Socio de Asesoría Financiera en Deloitte Perú
Si nos remontamos a octubre del 2019, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimaba un crecimiento de 3.6% del PBI en Perú para el 2020. Si bien no era el crecimiento estructural deseado para un país con el potencial como Perú, al menos representaba el doble del crecimiento estimado para sus vecinos latinoamericanos. En marzo del 2020, comenzó la desgracia que todos conocemos.
A partir de ese momento, las previsiones de crecimiento han ido variando de acuerdo a la evolución de la pandemia. En el reporte del FMI de abril del 2020, la previsión de crecimiento del PBI en Perú para el 2020 se corrigió a un -4.5% y en octubre del 2020 al -13.9%, siendo el país más impactado de América Latina junto con Argentina.
Estas caídas del PBI podrían resultar en que la pobreza monetaria de Perú vuelva a niveles anteriores al 2012, de acuerdo a las estimaciones del Banco Mundial.
Este hecho nos deja una reflexión tremendamente significativa que en ocasiones dejamos de lado: para tener claridad de la recuperación económica, necesitaríamos tener más claridad respecto a la crisis sanitaria.
La realidad es que, dicha claridad aún brilla por su ausencia por tres motivos: la incertidumbre sobre cuándo se producirían nuevas olas; las dudas sobre cuándo las vacunas estarían efectivamente a disposición de toda la población y cómo sería el proceso de vacunación de la población y el escepticismo secundarios de la aplicación de dichas vacunas.
Cuanto más se prolongan estas situaciones, más difícil es predecir para los gobiernos las políticas fiscales a aplicar y a los bancos centrales, las políticas monetarias a seguir, y a eso no ayuda en absoluto tampoco la poca continuidad política del país.
Las medidas tomadas por el momento como las entregas del bono universal familiar, los programas económicos de inyección de liquidez a la economía y el otorgamiento de garantías, han servido para paliar en algo (lamentablemente no para eliminar) los males, pero al mismo tiempo han disparado el porcentaje de déficit sobre el PBI para 2020, dado el incremento en el gasto público y la disminución de la recaudación del fisco por la disminución de actividad.
Por lo tanto, es necesaria la inversión en temas estructurales como infraestructura, educación y sanidad para construir un país mejor a largo plazo y reactivar la economía en el corto plazo. La educación es clave para asentar la diversificación sectorial tan necesitada para el país y evitar la dependencia de la evolución del precio de los metales e incrementar la productividad de la economía peruana, lo cual contribuiría también a la mejora de las infraestructuras.
Como se puede ver, a priori el panorama no sería tan alentador para el 2021, sin embargo, el hecho de caer tanto durante el 2020 provoca que las oportunidades de crecimiento sean mayores para dicho ejercicio. De acuerdo a las últimas predicciones del FMI, de octubre del 2020, el crecimiento del PBI para el 2021 sería de 7.3%.
Este repunte estaría ligado a la fortaleza de las medidas tomadas por el gobierno a la rápida recuperación de China, unida a la evolución favorable del precio de los minerales.