No le llevó mucho tiempo al tuit de Donald Trump para generar repercusiones. El hecho de obtener más de 7 yuanes chinos por dólar, por primera vez desde 2008, de seguro producirá molestia en la Casa Blanca en medio de la creciente batalla económica entre Washington y China. El presidente tuiteó el lunes por la mañana, inevitablemente, que Pekín era un manipulador de divisas y le preguntó a la Reserva Federal de Estados Unidos si estaba “escuchando”.
Aunque el asesor económico de Trump, Larry Kudlow, hasta el momento ha descartado cualquier intervención monetaria por parte del Tesoro de EE.UU. para debilitar al dólar, solo un valiente operador tomaría esto al pie de la letra.
Quizás quienes más lamentan esta lucha entre los dos países más poderosos del mundo son los europeos y los japoneses, que podrían terminar sufriendo un daño colateral. Tanto el Tesoro de EE.UU. como las autoridades chinas tienen la capacidad de aumentar o reducir sus hostilidades monetarias. Después de años de política monetaria ultraexpansiva, Japón y Europa casi no tienen espacio para sus propias maniobras defensivas.
La Unión Europea ha logrado sobreponerse a un recorte de tasas por parte de la Fed; como señaló recientemente mi colega Ferdinando Giugliano, el Banco Central Europeo se habría deleitado de que la reducción a medias de la Fed hiciera que el dólar fuera aún más fuerte frente al euro (una bendición para los fabricantes europeos en dificultades). Pero una serie de medidas de alivio monetario por parte de los estadounidenses sería una historia totalmente diferente. El BCE ya ha disparado su mayor arma política al señalar un movimiento hacia tasas negativas aún más profundas después del verano y el posible reinicio de las compras netas de bonos. Se quedó sin municiones.
Mientras tanto, un yuan más débil es en sí mismo una muy mala noticia para Europa. Como señala Kit Juckes, analista de divisas de Société Générale SA, el euro está aún más expuesto al comercio con China que al comercio en dólares. Un aumento no deseado del euro a medida que China y EE.UU. intentan debilitar sus propias monedas sería un desastre para los fabricantes europeos que dependen de las exportaciones y podría hundir al continente en una recesión.
Para tener una idea de lo mal que esto podría jugar para Europa, observe a su potencia industrial, Alemania. Las exportaciones del país equivalen a casi la mitad de su producto interno bruto, en comparación con el 12% para Estados Unidos y el 20% para China. Alemania está mucho más expuesta al comercio internacional, a pesar de una floreciente economía interna y su deuda decreciente. Y Trump no está de humor para hacerle ningún favor a los alemanes, ni a sus fabricantes de automóviles.
Japón, la tercera economía más grande del mundo, está a merced de sus rivales más grandes. El yen se ha fortalecido recientemente frente al dólar a principios de 2018 y ha vuelto a las valoraciones de 2016 frente al yuan. Esto ejerce una gran presión sobre el gobierno de Shinzo Abe en sus esfuerzos por resucitar la economía.
No se debe suponer, por supuesto, que una guerra de divisas entre EE.UU. y China —ligada a la guerra comercial— sea inevitable. El yuan no es una moneda totalmente flotante, lo que significa que Pekín tiene el control nominal sobre dónde termina la moneda (aunque las cosas se salieron de control en 2016). Y si bien China podría estar feliz de enviar una señal de que puede usar su divisa como arma, sin duda esto es solo un disparo de advertencia, como ha escrito mi colega Shuli Ren.
Estados Unidos tiene la facultad para resistir. Desafortunadamente, quienes ya han jugado sus cartas de tasas negativas y de flexibilización cuantitativa parecen estar a punto de estallar en el juego de póker de las monedas mundiales.
Por Marcus Ashworth
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