MINERÍA. Esta semana, como sucede desde hace 33 años, se desarrolla Perumin, el mayor evento sobre la actividad que hay en la región. La oportunidad debe servir para reflexionar sobre lo que está ocurriendo en un sector tan importante para la economía del país, no en vano el año pasado representó casi el 10% del PBI y el 61% del valor total de las exportaciones. Sin embargo, es innegable que en los últimos 10 años enfrenta problemas de aceptación ante la población y más de un proyecto se encuentra detenido. El último de ellos es Tía María localizado en el mismo departamento donde se desarrolla Perumin.

En el ambiente en contra que vive la minería hay una corresponsabilidad entre el Estado y las empresas, pero el Estado visto no solo como Gobierno central, sino también a nivel de gobiernos regionales y municipalidades, pues muchas veces los recursos fiscales que genera la actividad no se utilizan en inversiones que permitan cerrar brechas sociales existentes. Ya es una noticia repetida saber del dinero que varias localidades con asentamientos mineros tienen en el banco sin invertir.

Hasta el momento, las autoridades no logran encontrar un camino que permita salir del entrampamiento en que se encuentran las empresas y las comunidades. Esta situación se agravó con el anuncio presidencial de hacer cambios en la legislación vigente. Si bien, como toda norma, dada su antigüedad puede tener necesidad de actualizarse, lo que preocupa es que el motivo del anuncio obedece más a una respuesta política frente a las críticas de los grupos anti mineros.

Hoy, el problema se agudiza por la intención de la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú de realizar las negociaciones colectivas ya no a nivel de empresas (como se viene dando) sino a nivel de rama, aun cuando la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía considera que ello no procede, lo que hace prever el inicio de un nuevo conflicto.

Por eso es necesario repensar cómo la minería puede enfrentar los problemas. Para ello se requiere un cambio de actitud cuyo primer paso es reconocer que existen problemas —la costumbre de mirar para el costado no funciona—, evaluar las diferentes propuestas existentes y recoger las experiencias de otros países de la región para ver cómo trabajan y con qué legislación cuentan. Cualquier solución debe pasar por no perder la competitividad, de lo contrario se terminaría matando a la gallina de los huevos de oro.