Periodista
Muchas veces se ha comentado que por cosas, hechos o acusaciones mucho menos graves, en el pasado reciente –y no tan reciente- han sido censurados ministros y gabinetes; se han obligado a renunciar o vacado presidentes, y hasta se han cerrado Congresos. Hoy, en una crisis tan profunda, a duras penas solo se censura a uno que otro ministro.
En el pasado reciente –y no tan reciente- por situaciones irregulares, acusaciones graves o decisiones muy controversiales de los gobernantes (Ejecutivo y/o Legislativo), la población hacía sentir su malestar o indignación, y protestaba abiertamente saliendo a las calles a manifestarse tratando de provocar una solución frente a aquello que la clase política no podía o no quería resolver. Hoy, con acusaciones tan graves y decisiones tan inexplicables, dañinas o hasta irracionales, la población no se manifiesta, no sale a la calle, no busca provocar una solución.
Para algunos, la calle todavía no despierta; para otros, la calle está esperando el momento, y hay los que piensan que todavía hay una distancia entre la calle y la clase política. Pero lo cierto es que la calle le es esquiva a los oficialistas y a la oposición; a los radicales y a los moderados; a las derechas, centros e izquierdas; a los “asambleístas” y a los “vacadores”.
Todas las convocatorias financiadas, preparadas y publicitadas para marchar o para movilizarse –bajo cualquier bandera o consigna- han terminado con muchísimo menos público del que buscaban, y hasta del que pesimistamente esperaban. Si sumamos todas las marchas convocadas y su logística y sus participantes, veremos que el saldo ha sido sumamente bajo.
Las únicas movilizaciones que tuvieron más público de lo pensado fueron aquellas que nadie financió, preparó, ni convocó; donde no hubo ni estrados ni oradores, ni consignas preparadas ni grupos organizados: la de Huancayo en protesta contra el Gobierno nacional y el gobierno regional, y la de Lima el 5 de abril.
Ha habido muchos factores que han provocado esta baja participación. No hay un liderazgo que atraiga; no hay una plataforma o una “causa” que convoque; ha habido una absurda “competencia” de convocatorias; no hay líderes ni oradores que atraigan; hay tantas marchas que ya se convierten en parte del paisaje sin novedad alguna; hay marchas contra todo y contra todos (contra Pedro Castillo, contra Cerrón, contra el Congreso por lo de Sunedu y otros temas); y hasta en las marchas se acentúan la polarización y los odios de tal manera que más que convocar, espantan.
Pero el problema no es solo la participación en las marchas. Esta aparente somnolencia profunda y prolongada, este supuesto adormecimiento e inactividad, tiene más que ver con un hartazgo, que con un tardío despertar. La gente está harta de un presidente y de un Ejecutivo que hacen lo que quieren y pueden sin que nadie les ponga freno. Está harta de un Legislativo que no resuelve, y que solo piensa en asegurar su permanencia. Está harta de ese “todos contra todos”, en donde ya no se sabe quién es el bueno y quién es el malo. Está harta de la derecha, el centro y las dos izquierdas, que dicen enfrentarse y luchar en defensa del pueblo, pero que no dudan en aliarse y trabajar juntos cuando se trata de defender sus intereses y de los que tienen detrás, aunque el pueblo pague la factura. Está harta de que aparezcan tal cantidad de denuncias, todos los días, todas diferentes, y ninguna se procese.
La población está harta de que todos critiquen y ataquen, pero nadie solucione.
Parece que la clase política todavía no se da cuenta que la población se hartó de todo, y por eso ya no le importa a quién se eligió en el TC, qué ley se dio, a quién interpelan, qué moción de vacancia se presenta, si la Sunedu se cae o no, y probablemente si se cierra el Congreso o vacan al presidente o no.
La población vive su vida, pelea sus batallas, busca sus recursos, mientras siente que la política viene perdiendo sentido para ellos. La población ya dejó de respetar a los gobernantes (nacionales o regionales), a los políticos, a la política. Y si esto es así, ¿por qué se la jugaría por unos o por otros?