La economista búlgara Kristalina Georgieva está emergiendo como una voz poderosa para los países más pobres, mientras la pandemia de coronavirus está hundiendo al mundo en una feroz recesión que amenaza con sumergir en el caos a las economías más desarrolladas.
La jefa del Fondo Monetario Internacional creció tras la “cortina de hierro” de la Unión Soviética y frecuentemente ha mencionado cuán doloroso fue ver a los ahorros de su madre desaparecer de la noche a la mañana con la crisis monetaria de la década de 1990.
Ha sido obstinada al enfatizar en la necesidad de salvar a las naciones más pobres del mundo, que representan cerca de un cuarto de la población global, de una plaga similar.
El impacto del coronavirus se está magnificando en las naciones de economías emergentes por sus condiciones de aglomeración, derribando los precios de las materias primas y generando una huída masiva de capitales.
Junto con su antiguo jefe, el presidente del Banco Mundial, David Malpass, y con la Organización Mundial de la Salud, Georgieva está presionando a China, Estados Unidos y otras economías del G-20 para que suspendan temporalmente los 14.000 millones de dólares en pagos de deuda de los países más pobres que se vencen hasta fines de este año.
“Estos son tiempos para los que el FMI fue creado: estamos aquí para desplegar la fortaleza de la comunidad global, para que ayudemos a proteger a las personas más vulnerables y revitalicemos la economía”, dijo en un discurso el jueves, antes de la reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial.
“Ellos necesitan con urgencia de nuestra ayuda”.
Georgieva, que asumió como directora gerente en octubre del año pasado, es la primera persona de una economía emergente en encabezar al FMI, que fue establecido para revertir los efectos debilitantes de las políticas económicas nacionalistas después de la Gran Depresión.
Descrita por sus colegas como “una fuerza de la naturaleza”, “incansable” y una “máquina”, las directrices para manejar la crisis de Georgieva a veces la llevaron a enviar video selfies a su personal y a hacer llamados telefónicos en plena noche a jefes de Estado.
Había advertido de los peligros del coronavirus cuando ya se gestaba la epidemia en China, al decir ante cientos de autoridades en la Conferencia de Seguridad de Múnich a mediados de febrero: “Tenemos que orar para que suceda lo mejor y prepararnos para lo peor”.
Desde entonces, el virus se propagó a cientos de países y ha matado a más de 100,000 personas.
La semana pasada, Georgieva hizo otra advertencia: “No hay dudas de que el 2020 será excepcionalmente difícil”, dijo. Pero añadió que las cosas podrían empeorar más en 2021, dependiendo de las acciones que tomen ahora las naciones más ricas.
-Éxodo de capitales-
Europa y Estados Unidos están teniendo dificultades para contener al virus. Pero los países pobres, con sistemas de salud más débiles y sectores urbanos densamente poblados, son de hecho más vulnerables a nivel económico.
Muchos están atenazados por sus niveles récord de deuda y la caída de los precios de las materias primas que exportan, y han sufrido un éxodo de capital por 100,000 millones de dólares, de acuerdo a Georgieva.
Sus habilidades de negociación se pondrán a prueba en las reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial esta semana. Las conversaciones, que se llevarán a cabo online en lugar de llevar a más de 10,000 personas a Washington, serán fundamentales para los esfuerzos de alivio de la deuda.
Georgieva está “haciendo todo lo que puede”, dijo James Boughton, exhistoriador oficial del FMI. “Pero ella no podrá hacer mucho más sin la ayuda del G-20. En última instancia, el FMI es un agente de los grandes países ricos”, explicó.
A pesar de que Estados Unidos se acercó al nacionalismo con la presidencia de Donald Trump, Georgieva tiene el respeto de algunos miembros de alto rango de su equipo.
“Ella es una líder eficiente y profundamente comprometida con la misión del FMI”, dijo a Reuters el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, en un comunicado. “Y estoy totalmente seguro de que liderará el Fondo con visión y creatividad durante este período desafiante”.
Sus conexiones con otra poderosa fuerza global, el Vaticano, la ayudaron a calmar una crisis inminente con Argentina después de la elección en 2019 de un Gobierno que hizo campaña contra el FMI.
Georgieva y el ministro de Finanzas argentino, Martín Guzmán, allanaron el camino para mejorar las relaciones durante una conferencia celebrada en febrero por el Papa Francisco, según Eric LeCompte, director ejecutivo de Jubilee USA Network, una organización sin fines de lucro de reforma financiera.
“Es una bendición que tengamos a alguien con experiencia en países en desarrollo al frente del FMI. Creo que es por eso que estamos viendo movimientos rápidos en algunas propuestas bastante audaces para salvarnos de una crisis financiera u otra Gran Depresión”, detalló.