Los hoteles, restaurantes y aeropuertos de la mayoría de los destinos turísticos de Suramérica prácticamente ya recuperaron su bullicio habitual, tres años después de que la pandemia dejara el sector en añicos.
Pero desde el Cristo Redentor de Río al Obelisco de Buenos Aires, lo que sigue escaseando, en mayor o menor medida, es el acento extranjero, un hecho que ha obligado al sector a cimentar su recuperación con los viajeros internos.
En Argentina, Chile o Brasil, las autoridades esperan que 2023 sea el año en el que las cuotas de turistas extranjeros por fin superen los números previos a la pandemia, algo que ya logró Uruguay.
De este grupo, el que más difícil lo tiene es Brasil, puesto que solo ha recuperado 3.5 millones de turistas extranjeros de los 6,3 millones que llegaron en 2019, mientras que en Argentina y en Chile ya se ha alcanzado entre el 70% y el 75% del nivel previo al COVID-19.
La nota discordante la pone Perú, donde la honda crisis política y las protestas de las últimas semanas han espantado a los viajeros e incluso algunos países, como Brasil y Estados Unidos, recomendaron a sus ciudadanos evitar hacer las maletas rumbo a destinos como Machu Picchu.
Carnaval a tope
Las perspectivas en Brasil son más halagüeñas para este año, cuando por fin el Carnaval de Río volverá a su fecha habitual y no habrá ninguna restricción para la fiesta que más gusta a los extranjeros.
“La expectativa es igual a la fiesta de Año Nuevo: llegar a prácticamente el 100 % de ocupación hotelera. A tres semanas del Carnaval, llegamos prácticamente al 90 % de la ocupación, eso muestra que Río de Janeiro va a recibir con glamour a todas las personas que vengan”, dijo a EFE el presidente de la agencia de promoción turística de Río, Riotur, Ronnie Aguiar Costa.
Con el empuje del sambódromo, Brasil puede cerrar finalmente el agujero económico que causó la pandemia a este sector, que a pesar de nutrirse principalmente del enorme mercado interno, todavía se mantiene en niveles de actividad un 2,5 % por debajo del que tenía en febrero de 2020.
Año de la “normalización” en el Cono Sur
Uruguay ha liderado la recuperación del turismo en el Cono Sur y ha tenido el mejor inicio de año que se recuerde, según dijo a EFE el viceministro de Turismo, Remo Monzeglio.
Sin embargo, las playas de Punta del Este están viendo una tendencia que se repite en la mayoría de la región: los turistas brasileños están al alza y los argentinos, a la baja.
Esto se debe a que los argentinos, por la necesidad de gastar su moneda local por la alta inflación y por las dificultades para comprar divisas, se tienen que quedar en casa.
Una consecuencia de esta situación, combinada con un programa gubernamental de promoción del turismo (PreViaje), fue que Argentina logró superar los niveles prepandemia en turismo interno en 2022.
Respecto al turismo internacional, se llegó a 3.9 millones de turistas en el 2022, según el Ministerio de Turismo, aunque en el último trimestre el nivel todavía era del 75% de la prepandemia.
Este año, el país busca recuperar los niveles del 2019 en turismo internacional y, en especial, se ilusiona con las perspectivas positivas de la temporada de cruceros.
La recuperación del turismo receptivo está motorizada por la llegada de turistas de la región, en particular, de Uruguay y Estados Unidos, emisores que ya superan los niveles prepandemia.
En Chile, el panorama es parecido y se espera la llegada de 1.6 millones de turistas extranjeros, un 70% de lo recibido durante una temporada estival prepandémica, según datos de la Federación de Empresas del Turismo (Fedetur).
Estos números contribuirían para una “normalización” de las operaciones del sector, tras tres años complejos, plagados de restricciones sanitarias y remecidos por una fuerte contracción económica.
En total, se prevé la llegada de cerca de 30 millones de viajeros, un 26.6% más que en el mismo periodo 2022, en buena parte con la contribución del turismo interno, que se ha resentido por la elevada inflación y la crisis económica.
Perú, en crisis
Muy diferente es el panorama para Perú, otra de las potencias turísticas de la región, donde al golpe que supuso la pandemia lo siguió el de las turbulencias políticas.
Desde diciembre pasado, el país andino vive enfrascado en una crisis a la que no se ve final y en la que los manifestantes antigubernamentales impiden el acceso a las grandes joyas turísticas como Machu Picchu y las líneas de Nazca.
“Antes de la pandemia, recibíamos 4.6 millones de turistas, el año pasado, 2022, hemos recibido un aproximado de 1,6 millones y este año 2023, con todo lo que está habiendo, yo no creo que lleguemos ni al medio millón”, explicó a EFE el presidente de la Asociación Peruana de Agencias de Viaje y Turismo (Apavit), Ricardo Acosta.
El representante gremial añadió que, a raíz de las protestas y bloqueos de carreteras contra el Gobierno de Dina Boluarte, fueron canceladas las reservas del turismo receptivo hasta aproximadamente mayo de este año en destinos como Cuzco, Puno, Arequipa, Ica y Piura.
“Una ciudad como Cusco, una ciudad netamente turística, no puede estar en protesta tras protesta, la gente necesita trabajar”, afirmó Acosta en referencia a la antigua capital del imperio de los Incas y puerta de ingreso a la ciudadela arqueológica de Machu Picchu.
La crisis en el sector fue confirmada esta semana por el ministro de Economía, Alex Contreras, quien afirmó que esta actividad “está en recesión”, pero confió en que sea temporal.
“El turismo es un sector transversal, pero si vemos variables indirectas, por ejemplo, lo que está pasando en el sector alojamiento, en el sector restaurantes, en artesanías, estamos hablando de una contracción severa”, declaró Contreras durante una presentación de los planes de reactivación.
Fuente: EFE