Con semblante adusto y actitud desafiante, la presidenta Dina Boluarte procedió a responder preguntas de periodistas luego de presentar, junto a sus ministros, un balance de su Gobierno. Su exposición no duró tanto como su soporífero mensaje por Fiestas Patrias, pero fue igual de insustancial y corroboró que la mandataria vive disociada de la realidad. Y todo en vísperas del paro, que tuvo considerable convocatoria en Lima y otras ciudades, y cuyo mayor reclamo fue contra la inacción del Ejecutivo y del Congreso para detener la creciente ola de inseguridad que sufre el país.
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En la cosmovisión de la mandataria, el Perú está bien y su economía, mucho mejor. Es cierto que el PBI está creciendo, pero se debe principalmente al rebote estadístico, pues venimos de un año de recesión. Hay que recordar que sus ministros de entonces desperdiciaron meses diagnosticando los destrozos que causaron sus predecesores en la gestión de Pedro Castillo –Boluarte estuvo al frente del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social–, pero no supieron cómo mitigar los efectos de la caída de la producción y del empleo, pese a que el MEF aprobó recursos para una reactivación que nunca llegó.
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En otras palabras, si la economía nacional está mostrando un modesto crecimiento, no es mérito del Gobierno de Boluarte sino de las matemáticas y de la madre naturaleza, que decidió no castigarnos tanto como el 2023. Es por ese mismo motivo que el empleo está creciendo, aunque el discurso oficial pasa por alto que el mayor aumento es del componente público. Recordemos también que la administración pública no padeció ni un solo mes de contracción durante los malos tiempos. El inmenso peso de la recesión cayó en el sector privado.
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Boluarte no parece estar enterada de nada de eso. Ni siquiera tiene claros aspectos fundamentales de su cargo. Su estrenado estilo irrespetuoso con la prensa incluyó intentos de menospreciarla con frases como esta: “Para los que sabemos de administración pública”. ¿Acaso ignora que tiene que rendir cuentas de con quiénes se reúne y adónde viaja, sobre todo si lo hace con dinero de todos los peruanos? Y pese a que dijo lo contrario, sí está siendo investigada por actos de corrupción –por los relojes y joyas que admitió haber recibido del gobernador de Ayacucho–.
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En suma, la presidenta parece haberse reinventado. Ahora muestra una conducta que raya en lo autoritario y niega, con un toque de agresividad, las evidencias que la incomodan, además de defender con denuedo a ministros incapaces. ¿Serán manotazos de ahogada? ¿No se da cuenta, acaso, que las protestas podrían seguir, o incluso incrementarse, a medida que se acerque el proceso electoral? Se avizora un 2025 más convulsionado que el año actual. Y ello repercutirá en el consumo y las inversiones. Ante ello, no habrá excusa que valga.