Una línea invisible divide a los países del norte y sur de la Unión Europea no por su posición geográfica, sino por sus diferencias socioeconómicas. Es una brecha latente, tanto que los ciudadanos que participan en la Conferencia sobre el Futuro de Europa anhelan un devenir en el que esta línea se difumine y los desequilibrios internos sean una cosa del pasado.
Las disparidades entre norte y sur, que a veces incluso alcanzan a las ideas sobre el camino que el club comunitario tiene que transitar, protagonizaron el sonado choque entre los denominados países “frugales” (Holanda, Suecia, Dinamarca y Austria) y el resto de estados miembros por el fondo europeo de recuperación económica tras la pandemia.
En ese momento, a la palestra volvió a salir del debate de esa Europa a “dos velocidades”, como la define José Luis Granjel (59 años, Barcelona).
“Los países del sur dependemos de muchas ayudas para desarrollarnos y entiendo que estén cansados de ayudarnos. Pero si realmente lo que quieren es una UE fuerte, tenemos que ponernos las pilas todos para algunos ceder y otros coger y avanzar en lo que queremos”, apunta a Efe este biólogo.
Juha Kontu, un finlandés de 62 años, es de esos ciudadanos que no está dispuesto a “pagar las facturas y deudas de los otros países”, asegura.
“Es muy caro para nosotros. Tenemos impuestos muy altos y no para pagar vuestras deudas (de países como España). En el norte tienes que trabajar duro, mientras que en el sur tienen una vida fácil”, sentencia este experiodista, quien matiza que este fin de semana, en el que se reúnen 200 ciudadanos de toda la UE, puede ayudar a disipar este tipo de ideas.
Romper parte de ese mantra de un norte próspero, rico y con trabajo y de un sur más pobre y con una economía más débil es lo que espera Berit Pipper, una joven alemana de 24 años que cree que los paneles ciudadanos son la “ocasión perfecta” para conocer la perspectiva del resto de ciudadanos de la UE.
“Creo que realmente he cambiado mi perspectiva en estos días. No deberíamos culpar a los países por invertir dinero, opino que deberíamos estar juntos y que Europa no pierda ese sentido de comunidad”, afirma.
Porque, al final, “todos los países tienen beneficios de una manera u otra en la UE” ya sea por ayudas o por asegurar un mercado común que facilita la exportación, asegura David Peters, de 56 años y procedente de Países Bajos.
“No cuento el dinero ni a dónde va, pero estoy seguro que ayudará”, dice Peters a quien le gustaría que hubiera más solidaridad dentro de la UE para transitar todos juntos a un futuro “más verde, sostenible y saludable”.
La división y los estereotipos fuerzan que no “haya un sentimiento de unión”, afirma María López (22 años, A Coruña) quien tiene la sensación de que los países del sur son “de segunda”, donde el resto de europeos van a “divertirse, a la fiesta”, mientras que todo lo “serio, el trabajo”, se localiza en el norte.
“Es como que ellos tienen las buenas ideas y para nosotros solo es salir de fiesta y echarnos una risa”, señala por su parte Elena Rodríguez (19 años, Madrid) quien vislumbra un futuro para la UE en donde “no haya fronteras” internas, un espacio de diversidad y lenguas pero que todos se sientan realmente europeos.
Para ello, sería necesario algún tipo de formación impulsada desde la escuela sobre el resto de culturas que conviven dentro de la UE, opina Clara García (18 años, Cáceres). “Si queremos estar juntos y uno, como mínimo deberíamos entender las culturas de los otros países”, arguye.
Sin embargo, el optimismo no es la bandera que estos días enarbolan todos. María Bernardo, de 50 años y originaria de Castro Marim (Portugal), que cree que esos estereotipos son muchas veces creados por los medios para enfrentar unos a otros, lamenta que persista esos desequilibrios mientras su país retrocede.
“Es triste para mí que después de todos estos años las cosas se queden de esta manera. Mucha gente está contenta porque desde que Portugal entró en la UE viven un poco mejor, pero viven un poco mejor materialmente. Porque otras cosas yo no sé si están mejor que hace 20 años”, opina.
Y es contundente en lo que puede ocurrir si esto no se resuelve: “O la UE mejora o va a desaparecer”, zanja.