Hacer Perú
La pandemia y la crisis dejaron en claro que lo avanzado en cuanto a las capacidades y buen funcionamiento del aparato público era poco (e insuficiente). Pero también nos mostraron que estos magros avances eran no solo relevantes, sino imprescindibles para asegurar una provisión de servicios mínima a los ciudadanos, un buen manejo de la economía y la necesaria transparencia en la gestión de los asuntos públicos. Hoy desgraciadamente varios de esos limitados - pero vitales - avances están en riesgo.
Analistas, periodistas, académicos, exfuncionarios públicos y ciudadanos venimos expresando preocupación por la precarización del aparato público, por la contratación de personas sin las capacidades y experiencia necesarias para asegurar el funcionamiento del Estado y por la puesta en riesgo de instituciones públicas que con tanto esfuerzo venían consolidándose.
Estas preocupaciones no son un capricho ni una respuesta ante un cambio de orientación política. Responden al evidente deterioro de las capacidades de ejecución, implementación, transparencia y rendición de cuentas de nuestro aparato público. Este deterioro trae costos para todos los ciudadanos, pero con un impacto particularmente negativo en la vida de los grupos más vulnerables. Una gestión ineficiente de los presupuestos de inversión trae consigo una menor ejecución, en peor priorización de obras. Una implementación a cargo de funcionarios que recién están conociendo el sector público o que no están preparados para el desafío que gestionar el aparato público implica se traduce en servicios de peor de calidad, a destiempo y sin los controles necesarios. Un accionar sin los niveles mínimos de transparencia, sin controles efectivos, conlleva a acciones de riesgo y abre espacios para el avance de la corrupción que tarde o temprano pasarán su factura. Debilitar el aparato público es una mala estrategia, perdemos todos.
Hoy lo que toca es cerrar filas para evitar una erosión aún mayor del aparato público. Si bien siempre hay que tener claro lo que sería bueno hacer y lo que nos falta por implementar, hoy no parece haber espacio para exigirle al Gobierno que lo haga mejor, sino apenas que no ponga en riesgo lo avanzado, por insuficiente que sea. No se trata hoy de recomendar reformas o innovaciones, se trata de redoblar esfuerzos para cuidar lo que tenemos, lo poco que habíamos avanzado. ¿Cómo defenderlo? Dándole seguimiento, denunciando, exigiendo explicaciones, monitoreando la calidad de los servicios y acciones del Estado. Continuar con lo que se viene haciendo a través de distintos colectivos y acciones -comunicados, denuncias, revisiones de hojas de vida, etc.-, sin duda, pero hay que hacer más, y hay que lograr sumar a cada vez más colectivos y ciudadanos en ello.
Suena muy bien exigir mejores políticas y mejor gestión, con innovación y eficiencia, para obtener mejores servicios públicos y para avanzar en la agenda de desarrollo pendiente; suena también muy bien pedir que se convoque a los mejores cuadros para trabajar en el sector público. Pero seamos realistas, en la coyuntura actual, ambos pedidos suenan irreales. Seguramente los mejores no serán convocados, y si lo fueran es casi seguro que no aceptarían un encargo público en las condiciones actuales (salvo unos cuantos héroes que siempre hay). Y con certeza se puede afirmar que los espacios para proponer, repensar e innovar para generar mejores políticas públicas y mejoras en los servicios públicos son minúsculos (espacios que probablemente se restringen a los que pueden controlar unos pocos funcionarios resilientes o pequeñas islas de excelencia que aún se sostienen en el sector público).
Por ello, mejor concentremos los esfuerzos en proteger lo poco que tenemos: lo avanzado en materia de provisión de servicios, en la retención de buenos funcionarios y funcionarios de carrera, en mantener vigentes estrategias y políticas que ya han demostrado ser efectivas, incluso si están algo desactualizadas, y en preservar mecanismos que sostienen el funcionamiento del aparato público. Guardemos las propuestas más innovadoras, los reclamos asociados a como “deberían” ser las acciones, para otro momento.
Hoy, defender lo (poco) avanzado es lo que permitirá que más adelante se pueda reconstruir lo perdido y que se pueda volver a soñar con (y trabajar para) un sector público inserto en una trayectoria de mejora, que esté orientado a atender con calidad a todos los ciudadanos, que use evidencia, que logre resultados, que profundice la transparencia y que rinda cuenta de lo actuado, que persiga mayor eficiencia y eficacia en sus acciones, que cuente con una aproximación integral y multidimensional, que escuche las demandas ciudadanas, y que trabaje con un mínimo de sensibilidad para con quienes más necesitan del Estado.