Marian y sus tres hijos miran por la ventana hacia Petare, la favela más grande de Venezuela, a la espera de que papá llegue con algo de comer porque en casa no hay nada. Mientras, en una zona acomodada al otro lado de Caracas, David y Ricardo planean la apertura de dos sucursales más de su negocio nacido en la pandemia. Así se vive la desigualdad en el país.
“No todos tenemos la misma suerte”. Esa es la frase con la que Marian resume sus circunstancias de los últimos tres años. Para ella, quienes tienen posibilidades de resurgir son los que reciben remesas del exterior, tienen algún terreno o espacio que alquilar o simplemente cuentan con formas de vender y comprar productos.
Entretanto, David y Ricardo corrieron el riesgo de emprender en una economía inestable, con el comodín de la dolarización de facto, y crearon un negocio de comida rápida en plena pandemia, con el que lograron sortear las circunstancias de forma tan veloz que, en apenas dos años, se convirtieron en una cadena con cuatro sucursales, a las que pronto se unirán dos más por abrir.
De extremo a extremo
La recuperación económica que vive Venezuela parece dejar un rastro en las calles, donde el rezago involuntario de personas que siguen sin poder progresar y el avance de otras, que han aprovechado la crisis para resurgir, genera un abismo difícil de superar.
En este sentido, la investigadora de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), María Gabriela Ponce, asegura que “Venezuela es un país heterogéneo y la crisis se vive de manera diferencial dependiendo de la posición social, del lugar en el que estés, y siempre lo fue, pero esta crisis ha exacerbado desigualdades ya existentes”.
Y es en el extremo más desfavorecido donde se encuentra Marian, que dejó su trabajo hace dos años para cuidar a su hijo pequeño. Ahora, la familia, conformada por cinco personas, vive de los US$ 30 o US$ 40 mensuales que su esposo gana en un autolavado, y que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas durante 30 días.
A veces, debe acudir a los comedores comunitarios de su barrio para pedir alimentos para toda la familia, otras veces le toca rendir lo poco que queda en casa o no mandar a sus dos hijos mayores al colegio porque no hay nada de comer.
“Estoy un poco peor que antes porque antes de esto -te hablo de tres, cuatro, cinco años atrás- con un sueldo mínimo, yo podía más o menos sustentar algunas cosas, no todo. Pero al caer este déficit de asistencia no hay para la cesta básica, en economía, en escolaridad todo ha decaído demasiado, ya no es lo mismo”, explicó Mirian.
En el mismo país, en la misma ciudad y en la misma época, Ricardo y David crearon la marca Holy Chiken y lograron revitalizar su inversión aprovechándose de las oportunidades que se abrieron en la pandemia para las ventas de comida a domicilio.
“Hemos sabido sortear las dificultades que ha impuesto Venezuela, pero ciertamente también estas pequeñas aperturas que ha habido en la economía venezolana, la dolarización de los pagos, todo esto, sí, ciertamente ha sido fundamental para que un negocio como el nuestro, no solamente se haga sostenible, sino que tenga un crecimiento sostenido”, explicó David.
Realidades distintas
Ponce, también socióloga y profesora universitaria, deja claro que en Venezuela hay un importante número de realidades dispares que obligan a pensar políticas públicas diferenciadas, distintas a las implementadas en los últimos años, en las que se plantean “estándares” que no apuntan a mitigar el problema que intentan resolver.
“Hay que trabajar viendo la diversidad sobre todo cuando de políticas públicas se trata; tú no puedes trabajar, digamos en términos de políticas sociales, unos contextos igual que otros”, reiteró la especialista.
El pasado setiembre, la Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) elaborada por la UCAB reveló que el 94.5% de los venezolanos vive por debajo del umbral de pobreza, si esta es medida por los ingresos. En contraste, la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, aseguró el pasado abril que el sector comercio ha crecido un 86% gracias a la apertura de nuevos establecimientos.
Ambas realidades son palpables, por lo que las dos deben ser consideradas, tal como indican los expertos, en una “recuperación” que parece acrecentar la brecha de los que están arriba con respecto a los que están abajo.