Escribe: Fernando Eguiluz, CEO de BBVA en Perú
En un reciente viaje al interior del país, recibí la invitación de un cliente muy importante para conocer su planta industrial. Con mucho entusiasmo, el empresario me explicó cada etapa de su proceso de producción agrícola, que genera desarrollo en su región y empleo para miles de personas.
Al finalizar la visita, con la intención de darle las mayores facilidades a sus trabajadores para realizar sus trámites financieros, le propuse la instalación de una oficina sostenible del banco dentro de su complejo.
Su entusiasmo ya no fue el mismo, su respuesta fue negativa y su argumento irrefutable: la inseguridad ciudadana.
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El empresario consideraba que una oficina bancaria dentro de sus instalaciones podría atraer la indeseable presencia de delincuentes en los alrededores y no estaba dispuesto a correr ese riesgo.
Esta preocupación no es gratuita, sino que cobra sentido mirando las cifras de inseguridad que se están registrando en el país. Según un informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática, durante el periodo julio - diciembre del 2023, el 27.2% de personas de 15 a más años a nivel nacional urbano han sido víctimas de un hecho delictivo, una cifra que ha aumentado 4.3% en comparación a similar periodo del 2022.
En diversos puntos de este informe se muestra que las cifras interanuales de inseguridad han aumentado, lo que conlleva a una sensación de intranquilidad en diferentes ámbitos de nuestra vida diaria: en la vía pública, yendo al trabajo o realizando actividades con la familia, es difícil sentirse tranquilo si la delincuencia pudiera estar cerca.
Hemos visto en los últimos días un ejemplo claro de esta situación, con un reconocido jugador de la selección peruana de fútbol y su negativa a jugar en un equipo de la liga peruana por amenazas a un miembro de su familia.
Hace unos meses, en una entrevista con este diario, comenté que “vengo del futuro”. Lo dije porque soy mexicano y en mi país la inseguridad ha crecido de manera consistente durante décadas y ya se conocen sus consecuencias.
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No deseo un futuro similar para el Perú, pero en cada reunión que tengo con clientes, con empresarios, pequeños, medianos y grandes, el tema de la seguridad es un común denominador. Todos me cuentan de las inversiones adicionales que están haciendo para proteger sus negocios, a sus familias y a su entorno.
En suma, se sienten cada vez más desprotegidos y tratan de recurrir a la autoprotección porque están perdiendo la confianza en las autoridades.
Estamos entrando en una situación delicada que algunos asocian a la fábula infantil del caldo de rana.
Les explico: un día, una rana entró a una olla de agua hirviendo. Inmediatamente, saltó para escapar de ella. No aguantó ni un segundo en la olla.
Otro día, esa misma olla estaba llena de agua fría. Una rana saltó dentro y nadó tranquila. Lo que la rana no sabía es que el agua se iba calentando poco a poco. Así que, al poco tiempo, el agua fría se transformó en agua templada. Pero la rana se fue acostumbrando, allí seguía, nadando plácidamente en ella. Poco a poco, el agua subió de temperatura. Tanto que llegó a estar tan caliente que, sin darse cuenta, la rana se convirtió en caldo.
Lo mismo puede pasar con la inseguridad. Hoy es parte de nuestra vida cotidiana, ocupa los principales espacios en los medios de comunicación y nos estamos acostumbrando peligrosamente a vivir así. Un día, sin darnos cuenta, podemos terminar desbordados como sociedad y convertidos en caldo de cultivo de riesgos mayores.
La seguridad es fundamental para las personas en todo sentido y es muy importante para atraer inversión. Todo país que necesita seguir creciendo y progresando, como es el caso del Perú, necesita inversión, confianza, estabilidad y reglas claras.
La crisis de seguridad es una amenaza que se debe combatir con la mayor celeridad. Es momento de que todos –los gremios empresariales, el sector público, la sociedad civil y las autoridades– trabajemos juntos para encontrar y adoptar medidas, que nos lleven a mitigar esta situación.
No dejemos que el Perú se convierta en un caldo de rana, sino que, al contrario, se muestre como un país fuerte, lleno de emprendedores y de gente de bien que quiere salir adelante.
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