INFLACIÓN. Las medidas tributarias dictadas por el Gobierno de Pedro Castillo y el Congreso para reducir la inflación no funcionaron. Son varios los factores que lo explican, entre ellos el componente importado de la mayoría de productos exonerados del IGV, así como de los combustibles que fueron exonerados del ISC. Es que la alta inflación no es un fenómeno exclusivo del Perú, sino que ha afectado a casi todos los países; aunque en el nuestro hubo otros factores que agravaron la situación. El MEF no extendió las medidas en julio, ante su nula efectividad.
Pero en julio el Congreso, ávido por salir en la foto y necesitado de aprobación en las encuestas, rebajó de 18% a 8% el IGV que pagan restaurantes y alojamientos del segmento mype (pese a la oposición del MEF, Castillo promulgó la ley respectiva en agosto). Al cierre del 2022, los precios de dicho rubro habían aumentado 9.81%, lo que indica que la medida tampoco ha surtido efecto –recién caducará el 2024–. Dicha tasa fue mayor en más de un punto porcentual que la inflación general, que el año pasado fue 8.56% a nivel nacional y 8.46% en Lima y Callao.
Se ha vuelto tendencia que los precios aumenten más en el interior del país que en la capital. Trece ciudades registraron inflación anual mayor que la limeña. La lista la encabezan Cerro de Pasco, Huaraz e Ica (las tres con tasas superiores a 10%) mientras que otras siete cerraron el 2022 con tasas por encima de 9%. La única ciudad cuyos precios aumentaron poco, considerando el extendido encarecimiento de la canasta básica, fue Moyobamba. Tras el fracaso de las exoneraciones del IGV e ISC, el Gobierno optó por distribuir bonos, aunque esta alternativa tampoco es óptima.
No se han difundido datos sobre la efectividad de esa medida, pero a juzgar por los caldeados ánimos en gran parte del país, la inflación no ha dejado de perjudicar a la población, en especial la de bajos ingresos. Y volviendo a los factores que agravaron la situación en el Perú, el más perjudicial fue la ineptitud del Gobierno de Castillo para reducir la presión sobre los precios agrícolas, primero con la frustrada compra de fertilizantes, y luego con su falta de reacción ante la sequía en la sierra, que ha afectado cultivos de panllevar.
Ante este panorama, el BCR tuvo que seguir subiendo su tasa de interés para contener las expectativas inflacionarias. Lo está consiguiendo, pero a costa del encarecimiento del crédito. Habrá que esperar que el nuevo Gobierno no cometa los mismos errores que el anterior, y que el entorno externo no se complique más.