El futuro del imperio que deja Silvio Berlusconi, valorado en más de 6,000 millones de euros, es una incógnita, en particular el de la “joya de la corona”, el grupo televisivo Mediaset, cuya influencia cultural forjó el poder de un magnate que, sin embargo, no terminó de adaptar su imperio mediático a la era digital.
Hace año y medio, Berlusconi transformó la emblemática marca en Media For Europe (MFE) para competir con nuevos operadores como Netflix y Amazon, pero su negocio sigue dependiendo de la televisión generalista, cuya época dorada queda ya lejana.
“Si la familia de Berlusconi no asume la transformación digital y se da cuenta de que esa falta de voluntad puede penalizarlos, podrían decidir vender el activo a otros grupos”, explica el profesor de Estrategia en la Escuela Politécnica de Negocios de Milán Giuliano Noci.
El ex primer ministro, fallecido el pasado lunes a los 86 años, vio el potencial de la televisión privada en los años 90: se asentó en Italia con Canale 5, exportó la fórmula a España bajo la marca Telecinco y probó suerte en Francia con La Cinq, el primer canal privado generalista del país.
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“Comprendió antes que otros el papel que la televisión tenía en la creación de consenso, también político. Estuvo en la vanguardia”, argumenta Noci.
Ante las primeras señales de desgaste, Berlusconi adaptó los canales a los nuevos gustos con acierto: fueron líderes por más de dos décadas y crecieron hasta convertir Mediaset en una empresa con casi 5,000 trabajadores y una facturación de más de 4,000 millones de euros en 2020.
Pero la receta no es infalible: Telecinco perdió en 2022 el liderazgo en España mientras Mediaset Italia, que ostentaba el monopolio audiovisual en el país, ha visto disminuir sus ingresos ante nuevas plataformas extranjeras.
No es fácil predecir sobre quién recaerá ahora la gestión. Berlusconi poseía el 60% de Fininvest, la sociedad de cartera de la familia, que controla casi el 50% de MFE, aunque excesivamente personalista.
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El resto del capital se reparte entre otros grupos, como el francés Vivendi, y accionistas privados.
La clave se encuentra ahora en el testamento del magnate, que aclarará si la balanza recae sobre alguno de sus cinco hijos, que por ahora se reparten el 40% restante, o si entra en escena su última pareja, Marta Fascina.
“El propio Cavaliere, al ser preguntado por el futuro de Mediaset, respondía que sería ‘no sólo italiana, sino siempre de mi familia’”, recuerda Luca Davi, especialista en finanzas y mercados del diario económico Il Sole 24 Ore.
Los últimos movimientos no corroboran del todo esas palabras, pues la nueva MFE abandonó Italia para radicarse en Holanda y adquirió el 28% del grupo alemán Prosiebensat en su expansión paneuropea.
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En ese contexto, horas después del fallecimiento, los títulos del grupo se dispararon en la Bolsa de Milán por encima del 13% ante las especulaciones de la prensa económica sobre la venta del coloso mediático.
Ya en 2016, Vivendi lanzó una OPA fallida para hacerse con Mediaset Italia y aún controla el 23% de esta división, mientras que Berlusconi rechazó recientemente una oferta del grupo estadounidense Discovery, según algunas filtraciones.
“Es difícil creer que los hijos adopten un violento cambio de estrategia, pero mucho dependerá también del nudo sucesorio”, analiza Davi.
Marina y Pier Silvio, los hijos mayores, son los únicos que ejercen poder ejecutivo en los negocios del padre. La primera como presidente de Fininvest y el segundo como consejero delegado de Mediaset Italia y quien este martes pidió a sus empleados “trabajar” para honrar a la “amada criatura” de Berlusconi y, de paso, envió un mensaje de continuidad a los mercados.
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El estadounidense Alan Friedman, autor de la única biografía autorizada de Berlusconi, opina hoy en el diario La Stampa que “Marina y sus hermanos pueden muy bien decidir dentro de uno o dos años, o más tarde, vender Mediaset”, pero no ve razón para que la operación sea inmediata.
Las otras dos grandes empresas de Fininvest preocupan menos: Banca Mediolanum, de la que poseen el 30%, no da problemas y la editorial Mondadori (53%) ya vendió en abril su participación en el diario Il Giornale, abandonando definitivamente su trozo del pastel en el decadente mundo de la prensa escrita.
El patrimonio de Berlusconi incluye, además de las compañías integradas en Fininvest, incluido el club de fútbol Monza y el teatro Manzoni de Milán, numerosos inmuebles y villas por todo el país.
“La nostalgia no es buena en un negocio así”, ilustra Noci, para quien la ausencia del “faro” Berlusconi va requerir que sus sucesores actúen con pragmatismo e incorporen nuevo talento: “Si no es así, la solución más inteligente es vender”.
Fuente: EFE
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