La sensación de deterioro en la plaza Echaurren, cerca del corazón de Valparaíso, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, en Chile, es palpable.
En una típica tarde de domingo, la cafetería Emporio Echaurren baja sus persianas metálicas para evitar intentos de robo. A la vuelta de la esquina del frontis quemado del palacio Subercaseaux, se ven edificios abandonados, con sus techos derrumbados y ocupantes ilegales que se han tomado las plantas bajas.
Cecilia Jiménez, arquitecta que ayudó con la candidatura para que la ciudad se convirtiera en Patrimonio de la Humanidad en 2002, dice que eso es suficiente para hacer llorar. Dice que en 2003 había una enorme energía que ya no existe.
Conocido por su arquitectura urbana de fines del siglo XIX y su red de funiculares de madera y metal que atraviesan las laderas de sus cerros, salpicadas de torres de iglesias, Valparaíso fue también el centro financiero original de Chile. El nombramiento de sitios de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad tenía como objetivo proteger sus grandiosas fachadas de un mayor deterioro, casi 100 años después de que la apertura del canal de Panamá desviara el comercio del que había sido un importante centro de exportación.
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Si bien la designación no abre automáticamente el acceso a más financiamiento para la renovación de un sitio, sí generó publicidad para el área, atrayendo inicialmente turismo e incentivos gubernamentales.
En Valparaíso, los subsidios provinieron de la agencia estatal de desarrollo económico Corfo y del Ministerio de Vivienda. Un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo también generó inversiones, con lo que se abrieron hoteles boutique y elegantes restaurantes en los cerros Alegre y Concepción.
Para la renovación apenas llegó al puerto y a áreas comerciales y ahora está en retirada, ya que muchos de los edificios clásicos de la ciudad no se han reparado.
Gonzalo Vargas, copropietario de Vitamin, un restaurante ubicado en el centro, cerca de la plaza de la Victoria, señaló que la gran diferencia es el crimen, la inseguridad imperante, ya que una vez que se esconde el sol, hay que cerrar todo, dijo.
Para los miles de turistas que visitan la ciudad cada mes, puede parecer que Valparaíso tiene una doble personalidad.
Cerro Alegre es una hermosa colección de edificios de hierro corrugado en tonos pastel con impresionantes vistas de la bahía. El área es relativamente segura, limpia y llena de vida los siete días de la semana, tras recuperarse del impacto que tuvo la pandemia de covid-19 en la industria turística.
La zona comercial ubicada al pie del cerro es otra historia.
Las protestas antigubernamentales que se desataron a fines de 2019 tuvieron un fuerte impacto en la ciudad. Personas saquearon tiendas, rompieron ventanas y llenaron las paredes de grafitis. Algunas de las tiendas y bancos siguen con cierres de seguridad más de tres años después.
Esteban Cuevas, de 62 años, dijo que hace poco tuvo que esquivar un charco de sangre cuando instalaba su puesto callejero después de que una pelea entre pandillas dejara una persona muerta. Después de 21 años al frente del puesto, dice que seguirá adelante, pero que la ciudad se ha vuelto más violenta. En un aspecto más mundano, se queja de que hay grafitis en todas las paredes. Dice que hace un par de semanas pintaron el área; se veía bonita, pero dos días después fue vandalizada de nuevo, relata.
La economía de Chile tuvo el crecimiento más rápido del mundo en 2021, impulsada por subsidios del Gobierno y gracias a que la población pudo retirar dinero de sus fondos de pensiones. La actividad económica ahora se está estancando debido a la brusca caída en el gasto de los consumidores en medio de una inflación de dos dígitos. Chile es la única gran economía de América Latina que se espera que se contraiga en 2023, según datos recopilados por Bloomberg.
Una delegación de la Unesco, el organismo de las Naciones Unidas que certifica los Patrimonios de la Humanidad, visitó Valparaíso en noviembre y está elaborando su informe.
Muchas de las personas de la industria local y de asociaciones de vecinos con las que se reunieron pidieron a la organización que agregue a Valparaíso a la lista de patrimonios mundiales en peligro, según informes locales, una medida que podría instar a que el Gobierno de Chile tome nuevas medidas para salvaguardar el sitio.
También destacaron la falta de programas para renovar y desarrollar la ciudad. La Unesco declinó hacer comentarios mientras redacta su informe. Solo tres lugares denominados como Patrimonio de la Humanidad han sido eliminados de la lista de la Unesco, incluida la ciudad inglesa de Liverpool el año pasado.
Carolina Pérez, subsecretaria del Patrimonio Cultural, sostuvo que son conscientes de los desafíos que ha tenido que enfrentar la ciudad, especialmente durante la pandemia, ya que el área turística se vio muy afectada y que creen que el gran desafío que tienen como Estado es contribuir al desarrollo de iniciativas que lleven al crecimiento de la región.
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En el centro de esas iniciativas está una nueva corporación municipal para administrar el sitio. El grupo incluye a Pérez, el alcalde de Valparaíso, representantes del gobierno regional, un delegado presidencial y miembros de la comunidad local. Si bien la decisión de crear la corporación se tomó en diciembre de 2021, aún no ha comenzado a operar.
Mientras tanto, cuanto más violenta y llena de grafitis se vuelve la ciudad, más turistas se retiran a los cerros de arriba. Los pocos cafés y restaurantes sofisticados que quedan más cerca de la costa parecen puntos aislados.
Un jueves por la tarde en diciembre, personas que bebían lattes en el renovado Emporio Echaurren miraban hacia la plaza homónima, donde gran parte de la población indigente de la ciudad estaba apostada en carpas o dormía en bancos. Al otro lado de la plaza, un vendedor ambulante pateaba reiteradamente en la cabeza a una mujer que estaba sentada en la cuneta, aparentemente insensible a los golpes.
Otros vendedores y personas que esperaban en una parada de tranvía cercana observaban.
La ciudad registró 18 homicidios en los primeros nueve meses de 2021, la misma cifra que todo el año anterior, según datos gubernamentales. El trimestre entre enero y marzo fue el más sangriento que se haya registrado desde 2005, con 10 muertes.
Igualmente preocupante para las autoridades de la ciudad es que el deterioro está comenzando a invadir los cerros. Algunos de los funiculares que llevan a las personas a los cerros están deteriorados, sus vías de metal están cubiertas de maleza.
En el empinado camino al costado del ascensor El Peral hacia Cerro Alegra, uno de los primeros edificios es el abandonado Amazing Hostel, donde se arrancaron tablas de las ventanas para dejar entrar a los saqueadores. Otro edificio está quemado, sus vigas ennegrecidas están amontonadas en el callejón afuera.
En la parte superior del camino, en el Paseo Atkinson, artistas y músicos atraen a los turistas que pasan frente a casas y tiendas restauradas del siglo XIX con vistas panorámicas. También a plena vista, esa misma tarde de diciembre, un vendedor ambulante preparaba líneas de polvo blanco.
El funicular de Cienfuegos ha sido restaurado y recientemente reabierto en las cercanías, pero los lugareños detienen a los turistas en la calle para advertirles que no se adentren a un barrio que se considera peligroso.
Francisco Chahuán, senador por la ciudad, dijo que Valparaíso está en un estado de abandono permanente y que la solución es que todos los actores trabajen juntos, más allá de las trincheras políticas e ideológicas, para salvar la ciudad.
El experiodista londinense Ed Shelton se mudó a Valparaíso en 2004 con su esposa chilena. Abrió una pizzería y luego un hotel. Durante una década, el negocio iba bien.
Pero a partir de 2015, las ganancias comenzaron a disminuir. El deterioro se aceleró con el “estadillo social” y luego con la pandemia. Shelton tuvo que reducirse, cerró el hotel de forma permanente y vio cómo otros extranjeros que habían comprado grandes casas y las habían reformado empezaban a irse.
“Si miro las fotografías que tomé cuando llegué, la ciudad es hermosa y fresca, con colores brillantes”, dijo Shelton, de 58 años. “Se ve cierto deterioro arraigado”.