PRECAUCIÓN. La reapertura de la economía China, tras su contraproducente política de “cero covid”, significará un aumento de su demanda por commodities para sectores como industria y construcción. La minería peruana sería una de las beneficiadas, en particular, las exportaciones de cobre –si quienes protestan dejan de atacar yacimientos, amenazar a sus trabajadores o bloquear vías de acceso–. Pero también existen potenciales perjudicados, como la industria textil (que engloba la fabricación de prendas de vestir, tejidos e hilados), cuyas exportaciones han tenido dos años muy positivos.
Luego de un 2020 terrible, por culpa de la pandemia y de medidas desacertadas del Gobierno de Martín Vizcarra –por ejemplo, no permitió la producción local pero sí la importación de ropa–, las empresas exportadoras de prendas de vestir comenzaron a levantar cabeza el 2021 y lo cerraron con un aumento de sus ventas al exterior de 21.7% respecto del 2019 (el año previo a la pandemia). El valor exportado, US$ 1,224 millones, fue el más alto desde el 2014. Esos buenos resultados se repitieron el año pasado. Entre enero y noviembre, las exportaciones de confecciones sumaron US$ 1,308 millones, un 19.6% de incremento respecto del mismo periodo del 2021.
Entre los factores que explican esas cifras figura precisamente la política de “cero covid”. Los prolongados y obligatorios cierres de fábricas textiles en China, así como de sus principales puertos, hicieron que los compradores foráneos volvieran la vista a otros proveedores que no aplicaban confinamientos, como América Central, Colombia y Perú. Una de las ventajas competitivas de la textilería peruana es su rápida adaptabilidad a los pedidos de los clientes, además del uso de insumos de alta calidad, entre ellos el algodón, cuya producción también ha crecido notablemente: 168% entre enero y noviembre del año pasado, respecto del mismo periodo del 2021.
Pero la reapertura china podría significar que los compradores retomen sus negocios allá, sobre todo debido a los menores costos de producción y a la capacidad de aplicar economías de escala. Es un riesgo que tiene que abordarse de inmediato, a fin de apuntalar las fortalezas de las confecciones peruanas frente a las chinas. Por ejemplo, habría que apuntar a las nuevas tendencias de consumo como la “slow fashion” –uso de ropa de mejor calidad y más duradera, hecha con insumos orgánicos–. Otra necesidad clave es reforzar la promoción de esas exportaciones, que ha estado ausente demasiado tiempo, además de reforzar la competitividad vía las mesas ejecutivas.