En los hoteles hay tazas de baño que se descargan a pedal y por todos lados dispensadores de cloro o alcohol. En cuanto se entra a cualquier lugar personal médico toma la temperatura del transeúnte y los vendedores de artesanías tienen barbijos dobles y máscaras, un contraste dramático con algunos turistas extranjeros que pasean por las calles o se divierten con las olas bajo el tórrido sol y sin casi ninguna protección contra el nuevo coronavirus.
Varadero —el principal polo de turismo de la isla— comenzó una gradual flexibilización de la movilidad y las medidas de confinamiento contra el COVID-19, al tiempo que se prepara como todo el país para la anunciada apertura --el 15 de noviembre--, de sus fronteras, con la cual se espera traer un poco de aire fresco a la asfixiada economía nacional y a las finanzas personales de los cubanos.
Ya no es el pueblo fantasmal o el paraíso desierto que se veía al inicio del año cuando todo fue cerrado. Ahora muchos de los residentes y trabajadores del sector en Varadero —y en general en toda la isla— tratan de hacer un equilibrio entre la necesidad de recibir a los vacacionistas y el cuidado que deben tener ante el temor de un rebrote como el que sacudió a la nación por diez meses y puso al borde del colapso a su sistema de salud.
“Llevaba muchos meses sin trabajar, sintiéndome horrible”, dijo Lizet Aguilera, una tejedora de 55 años que hace dos semanas reabrió su puesto de suvenires tras 16 meses y para quien retornar a su actividad fue “un paso muy grande” por el temor de infectar a su familia, aunque también bajo la presión de “generar ingresos” para contribuir con los suyos.
“Cuando llego a mi casa antes de saludar a nadie me voy a dar un baño”, señaló.
De los 5,000 artesanos que hay en Varadero sólo 50 pudieron volver a exponer y ofertar sus producciones por ahora, aunque poco a poco se irán sumando los otros, explicó esperanzado Richard Martín, cuyo céntrico punto de venta es paso obligado de los pocos turistas que van llegando principalmente canadienses y rusos.
“Fue muy difícil. La necesidad, el miedo, la escasez”, dijo Martín. “Tenemos confianza en la vacuna. Lo que nos queda es abrir, demostrar que sí funciona”.
Otros trabajadores aseguraron que habían gastado todos sus ahorros en estos meses o paralizado sus planes familiares en medio del contexto de la crisis económica cubana ocasionada por una mezcla de baja productividad --anterior a la pandemia--, las limitaciones por el COVID-19 y un incremento de las sanciones estadounidenses que golpeó a todos los sectores, pero en especial al turismo, un motor para la isla caribeña.
Ubicado a 150 kilómetros al este de la capital, Varadero es un poblado de 6,000 habitantes al que cada día llegaban también residentes en las vecinas localidades de Cárdenas, Boca de Camarioca o la propia Matanzas para atender a los 60 hoteles instalados en sus 22 kilómetros de cristalinas playas a las que antes del virus venían hasta unos 30,000 turistas diarios.
Las más prestigiosas cadenas --no las estadounidenses pues están limitadas por el embargo-- se encuentran aquí entre ellas Meliá, Iberostar, Blau Hotels o Memories Resorts.
El balneario --con unas 20,000 habitaciones-- fue un ejemplo de cuánto afectó la pandemia al turismo: en el 2019 recibió un millón y medio de visitantes, mientras que en el 2020 con el virus andando esa cifra se redujo a medio millón, el grueso antes del primer trimestre y previo a las primeras medidas de control. El 50% de sus 18,000 trabajadores sufrió baja temporaria o debió irse a otros sectores.
A nivel del país Cuba sumó casi 4.3 millones de vacacionistas en el 2019 --un 9% menos que en el 2018 en parte debido a un endurecimiento de las sanciones de Estados Unidos-- y apenas un millón en el 2020, cuando las fronteras se entrecerraron, las visas se limitaron y los vuelos comerciales estuvieron al mínimo.
Las autoridades anunciaron que para noviembre próximo se dará una normalización paulatina de la actividad de los aeropuertos y una disminución de las medidas de confinamiento para viajeros, que atraería turistas a Varadero, La Habana y los otros destinos del país, al tiempo que el 90% de la población en la isla estaría vacunada con alguno de los tres antígenos desarrollados por Cuba --Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus--.
“Considero que Cuba es un destino de sol y playa consolidado en el Caribe, dotado de una oferta hotelera superior donde se concentran la mayoría de los hoteles cinco estrellas gestionados por cadenas internacionales”, reflexionó el economista especializado, José Luis Perelló.
“Estos últimos meses trazaran el rumbo posible para el 2022 en que la tarea será hacer de Cuba un destino turístico verdaderamente competitivo en la región”, agregó Perelló, para quien hay desafíos para esta nueva etapa como promover las visitas de los isleños emigrados y “elevar la calidad de los servicios y el abastecimiento en los establecimientos”.
Algunos cubanos que trabajan con turistas hicieron notar que podría haber un impacto negativo en el sector debido a las carencias que atraviesa la isla como la falta de productos --desde alimentos hasta bebidas-- y ofertas recreativas extrahoteleras, además de una nueva política monetaria que arrancó este año y obliga a pagar muchos servicios con tarjetas internacionales, aunque no se acepta ninguna que tenga vinculación con bancos u operadores estadounidenses.
También está por verse cómo se reconvertirá el sector privado que fue estratégico por ejemplo en la renta de alojamientos en casas particulares o pequeños hostales y puesto que muchos propietarios cancelaron sus licencias ante el escenario de baja por más de un año o la forma en que se manejará el turismo del propio mercado interno de los clientes cubanos.
“Nosotros hemos estado operando con un 30% de nuestro porfolio durante este periodo”, comentó Juan Carlos Pujol González, director de operaciones de la cadena Iberostar, una de las españolas con una fuerte apuesta por Cuba, que llegó a la isla en 1993 para gestionar dos hoteles y hoy tiene 17, incluidos algunos de los más importantes de Varadero.
La entrevista con Pujol se desarrolló precisamente en el Iberostar Selection Varadero, un lujoso 5 estrellas de modalidad todo incluido con un aireado lobby por donde se paseaban médicos que tomaban la temperatura o hacían test a los viajeros que arribaban. Con sus 386 habitaciones el hotel tenía solo 100 clientes ese día.
Iberostar aprovechó este tiempo para adecuar la infraestructura a las medidas sanitarias, por ejemplo, ampliando restaurantes, separando espacios u organizando mesas que mantengan una mayor higiene o extendiendo sus redes de wifi hasta las áreas de playa.
Ahora planificó también un “calendario ambicioso” y progresivo para reabrir su planta hotelera en los próximos meses empezando el 1 de noviembre hasta casi fin de año en los destinos como Varadero, Holguín, algunos cayos o Trinidad.
“Estamos muy contentos e ilusionados porque ya se ve la luz al final del túnel, queremos, ya, reiniciar la operación y volver a recuperar lo que hemos tenido siempre”, apuntó Pujol.