre los indecisos hacia la izquierda radical o al comunismo es apelando a un miedo o un odio supuestamente mayor, y por ello entonan el “fujimorismo nunca más”.
Mientras que los partidarios de Keiko Fujimori siguen llevando la campaña hacia “la defensa de la democracia y del modelo económico frente a la izquierda radical y el comunismo”. O sea, “democracia versus comunismo”. Estiman que la población que todavía duda o que puede cambiar su voto puede ser sensible a las advertencias que se hacen para evitar que el Perú reedite las nefastas experiencias del pasado o de algunos países latinoamericanos de la órbita comunista y chavista.
Pedro Castillo y/o Vladimir Cerrón han buscado y han logrado el apoyo político y técnico de la gente de Verónica Mendoza. Hay más diferencias –y muy grandes, como en el tema moral y familiar– que coincidencias ente ellos. Solo al final sabremos si este acuerdo suma o resta.
Y el candidato de Perú Libre firmó un compromiso en el que modera y rectifica –por lo menos en el papel– varios de sus planteamientos de primera vuelta y de las últimas semanas. ¿Lo convierte esto en otro Ollanta Humala, con la única diferencia que a Humala lo obligaron a firmar la Hoja de Ruta?, ¿pierde fuerza su propuesta de cambio radical ahora que gira al centro, a la moderación, a un supuesto respeto a la institucionalidad, y que acepta las reglas de juego del sistema?, ¿con estos compromisos firmados podrá llevar adelante las transformaciones que les prometió en primera vuelta a sus electores, y que lo convirtieron en la alternativa frente a una Verónica Mendoza que justamente era percibida como acomodada al centro para ganar el voto limeño y de los segmentos A/B/C, o a un Yonhy Lescano que fue decepcionando por su “moderación?, ¿con esto Pedro Castillo convence a más electores o decepciona a su base electoral?
En la otra orilla las adhesiones políticas se han acelerado sin compromiso de por medio, a pesar que hay algunos sectores que lo reclaman. Aquí hay más coincidencias políticas, ideológicas y económicas. Es más fuerte la resistencia a los planteamientos radicales de izquierda –sobre todo a los de Vladimir Cerrón y de Pedro Castillo, en ese orden–, que el antifujimorismo.
Sin embargo, esta adhesión no es orgánica, no se traduce en una propuesta programática o articulada, ni en apoyos más institucionales. Todo el peso de la campaña cae sobre la candidata. Quizás es ahí donde se expresa –sin decirlo– el deslinde político con el fujimorismo.
Las fuerzas se alinean pero la balanza la van a inclinar los “antis”. Porque hay gente de derecha o de centro que defiende el sistema que no quiere votar por Fuerza Popular. Y hay gente de centro o incluso de izquierda, pero conservadora en lo moral o familiar –sobre todo de provincias–, que no votará por Pedro Castillo porque no quiere a Vladimir Cerrón ni sus planteamientos, o, ahora, porque no comulga con las posiciones de Verónica Mendoza.
En 30 días sabremos si es mayor el anticomunismo o el antifujimorismo.