El renacimiento de la artesanía tradicional en Uzbekistán, que adquiere cada vez más protagonismo en la vida cotidiana de su gente, se ha puesto de moda en esta república centroasiática, lo que eleva su atractivo turístico para los extranjeros interesados en lo autóctono.
“Actualmente, observamos una tendencia al retorno del interés hacia nuestros orígenes. Se trata de una especie de despertar del pueblo”, comenta a la diseñadora de moda uzbeka Noilya Usmánova, que defiende que los vestidos tradicionales “son clave para la identidad nacional”.
Lo tradicional vuelto moda
Se trata de un verdadero renacimiento del interés hacia lo tradicional en los países de Asia Central, especialmente en torno al trabajo de los artesanos, que utilizan los mismos materiales de hace siglos.
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Y eso que en Uzbekistán nunca -ni siquiera en la época soviética- se dejaron de utilizar los tradicionales chapán, especie de bata que se usa sobre la ropa, con variados ornamentos; y las inconfundibles tubeteikas, gorros cuyas formas recuerdan a las yurtas de los nómadas centroasiáticos.
Si durante el último siglo estas prendas nunca llegaron a ser consideradas arcaicas, ahora se observa un verdadero boom que las reinstala en el pináculo de la moda.
Usmánova busca compaginar en sus vestidos el estilo nacional uzbeko con la funcionalidad y comodidad de la ropa contemporánea, al proponer atrevidas fusiones de mezclilla (vaquera) o pantalones de corte moderno con chapán o abaya, una túnica usada en muchos países musulmanes.
Todo comenzó durante un paseo por un mercado de la ancestral Samarcanda, donde vio fundas de almohadas bordadas a mano con adornos florales y con frutos de granada.
“Desde entonces estas fundas se convirtieron en el principal detalle de muchas de mis prendas”, añadió.
Las producciones de su compañía, ‘Siluet.Meros, que dispone de cuatro boutiques en Taskent, cuentan con gran demanda en Uzbekistán y más allá de sus fronteras, con pedidos de Canadá, Emiratos Árabes, Irán, Líbano, Siria, Rusia y Kazajistán, entre otros.
Incluso la madre del célebre Elon Musk se llevó un chapán bordado a mano ‘Siluet.Meros’, una exitosa empresa que ha dado trabajo a medio millar de bordadoras uzbekas.
Porcelana de Taskent
Los particulares ornamentos de la ropa tradicional que tanto llama la atención de los turistas, migran a otros soportes con igual éxito. Los pequeños puestos de los mercados ofrecen una diversidad prácticamente inagotable de porcelana local que recrea los inconfundibles motivos que dan unidad a la artesanía nacional.
Teteras, bandejas, floreros, fruteros, juegos de vajilla que con su propia imagen rememoran plov, el tradicional plato de arroz con carne de carnero uzbeko, hasta el punto de no saber dónde posar la mirada de tanta variedad.
Rustam Yekúbov, dueño una de estas tiendecillas que surte con las producciones de su pequeña empresa familiar, recuerda que sus padres trabajaban en su época en una fábrica de porcelana en las afueras de la capital del país, y de la mano de ellos aprendió los secretos de la pintura sobre arcilla.
“Mis piezas son muy personales y muy uzbekas a la vez. Son como un brillante atlas nacional sobre la porcelana blanca”, dice.
Los numerosos turistas que visitan su tienda no solo pueden comprar el juego de té que más les haya gustado, sino que tienen la oportunidad de ver a Yekúbov en pleno proceso de creación.
El alfarero de Rishtán
La localidad de Rishtán, ubicada en pleno valle de Ferganá, a unos 200 kilómetros al sudeste de Taskent, puede considerarse la patria de la alfarería uzbeka. Sus orígenes se ahondan al siglo II antes de nuestra era.
“La cerámica de Rishtán es considerada como la mejor debido a la composición particular del barro. No solo es ecológica, sino que también es la más ‘musical’”, comenta a EFE Muhammad Rasul, un joven alfarero de 17 años, mientras con un ligero golpecillo de uña hace vibrar melódicamente una bandeja.
Cada pieza, amasada en el torno de cerámica por sus firmes y hábiles manos es una obra única, irrepetible. Y es que su arte se remonta a los tiempos en que las caravanas de mercaderes recorrían la ruta de la seda.
Ahora, Tashkent convirtió uno de sus históricos caraván-sarai en el que solían pernoctar los mercaderes en su largo camino, en un Centro de Alfarería que no solo vende sus producciones, sino que ofrece talleres de este ancestral arte a los visitantes.
Todo ello adquiere especial relevancia e impulso gracias al turismo. Uzbekistán recibió siete millones de turistas extranjeros el pasado año, una cifra que espera elevar a 15 millones para 2030.
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