Nuestro Estado no identifica plenamente a sus ciudadanos, no tiene padrones ni registros actualizados. (Foto: Gonzalo Córdova / GEC)
Nuestro Estado no identifica plenamente a sus ciudadanos, no tiene padrones ni registros actualizados. (Foto: Gonzalo Córdova / GEC)

Durante las últimas semanas, en la mayor parte de los países del continente se han producido diversas reacciones y decisiones frente a la falta de previsión, casi general de la mayor parte de los gobiernos, ante la irrupción de la pandemia del covid-19, en nuestros territorios.

Por un lado, la reacción airada y anunciada del presidente Trump, conocida el martes 14, de suspender los aportes de los Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS), bajo el argumento de no haber establecido sistemas de alerta efectivos de la gravedad de la situación –afirmación polémica– considerando el desempeño del organismo internacional desde diciembre del 2019, que sí permitió a varios países articular adecuadamente sus planes de contención y respuesta.

Coincidentemente el mismo día, el presidente Vizcarra, en su habitual conferencia de prensa del mediodía, anunciaba que se había alcanzado en el país, el esperado punto de inflexión en la curva de casos y que estos empezarían a disminuir; afirmación también polémica, y a juicio de salubristas y expertos, resultaba muy apresurada debido a varios aspectos relevantes del manejo de la crisis y lo observado en otros países sobre el comportamiento del covid-19.

Sin embargo, como ha mencionado el Presidente respecto de la pandemia, resulta una enorme oportunidad para mejorar como país y sociedad, aprendiendo de nuestros errores, identificando nuestras debilidades, potenciando nuestras fortalezas, con la finalidad de ingresar al Bicentenario con un nuevo Gobierno, tal como nos lo ha recordado, en cumplimiento irrestricto de nuestra Carta Magna; con mejores enfoques y actitud que permitirán reconstruir nuestra plataforma productiva, retomando en breve plazo la senda del crecimiento económico y el desarrollo.

“Esta crisis nos ha mostrado que existe una inmensa mayoría de peruanos que desea vivir con orden y disciplina, y que quiere que el imperio de la ley exista para todos, sin distingo”.

Recordemos que el Presidente ha anunciado que el manejo de la pandemia en el país tiene tres fases, desarrollando un cronograma tentativo; la primera fase, en la que nos encontramos, con medidas restrictivas drásticas, como el aislamiento domiciliario e inmovilización durante horas del día o días completos (hasta la absurda restricción por género), pero acatadas por la gran mayoría de peruanos y que sin ninguna duda carecieron del acompañamiento de medidas de recomendación mundial (OMS) en frases célebres “hagan pruebas, pruebas y más pruebas” por razones que en su oportunidad deberán revisarse, menoscabaron los resultados de dichas medidas. Todos hemos aprendido que son las pruebas diagnósticas moleculares y que son las pruebas serológicas –jamás equivalentes– y cuando deben utilizarse cada una de ellas, incluso a costa de pérdidas humanas.

La suspensión de las restricciones entonces, más allá de motivarse por haber llegado “al punto de inflexión de la curva de casos” fundamentalmente responde –según nuestra humilde opinión– al impacto socioeconómico amenazante de desbordes sociales en la búsqueda del pan de cada día (nuestra informalidad entre no profesionales y los propios profesionales tiene límites), que difícilmente se controlan con multas o persecuciones administrativas y/o judiciales, así como el gran número de enfermedades desatendidas innegablemente, al privilegiar las atenciones contra la pandemia y me estoy refiriendo a nuestros casos de TBC, TBC MDR, EXMDR, enfermedades crónicas, de alto costo, gestantes, anemia e inmunizaciones, entre muchas más, así como el propio impacto en la salud mental del ciudadano que podría traducirse en síndromes ansiosos depresivos, así como violencia familiar y sus nefastas consecuencias.

Es así que probablemente en la segunda quincena de mayo en adelante tendremos un proceso gradual de “desescalamiento diferenciado” de las medidas restrictivas seguramente por actividades laborales y áreas geográficas. No es necesaria gran pericia aritmética ni estadística para proponer ampliar horarios de atención (que disminuyan aglomeraciones) de mercados, supermercados, farmacias, bancos, entre otros. Sin duda, muchos trabajadores podrían completar sus labores en horarios y días flexibles.

Finalmente, expresó su voluntad de impulsar reformas sustantivas en la salud y la educación, las mismas que iniciarían entre el primer y segundo trimestre del 2021, en plena coincidencia con las próximas elecciones generales. Sin duda, en momentos poco oportunos y que correrían el riesgo de caer en provocaciones y ofertas populistas de más de un candidato restándole el análisis serio y responsable que nos merecemos todos los peruanos.

Por ahora, ha quedado más que claro que requerimos un verdadero Sistema de Salud articulado, equitativo y eficiente que garantice salud de calidad y seguridad orientado al ciudadano –promesa tantas veces anunciada y presentada pero incumplida–, en un modelo que privilegie el primer nivel de atención bajo un enfoque preventivo promocional. Para alcanzar esto, no debemos caer en las tentaciones de las “reformas” de triste recordación para todos los peruanos y en especial de la gran mayoría de actores de la salud que les tocó vivir de espaldas a las mismas. De esas reformas ya no necesitamos más.

Por ahora, en plena pandemia, nos toca enfrentar el impacto de la misma en diversos ámbitos socioeconómicos y culturales enmarcados en un plan sanitario que además de fortalecer el tercer nivel de atención (camas de hospitalización, de cuidados intensivos, equipamiento, insumos, recursos humanos, entre otros) debe potenciar e incluir al primer nivel de atención, que involucre los diversos actores sociales (centros de salud, municipalidades, iglesias y comunidades organizadas) y sean capaces, bajo la conducción del Minsa, de participar en el Cuidado Integral de la Salud (Atención Primaria de Salud: “Salud para todos por todos”, diría el célebre y recordado Dr. David Tejada de Rivero), permitiéndoles la identificación, registro, seguimiento y acceso a los servicios de salud de quienes resulten contagiados del virus covid-19.

Se hizo bien en designar a la Dra. Pilar Mazzetti como responsable del llamado comando operativo, dada su vasta experiencia en gestión pública, así como de las actividades hospitalarias propiamente dichas y que eran muy requeridas al interior del Minsa. Queda pendiente, y con urgencia, designar a (el) (la) responsable de la conducción de ese no menos importante frente entendido como primer nivel de atención

Otro aspecto importante mencionado por el propio Presidente es que somos una sociedad mayoritariamente informal, con un Estado peligrosamente débil y desestructurado, donde alrededor de 10 millones de peruanos carecen de DNI electrónico o no tienen una cuenta bancaria y por tanto son “invisibles e inexistentes” para muchas de las burocracias públicas y privadas. Dicho de manera fácil, nuestro Estado no identifica plenamente a sus ciudadanos, no tiene padrones ni registros actualizados. En esta fase, propongo empezar por fortalecer al hasta ahora olvidado CIAS (Comité Interministerial de Asuntos Sociales) y renovar totalmente al desfasado Sisfho (Sistema de Focalización de Hogares). Para todo esto, se requiere fundamentalmente decisión política. Miles de personas desprotegidas, muchas dejadas a su suerte, lo agradecerán.

Las tareas y los compromisos descritos son enormes y van a requerir el máximo esfuerzo del Gobierno. Si las cumple a cabalidad, el presidente Vizcarra podrá entregar el mando en julio del 2021 con la tranquilidad del deber cumplido y la frente en alto. Es necesario, para ello, un amplio diálogo de las fuerzas vivas de la sociedad en su conjunto, que permita, adicionalmente, trazar los lineamientos de las elecciones generales del 2021.

Además, debemos aprovechar las enseñanzas que deja esta crisis sanitaria que ha desnudado nuestras precariedades y expuesto, sin atenuantes, nuestras debilidades más inimaginables como país; pero que también nos ha mostrado que existe una inmensa mayoría de peruanos que desea vivir con orden y disciplina, y que quiere que el imperio de la ley exista para todos, sin distingo.