Christine Lagarde enfrentará una decisión crucial en su primer año como presidenta del Banco Central Europeo (BCE): bajar los brazos en el intento por revivir la inflación o ceder a la tentación de continuar ayudando a los gobiernos del bloque con un programa infinito de compras de bonos.
El BCE se comprometió el jueves a adquirir bonos “por el tiempo que sea necesario” a fin de que las expectativas de inflación en la zona euro avancen hasta situarse justo por debajo de su meta del 2%, un compromiso que asediará a las autoridades del banco central tras el retiro del actual jefe de la entidad, Mario Draghi, el 31 de octubre.
En momentos en que la economía del bloque sufre por una desaceleración global y se muestra incapaz de generar suficiente crecimiento a nivel doméstico, el BCE podría seguir inyectando estímulos en los años por venir, cubriendo los enormes agujeros que dejan las emisiones de deuda de los gobiernos más deficitarios del bloque.
En su primer día en el cargo, el 1 de noviembre, justo cuando se reanuda el programa de compras de deuda gubernamental, Lagarde deberá alinear la fastuosa promesa de Draghi con las normas que prohíben al banco central financiar los déficits de la naciones de la zona euro, un asunto que ha puesto muy irritables a varias autoridades del BCE.
“Un programa de compras de bonos eterno implica violar finalmente todos los tratados europeos y comenzar a financiar del todo a los estados (...) (a menos que) Draghi y su sucesor obtengan lo que quieren: una tasa de inflación del 2% o más”, dijo la firma de mercado Sentix con sede en Fráncfort, en una nota enviada a clientes. La posibilidad de que eso ocurra es muy baja.
El propio BCE estima que la inflación alcanzaría entre 1.3% y 1.6% entre este año y el 2021, mientras que las lecturas del mercado sobre las alzas de precios en el largo plazo son incluso menores.
Pero Lagarde no tendrá el lujo del tiempo. En apenas un año el BCE habrá comprado alrededor de un tercio de la deuda en circulación del Gobierno alemán, de acuerdo a estimaciones de la correduría estadounidense Jefferies, y enfrentará las limitaciones que él mismo estableció.
Al pasar por alto ese límite -diseñado para evitar que el BCE se convierta en una entidad con capacidad para bloquear cualquier reestructuración de deuda- o desviar las compras a otras naciones posiblemente generarán nuevos desafíos legales y llevarán a nuevas acusaciones de que Fráncfort está compensando a las naciones que violan las normas de déficit.
Pero renunciar a la misión del BCE de llevar la inflación hasta su meta no es una alternativa para una institución que tiene como objetivo esencial y único la estabilidad de precios en la zona euro.
Una solución posible para los analistas es asumir una parte de la deuda de un país que el BCE ya ha comprado, posiblemente el 50%, lo que aún podría evitarle convertirse en tenedor mayoritario.
Esto llevaría a la entidad a tomar la ruta del Banco de Japón (BoJ), que se ha hecho cargo del 45% de la deuda del Gobierno como parte de un esfuerzo cada vez más desesperado por reanimar los precios a través de alivio cuantitativo y ayudas fiscales.
“Este es un alivio cuantitativo eterno y el próximo paso de la zona euro es la Japonización”, dijo Carsten Brzeski, economista del banco holandés ING.
“La conclusión de que solo la política fiscal puede hacer la diferencia también recuerda a la experiencia japonesa”, sostuvo. (Reporte de Francesco Canepa. Editado en español por Marion Giraldo)