Valentina Ocheretna ha esperado en vano, durante semanas, una llamada de su hijo Sasha, herido en combate en marzo cuando luchaba contra las tropas rusas en la ciudad de Mariúpol junto al batallón Azov, extremistas para algunos, pero con una sólida reputación entre los ucranianos.
Durante ocho años, Sasha combatió con este regimiento, un batallón de voluntarios originalmente de extrema derecha, luego integrado en la Guardia nacional, cuyos miembros han sido acusados de tener vínculos con extremistas.
Sasha “ha elegido defender a su país. Y nadie lo puede culpar por eso” dice Ocheretna, en Kiev, la capital ucraniana.
Este batallón ha sido denunciado por el presidente ruso Vladimir Putin durante sus largas diatribas contra Kiev y en su promesa de “liberar” y “desnazificar” a Ucrania.
Pero en Ucrania, el regimiento Azov mantiene una sólida reputación y se lo ha elogiado por su implacable compromiso, durante muchos años, de combatir las incursiones rusas en el país.
Esta semana, hubo manifestaciones de apoyo en Kiev al batallón Azov y a sus integrantes, por su defensa de Mariúpol, en momentos en que las tropas rusas refuerzan su asedio contra los últimos reductos ucranianos, pertrechados en una acería de este puerto.
Muchos de los manifestantes tenían familiares o amigos en el batallón Azov, y algunos hacían ondear banderas ucranianas azul y amarillo, con un logo similar al “Wolfsangel”, usado por las unidades alemanas en la II Guerra mundial.
Pero pese a las críticas, en su mayoría en el extranjero, que genera el batallón, quienes lo apoyan en Ucrania insisten que estas tropas están combatiendo a los fascistas, y no apoyando a los fascistas.
Si los miembros del batallón Azov “tuvieran una ideología radical, habrían sido expulsados del ejército. Yo no veo ningún radicalismo de extrema derecha en ellos”, dice Taras Tokovyi, un empresario de Kiev de 32 años. “Son simplemente héroes ucranianos”, agrega.
La residente en Mariúpol, Svitlana Mitroshenko está de acuerdo, y cita el crucial apoyo --incluyendo víveres-- que los combatientes de Azov proporcionan a los civiles desde el inicio de la invasión y luego el largo asedio ruso.
‘Otro Bucha’
“Si no fuera por los combatientes de Azov, seguramente podríamos haber tenido aquí otro Bucha” dice Mitroshchenko, secándose las lágrimas, en alusión a la localidad cercana a Kiev donde las tropas rusas son acusadas de haber cometido crímenes de guerra, matando a civiles. “Son los rusos quienes deberían ser calificados de nazis”, agrega la mujer.
El batallón Azov adquirió importancia ya en el 2014, cuando tomó las armas para hacer retroceder a las tropas separatistas prorrusas en el Donbás, después de que Moscú ocupara y se anexionara la península de Crimea.
Sus miembros fundadores adoptaron una serie de símbolos neonazis y mantuvieron contactos con movimientos de extrema derecha, antes de renunciar en parte a esa vía e integrarse bajo el mando del ejército ucraniano.
“El batallón Azov forma parte de la Guardia Nacional de Ucrania, ya no es una unidad paramilitar. La conexión con políticos de extrema derecha forma parte de la historia”, dice Volodimir Fesenko, un analista político basado en Kiev.
Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero, la defensa del batallón Azov de Mariúpol --donde sus combatientes y los de las unidades ucranianas son claramente superados en número y armas por las tropas rusas-- ha reforzado su popularidad, y muchos ucranianos los consideran valientes entre los valientes.
“Tienen un gran valor en aguantar en una situación tan difícil”, asegura Khrystyna Shemshuk, de 21 años.” Probablemente se van a quedar ahí hasta morir”, agrega.