El 28 de agosto de 1994, dos saharauis fueron los primeros inmigrantes irregulares de los que se tenga registro que tocaron tierra en Canarias venidos desde África. Desde entonces, más de 200,000 han llegado a España por esta peligrosa ruta en la que navegan cientos de kilómetros en precarias embarcaciones.
El trigésimo aniversario de la apertura de la llamada ruta canaria coincide con una gira del presidente del Gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, a Mauritania, Gambia y Senegal, países desde donde parten muchos de los inmigrantes.
Sánchez intentará que estos países pongan coto a estas salidas, luego de un alza espectacular en el número de llegadas a Canarias, archipiélago atlántico ubicado frente a la costa noroeste del continente africano, que alcanzaron un récord histórico de 39.910 en 2023.
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Una cifra que podría superarse este año: para mediados de agosto ya habían recalado en las islas más de 22,000 migrantes, más del doble que el mismo periodo de 2023.
El viaje de Sánchez se produce en momentos en que Mauritania acoge a unos 200,000 refugiados víctimas de la inestabilidad en el Sahel, entre ellos muchos malienses, potenciales candidatos a salir hacia Canarias, según una fuente española.
La crisis de los cayucos
Según datos aportados por el Ministerio del Interior, desde 2006 llegaron a Canarias 186,811 inmigrantes, pero según informes previos de ese ministerio, al menos 30,000 más lo hicieron entre 1994 y 2006, por lo que la cifra total asciende a más de 200,000.
Todo comenzó el 28 de agosto de 1994, cuando dos saharauis arribaron en una pequeña embarcación de madera a la isla de Fuerteventura, para solicitar asilo político.
Desde entonces, la ruta fue siendo cada vez más usada hasta que llegó 2006, año de la llamada crisis de los cayucos por la explosión de llegadas de africanos subsaharianos en esas embarcaciones. Ese año se registraron 31.678 entradas, un récord que solo se superó en 2023.
Al “subirte” a un cayuco, lo primero que surge es “el miedo a morir”, recordó a AFP en meses pasados el senagalés Younousse Diop, quien desembarcó en Canarias durante la crisis de 2006.
El viaje de once días “fue un gran infierno”, con “días y noches duras”, señaló Diop, quien hizo la travesía con solo trece años.
Acuerdos entre España y países como Senegal y Mauritania para deportar a sus ciudadanos y desembolso de ayudas a cambio de detener las salidas hicieron que la ruta canaria decayera, hasta finales de la década de 2010 y sobre todo principios de 2020, cuando volvió a tomar auge ante el endurecimiento de los controles en el Mediterráneo.
Una ruta mortífera
La ruta canaria, que implica largos trayectos en inestables embarcaciones desde Marruecos o el Sáhara Occidental, a unos 100 km, pero también desde Mauritania, Senegal, o hasta Gambia, a unos 1,000 km, es muy mortífera.
Durante la travesía, los cayucos quedan a merced de las fuertes corrientes, que provocan naufragios o hacen que algunos sigan de largo sin alcanzar Canarias y terminen en Brasil o República Dominicana, con todos sus ocupantes muertos, como ocurrió en meses pasados.
Según indicó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en la ruta canaria han muerto o desaparecido al menos 4.857 desde 2014.
Una cifra que Caminando Fronteras, una ONG española que vela por las embarcaciones en apuros, eleva a 18.680 personas desde enero de 2018.
La explosión de las llegadas ha desbordado a las autoridades de Canarias, sobre todo de menores no acompañados, que a diferencia de los adultos son responsabilidad exclusiva de las regiones.
El presidente regional canario, Fernando Clavijo, interpeló directamente a la Unión Europea para que cumple con sus responsabilidades, teniendo en cuenta que parte de los inmigrantes no se quedan en España, sino que siguen hacia otros países europeos.