Líder de Industria de la Vida y Cuidados de la Salud, Deloitte S-Latam Andina
Los sistemas de salud público y privado de la mayoría de los países latinoamericanos continúan colapsados debido a la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19. Por si fuera poco, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha advertido que la llegada del invierno austral agravará la compleja situación hospitalaria en el hemisferio sur, donde se espera un incremento considerable de contagios por coronavirus entre julio y agosto, los meses más fríos.
En Chile, Bolivia y algunas ciudades brasileñas ya suenan las alarmas, pues las listas de espera para camas en las unidades de terapia intensiva no dejan de incrementarse. En las ciudades costeras de Ecuador se ha identificado un aumento significativo de casos de dengue hemorrágico, mientras que, en Quito, la falta de insumos médicos en los quirófanos ya comienza a advertirse.
La escasez de vacunas contra el COVID-19 en la mayor parte de América Latina ha sido otro grave problema que no da tregua a las autoridades de salud de la región, quienes aún no han logrado masificar exponencialmente los servicios de vacunación para llegar a los niveles de la ansiada inmunidad colectiva.
Este escenario contrasta con la alta concentración de vacunas disponibles en Norte América. Por ello, no es extraño la reciente oleada de viajes hacia los Estados Unidos en busca de la anhelada inmunización. Una gran cantidad de personas que cuentan con la visa americana no han escatimado en planificar su viaje familiar para lograr que se vacunen los miembros más jóvenes de las familias, quienes siendo los últimos en los programas de inmunización oficiales, al mismo tiempo son los más expuestos.
Esta situación también fue estimulada por las agencias de viajes, que apostaron a recuperar algo del negocio turístico severamente golpeado por la pandemia. Es así como surgieron los paquetes turísticos que incluían vuelos en avión, traslado, hospedaje y, lo más importante, cita para vacunarse. Todo por alrededor de US$ 2,000 o US$ 3,000, dependiendo de la vacuna escogida y las disponibilidades de las aerolíneas y hoteles.
Sin pensarlo mucho, miles de personas, de los sectores más pudientes de Argentina, Colombia, Ecuador, México, entre otras naciones, han optado por viajar a alguno de los estados de la Unión Americana donde, sin importar su residencia, les son aplicadas las dosis necesarias para ser inmunizados contra el coronavirus.
Este fenómeno, conocido como turismo de vacunación, ha traído consigo algunos beneficios, pero también implica diversos riesgos y desafíos que las autoridades regionales están enfrentando.
Beneficios del turismo de vacunación
El flujo de viajeros del turismo de vacunación ayuda a la reducción del número de hospitalizaciones graves. Esto, desde luego, impacta de manera favorable en el sistema de salud. Entre más personas inmunizadas, menor la cantidad de pacientes críticos y potenciales defunciones.
Otro aspecto favorable del turismo de vacunación es el relativo a la salud mental de la población que, durante un periodo prolongado, ha tenido que quedarse en casa y restringido su socialización. Ahora, cada vez son más quienes están dejando atrás el aislamiento y comienzan nuevamente a compartir. En las calles se observa mayor movimiento de personas con una fuerte presencia de adultos mayores, quienes prácticamente están más próximos a completar su esquema de vacunación.
Visto desde ese ángulo, el hecho de tener más personas vacunadas por los viajes al exterior es muy importante. Pero, en realidad este aporte es marginal para alcanzar los niveles de inmunidad comunitaria y, por lo tanto, no necesariamente podremos evitar o contener una tercera ola de contagios en nuestros países. La realidad es que esta opción está al alcance de pocos que tienen la posibilidad de hacer este tipo de viajes.
Este escenario, sin duda, preocupa a muchos latinoamericanos que aún no tienen una fecha definida de vacunación en su respectivo territorio nacional. Hay muchas personas que ven cada vez más cercano y preocupante el regreso a los trabajos presenciales o la reapertura de las escuelas, colegios y universidades.
Desafíos y riesgos en torno al turismo de vacunas
Existen ciertos desafíos y riesgos en torno al turismo de vacunación en los Estados Unidos. Principalmente, debemos considerar que el coronavirus y sus nuevas cepas también se trasladan. Los viajes de vacunación son un riesgo tanto para el país receptor, como para las naciones de donde proceden los visitantes.
Para los norteamericanos, porque a pesar de los filtros y medidas de seguridad que se han impuesto para evitar contagios, como la realización de pruebas PCR, la toma de temperatura, entre otras, existe la posibilidad de que algún viajero que ingrese a su territorio pueda ser portador del virus, incluso siendo asintomático o mostrando un resultado negativo en su prueba.
Para los visitantes, el riesgo no es menor. A pesar de estar vacunados contra el covid-19, esto no significa total inmunidad contra el virus ni que no puedan transmitirlo a otras personas. De hecho, la vacuna solo ayuda a que, si llega a contagiarse, el impacto de la enfermedad no sea grave para su salud. En ese sentido, puede existir la posibilidad de que los turistas sean portadores del virus y puedan afectar la salud de familiares o amigos, en sus lugares de origen. Situación que se ha dado por el excesivo relajamiento de las medidas de prevención sugeridas.
Posibles soluciones
A pesar de que existen dificultades o limitantes económicas que desalientan los viajes al exterior (falta de dinero, visas o pasaportes) y ante el ritmo lento de vacunación, el turismo de vacunas parece aumentar cada vez más. No sólo se trata de un fenómeno local. Los turistas viajan desde países donde el ritmo de vacunación es lento, hacia otros que buscan reactivar su sector turístico a expensas de las vacunas. Sin duda, ello pone en evidencia una vez más la inequidad y la desigualdad, entre los países ricos que pudieron concentrar la mayor cantidad de vacunas y los que aún esperan por las dosis necesarias.
Afortunadamente, la región no se ha quedado de brazos cruzados. Se están generando múltiples iniciativas para la prevención de contagios. Por ejemplo, en varias ciudades se ha optado por sugerir el uso de aplicaciones digitales de trazabilidad de contacto entre personas. Ello permite a la población vacunada, al menos con una dosis, el acceso a bares y establecimientos, incluso sin mascarillas. Hay hoteles que permiten reuniones masivas con la presentación previa de pruebas PCR o certificados de vacunación.
Aunque estos mecanismos representan una alternativa segura de movilidad y convivencia, es indiscutible que la vacunación contra el COVID-19 representa el gran paso hacia la “normalización” de la economía y nuestras vidas. Acelerar los procesos de vacunación en la región permitirá cerrar la brecha existente entre dos realidades encontradas: por un lado, la de la esperanza revivida en quienes pueden y han podido acceder a ella y, por otro, la de aquellos países o personas que se ven obligados a seguir esperando.
Debemos reconocer que algunos países con excedentes de vacunas, como los Estados Unidos, están enviándolas a los países que más lo necesitan. Ya se ha visto que las donaciones que se han hecho a México, Ecuador, Venezuela, entre otros, han ayudado a combatir la enfermedad, y eso podría replicarse en el resto de América Latina.
Otra medida que podría ayudar a masificar y a hacer más eficaz el proceso, sería modificar los protocolos sanitarios para permitir que la iniciativa privada adquiera y distribuya las vacunas. En el caso ecuatoriano, ha sido muy positiva la gestión del Comité Empresarial del Sector Privado, quienes han dado un importante espaldarazo al Programa de Vacunación 9/100 con donaciones de insumos necesarios para garantizar la mejora en el abastecimiento y agilizar el proceso de vacunación en el país.