Por Shuli Ren
Últimamente se han hecho muchas comparaciones entre el colapso de Lehman Brothers Holdings Inc. y el apocalipsis de China Evergrande Group, el desarrollador inmobiliario más endeudado del mundo.
Pero no se parecen en nada. Lehman era un banco de inversión de primer nivel que pasó de menos a más durante la crisis de las hipotecas de alto riesgo del 2007. Por otro lado, Evergrande, una presencia conocida en los mercados de capitales de Hong Kong durante años, siempre ha sido una empresa deficiente.
Durante casi una década, los críticos han puesto en evidencia a Evergrande, cuestionando la calidad de los activos de sus propiedades no vendidas y preguntando si sus auditores estaban dormidos. Todas esas advertencias cayeron en saco roto, y el desarrollador convertido en conglomerado siguió viviendo al límite.
El jueves, sin embargo, Pekín finalmente dijo a los Gobiernos locales que se prepararan para el posible colapso de Evergrande, informó el periódico Wall Street Journal. La pregunta sin respuesta es por qué la República Popular de China y sus reguladores, a menudo despiadados, permitieron que continuara durante tanto tiempo.
La crisis de liquidez de Evergrande se produjo porque todo su capital de trabajo está vinculado a su inventario, compuesto en gran parte por US$ 202,000 millones en proyectos inmobiliarios sin terminar.
Cuando los proveedores y empleados que no habían recibidos sus pagos —a los que además se les había pedido que compraran productos de gestión patrimonial vendidos por la empresa— llamaron a su puerta, todo lo que Evergrande podía ofrecer en términos de reembolso fueron apartamentos no vendidos, fachadas de tiendas y estacionamientos vacíos.
Algunas propiedades se ofrecieron a los acreedores con un descuento de hasta el 52%, lo que da una idea de su verdadero valor de mercado. No debería ser una sorpresa: hace cinco años, GMT Research advirtió de la existencia de “activos muertos”.
Quizás los inversionistas optaron por ver la parte positiva porque las autoridades estaban del lado de Evergrande. En el 2016, la Comisión de Valores y Futuros de Hong Kong (SFC, por sus siglas en inglés), que regula los mercados financieros de la ciudad, declaró que el vendedor al descubierto estadounidense Citron Research y su fundador Andrew Left eran culpables de mala conducta de mercado por su evaluación negativa de Evergrande.
“Left utilizó un lenguaje sensacionalista en su informe en el que afirmaba que Evergrande era insolvente y estaba involucrado en un fraude contable”, dijo la comisión. Left respondió diciendo: “La opinión de este tribunal simplemente reprime los comentarios negativos”. Evergrande es una de las acciones con más ventas en corto de la bolsa de Hong Kong.
Los vendedores en corto ahora pueden sentirse reivindicados. Pero en todo caso, la decisión de la SFC del 2016 simplemente podría haber envalentonado a Evergrande.
Su fundador, Hui Ka Yan, se ha apoyado en poderosos amigos magnates del centro financiero y, a lo largo de los años, han presionado a los detractores, han ayudado a Hui a recaudar miles de millones de dólares en financiamiento de capital e incluso han consolidado su control de un banco regional chino, que casualmente cotiza en Hong Kong. Ser propietario de un banco puede ser muy útil para un desarrollador cuyo balance está al límite.
Todo lo que hizo la SFC fue emitir declaraciones de “alta concentración accionaria” en dos ocasiones, en el 2015 y 2020, ambas para la que entonces era la división de salud de Evergrande, advirtiendo que las acciones estaban en manos de un pequeño grupo de inversionistas. Esa unidad pasó a llamarse China Evergrande New Energy Vehicle Group Ltd. y, a principios de agosto del 2020, el 94.8% era propiedad de Hui y 18 accionistas, incluidos sus amigos magnates. Sus acciones han sido más volátiles que el bitcóin.
Evergrande se convirtió en el mayor emisor de bonos en dólares de alto rendimiento de Asia. Su gran tamaño y liquidez hizo que los mayores administradores de activos del mundo, desde Pacific Investment Management Co., o Pimco, hasta BlackRock Inc., tuvieran participaciones. El año pasado tenía pasivos con 128 bancos. ¿Qué tipo de exposición podrían tener los bancos mundiales, como HSBC Holdings Plc y JPMorgan Chase & Co.?
Si las tradiciones de laissez-faire de Hong Kong excusan su laxa regulación de Evergrande, la inacción al otro lado de la frontera, en China continental, es igual de desconcertante. Pekín había prometido reducir el apalancamiento corporativo a fines de 2017; fue durante este período que la cantidad de deuda de Evergrande se disparó.
¿Estaban distraídos los férreos reguladores de Pekín? En el 2017, China estaba ocupada sacando su látigo a conglomerados como Anbang Insurance Group, HNA Group Co. y otro desarrollador inmobiliario, Dalian Wanda Group Co., por las compras globales impulsadas por la deuda, que se consideraban una forma de sacar dinero de China.
Evergrande se comportó como un buen ciudadano que se quedó en casa, expandiéndose agresivamente en el país, construyendo proyectos en ciudades de menor nivel. (Los enormes centros metropolitanos de Pekín, Shanghái, Shenzhen y Guangzhou son ciudades de primer nivel; las ciudades de tercer nivel tienen una población que oscila entre 150,000 y 3 millones de habitantes; las de segundo nivel se sitúan en el medio).
Pero esas virtudes estaban acumulando deudas incobrables. Entre el 2016 y 2020, los pasivos de Evergrande casi se duplicaron para llegar a unos US$ 300,000 millones. Su capital de trabajo se vio afectado. Las facturas impagas adeudadas a los proveedores se dispararon hasta cerca del 30% del pasivo total, frente al 20% cinco años antes.
Debido a su gran exposición a ciudades de nivel inferior —más de la mitad de su banco de tierras está en el nivel tres—, su inventario de proyectos sin terminar era difícil de mover, con un promedio de 3.5 años para el 2020. Se trata de “activos muertos” muy muertos, para usar la terminología de GMT Research.
Aun así, Hui y su conglomerado perseveraron. Cumplía todos los requisitos. Estaba “despierto” —en términos del Partido Comunista— incluso antes de que Xi Jinping decidiera despertar al país a sus antiguos valores socialistas. Miembro del partido desde hace 35 años, Hui, de 62 años, ya hablaba de “prosperidad común” en el 2018.
En el 2020, con 3,000 millones de yuanes (US$ 465 millones) en donaciones, Hui fue catalogado como la persona más caritativa de China, por cuarto año consecutivo. Fue especialmente proactivo con la pandemia de COVID-19, aportando dinero a Wuhan un día después de su cierre y donando millones de dólares a la investigación médica.
Hui obtuvo un codiciado puesto en el desfile de la plaza de Tiananmén en conmemoración del 70 aniversario de la República Popular el 1 de octubre del 2019, y de nuevo, en la celebración del centenario del Partido, el pasado julio. En este sentido, fue más iluminado que otros magnates chinos, como Jack Ma.
Funcionó. Las autoridades de las ciudades pequeñas y de menor nivel se dejaban embriagar por Hui y su muy visible corrección política y sus conexiones, acogiendo con los brazos abiertos sus proyectos y propuestas de desarrollo. “Todo lo que Evergrande y yo tenemos pertenece al partido, al país y al pueblo”, dijo en aquel citado discurso del 2018. Si entonces sonaba grandioso y caritativo, ahora parece ominoso.