Un buen número de religiosos de América del Sur han pedido durante el sínodo de obispos que se celebra en el Vaticano la ordenación de hombres casados para hacer frente a la escasez de curas en la Amazonía, un debate que podría generar un cisma en la Iglesia de Francisco.
El delicado tema de los "viri probati", es decir que hombres casados, maduros, con una conducta intachable y en algunos casos indígenas puedan ser curas, es uno de los asuntos claves de la asamblea especial de obispos que se abrió el domingo dedicada a la defensa de la Amazonía y sus habitantes.
En la reunión, en la que participan 113 religiosos y obispos que provienen de los nueve países de la Amazonía, especialmente de Brasil (30%), el tema dejó de ser tabú.
El misionero austriaco Erwin Kräutler, obispo emérito de Xingu, en Brasil, calcula que dos tercios de los obispos de esa región están a favor de los "viri probati" para las regiones más perdidas de la selva, donde se necesitan varios días de viaje por trochas para llegar a las poblaciones y dar los sacramentos.
"No hay otra posibilidad, los pueblos indígenas lo piden", confesó el religioso en una charla este miércoles con la prensa.
"Lo primero que me preguntaban en los pueblos indígenas era '¿dónde está tu esposa?' Después de que explicaba que no estoy casado, me tenían un poco de lástima!", cuenta el misionero.
El asunto desata debate en Roma, donde los sectores ultraconservadores de la iglesia han manifestado su total oposición ya que consideran que se viola un valor tradicional.
Abrir el debate
Que la eucaristía o comunión, un rito sagrado y esencial de la tradición cristiana, sea repartida por un sacerdote casado, es algo intolerable para algunos sectores, que amenazan hasta un cisma y romper con la iglesia de Francisco.
Para Kräutler en cambio la eucaristía es más importante que el celibato de los sacerdotes, impuesto en el siglo XI.
"Una idea que comparten muchos de los que se encuentran en la sala del sínodo", confesó uno de los asistentes.
"No espero que este sínodo cambie la ley del celibato eclesiástico. Pero espero que tome nota de que esa ley, como todas las leyes humanas, no puede abarcar todas las situaciones concretas", explicó uno de los llamados "padres sinodales".
"Lo importante es que se abra el debate", comentó el misionero Roberto Carrasco.
El debate de hecho resulta un paso adelante, un señal de apertura para atender las necesidades espirituales de esos católicos que residen en territorios remotos.
"Como el magnífico jaguar enfrenta la extinción de su habitat, el ecosistema eclesial no logra suscitar ni sostener vocaciones sacerdotales. Hay una especie de deforestación de la cultura católica", notó otro de los participantes con inusual tono.
Para el cardenal brasileño Claudio Hummes, quien conoce de cerca la dura realidad de esa inmensa región, donde la iglesia pierde a diario fieles que adhieren a las sectas evangélicas, hay que encarar urgentemente el fenómeno.
"Hay que definir nuevos caminos hacia el futuro", dijo.
Aunque el debate no se centra en el fin del celibato en la Iglesia, los tradicionalistas han provocado controversia ante la posibilidad de que se introduzca una excepción para esa región.
El cardenal estadounidense Raymond Burke, uno de los mayores críticos del papa, a mediados de septiembre lanzó "una cruzada de cuarenta días de oración y ayuno" contra el documento de trabajo del sínodo por sus "errores teológicos y herejías", iniciando así la batalla.
"Rezo para que no haya cisma, pero no tengo miedo", confesó Francisco a los periodistas interrogado sobre ello en un reciente vuelo papal.
Una respuesta dirigida sobre todo a los prelados conservadores rebeldes, que le reprochan que habla mucho de desigualdades sociales y poco de moral sexual.
En la misa matutina del martes en su residencia de Santa Marta, Francisco, que asiste a todos los debates en la sala del Sínodo, comentó a distancia: "hablan de herejías" y dicen "no, no, a todo cambio".
Esos creyentes “prefieren la ideología a la fe”, lamentó.