Navalni sufrió un colapso el pasado jueves durante un vuelo interno en Rusia y, tras un aterrizaje de emergencia, quedó internado en un hospital en Omsk, a unos 2,200 kilómetros de Moscú, en plena Siberia. Círculos próximos al opositor apuntaron rápidamente que se trataba de un envenenamiento. (Foto: AP).
Navalni sufrió un colapso el pasado jueves durante un vuelo interno en Rusia y, tras un aterrizaje de emergencia, quedó internado en un hospital en Omsk, a unos 2,200 kilómetros de Moscú, en plena Siberia. Círculos próximos al opositor apuntaron rápidamente que se trataba de un envenenamiento. (Foto: AP).

El opositor ruso es el último disidente político de un sistema autoritario por el que intercede el Gobierno alemán. Entre ellos hay artistas chinos, militares turcos y otro activista ruso, también probablemnte envenenado.

En la víspera (lunes), el hospital berlinés de la Caridad, donde Navalni está hospitalizado en estado de coma inducido, anunció que presenta .

Navalni sufrió un colapso el pasado jueves durante un vuelo interno en Rusia y, tras un aterrizaje de emergencia, quedó internado en un hospital en Omsk, a unos 2,200 kilómetros de Moscú, en plena Siberia. Círculos próximos al opositor apuntaron rápidamente que se trataba de un envenenamiento.

Tras las reticencias iniciales, los médicos rusos accedieron a que fuese trasladado al hospital La Charité de Berlín, en donde está bajo vigilancia de la Oficina Federal de Investigaciones Criminales (BKA).

Su caso, salvando las distancias, recuerda en lo esencial al del activista ruso Piotr Verzílov, uno de los miembros del grupo de punk Pussy Riot, conocido por sus críticas al sistema político ruso y al presidente del país,.

Este activista alcanzó notoriedad internacional cuando saltó al campo del estadio moscovita Luzhnikí junto a otros tres disidentes durante la final del Mundial de fútbol de Rusia entre Francia y Croacia.

Verzílov enfermó gravemente de un día para otro en septiembre del 2018 y tuvo que ser hospitalizado en Moscú primero por una fuerte pérdida de visión y posteriormente por un fallo multiorgánico.

Cinco días más tarde, entre rumores de envenenamiento, el activista fue trasladado a petición de la familia al Charité berlinés para ser tratado.

Los expertos de este centro apuntaron que sus síntomas eran coincidentes con los de un envenenamiento, pero evitaron emitir un juicio concluyente y definitivo.

Berlín ha acogido también -aunque de forma permanente- a varios artistas chinos críticos con Pekín. La última fue la poetisa Liu Xia, viuda del disidente, que en julio del 2018 puso fin a ocho años de arresto domiciliario para trasladarse a la capital alemana.

Las negociaciones del Gobierno alemán hicieron posible que se le concediese a la poetisa un visado por razones humanitarias. Desde entonces se ha mantenido alejada de la vida pública.

Liu seguía los pasos del artista chino Ai Weiwei, tan conocido por su arte como por su activismo en favor de la democracia y los derechos humanos. Ai llegó a Berlín en julio de 2015, tras cuatro años sin pasaporte y tras estar desaparecido durante meses.

La intercesión del Gobierno alemán fue clave para que Pekín dejase abandonar el país a Ai, que ahora reside en Londres.

Otros disidentes políticos a los que el Gobierno alemán ha ayudado en los últimos años no son tan conocidos.

Entre ellos destaca un puñado de militares turcos de medio y alto rango que huyeron a Alemania tras la oleada de detenciones y represión que orquestó el Gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan en respuesta al fallido golpe de Estado de julio del 2016.

El Gobierno alemán ha concedido asilo político o protección subsidiaria de distinto tipo a un número indeterminado de estos militares, algo que ha generado tensiones con Ankara.