Por Cathy O’Neil
La pandemia de coronavirus ha expuesto algunos aspectos desagradables sobre la sociedad humana, en particular la forma en que la discriminación sistemática ha hecho que ciertos grupos, como los negros y los hispanoamericanos, se vuelvan más vulnerables.
Pero a medida que analizo la evidencia, surge una interrogante mayor: ¿nuestro fracaso en cuanto a abordar las profundas divisiones de raza y clase ha hecho realmente que este impacto sea mucho mayor de lo que debía ser para todos? En otras palabras, ¿los males sociales de la humanidad en cierto sentido causaron la crisis?
Lo que me hizo pensar fue un nuevo estudio que realizó la organización Measures for Justice en Milwaukee y que revela que la tasa de hacinamiento de un vecindario es el mejor indicador de la fuerza con la que el COVID-19 golpeó a su gente.
Esto parece lógico de una manera terrible, porque el hacinamiento masivo es la expresión extrema de la estructura social estadounidense: los sistemas policiales de la nación, que no surgieron fortuitamente de las patrullas que capturaban esclavos en el Viejo Sur, encarcelan de forma desproporcionada a personas pobres, de color y generalmente consideradas “distintas”.
Los investigadores suponen que, con el tiempo, el hacinamiento concentrado debilita las comunidades al desestabilizar a las familias y debilitar el bienestar físico y económico. Luego surge el COVID-19 y aprovecha esa debilidad, creando una base desde la cual propagar la enfermedad y la muerte.
Su conclusión coincide con muchos otros datos sobre cómo se ha desarrollado la enfermedad. En las ciudades más afectadas, ha contagiado y cobrado la vida de personas negras e hispanas a tasas mucho más altas que las personas blancas, abriéndose paso entre aquellos que no tienen más opción que salir a la calle y trabajar, en hogares de ancianos que albergan a personas de color y en comunidades desfavorecidas que ya se han vuelto susceptibles debido al hacinamiento y la contaminación ambiental.
Estos son los casos que han amenazado con colapsar hospitales y que han hecho necesarias medidas de confinamiento que han provocado la crisis económica más profunda desde la Gran Depresión.
Pero no es solo un problema de Estados Unidos. Por ejemplo, Singapur inicialmente fue elogiado por su éxito en frenar la propagación gracias a una combinación de pruebas, rastreo de contactos y cuarentena. Lo que sucedió después fue devastador: un brote descontrolado entre trabajadores extranjeros en su mayoría indios, bangladesíes y chinos, que viven en estrechos dormitorios con insuficiente jabón, rápidamente elevó el total de casos del país de 200 a más de 10,000.
El ministro de Desarrollo Nacional de ese país, Lawrence Wong, expresó la otredad percibida de las víctimas cuando describió la situación como “dos infecciones separadas”, de las cuales solo una circulaba “en nuestra propia comunidad”. Los trabajadores extranjeros también han resultado ser vulnerables en Arabia Saudita.
Bien, pero ¿qué pasa si he elegido estos ejemplos para demostrar que, si la gente quiere que sus sociedades y economías sean resilientes, primero debe abordar la desigualdad, el racismo, la pobreza y el hacinamiento masivo? ¿Acaso no se encuentran bastante bien algunos países con todo lo anterior? Malawi, por ejemplo, es un país profundamente desigual con una alta tasa de infección por VIH, pero hasta ahora solo ha reportado cuatro muertes por covid-19. La tasa de mortalidad podría mantenerse baja dada la juventud de la población del país, con una edad promedio de 17 años.
Sugeriría que esperemos y veamos. Brasil, una sociedad extremadamente desigual, es un desastre. Rusia, con una tasa de hacinamiento extremadamente alta (aunque no tanto como la de EE.UU.), está experimentando un brote muy grave (de nuevo, no tanto como el de EE.UU., si confiamos en los datos oficiales rusos). Otros países que se destacan en una o más dimensiones de desigualdad pronto podrían verse afectados.
Es difícil demostrar la causalidad en casos como este. Pero si tengo razón, si la desigualdad, el hacinamiento y el racismo empeoran las pandemias, entonces surge un imperativo económico y moral. Todos debemos trabajar activamente para lograr una sociedad menos racista, menos punitiva y más igualitaria, tanto para la autoconservación como porque es lo correcto que hay que hacer.