Si en algo pueden ponerse de acuerdo los simpatizantes y los opositores del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es en aceptar que es muy terco. Él mismo lo dice.
En contadas ocasiones, durante sus 16 meses en el poder, López Obrador se ha mostrado más reacio que en su insistencia de que no usará dinero ilimitadamente para salir de la crisis económica que le ha causado a México el coronavirus.
El intenso debate ha llevado sus relaciones con los líderes empresariales a su punto más bajo, e incluso algunos de sus aliados lo instan a relajar su control sobre el presupuesto para mantener a flote a las empresas, en lo que parece será la recesión más fuerte de México en décadas.
Eludiendo enormes paquetes de estímulos, como los implementados por otros países, López Obrador reveló el domingo un plan de apoyo económico mesurado, prometiendo un recorte salarial personal y aumentando la austeridad del sector público.
El dinero que México pueda ahorrar, dice, se destinará a esquemas de creación de empleo, préstamos a pequeñas empresas y, lo más importante, a los pobres, que también son su base política.
Los críticos, tanto de izquierda como de derecha, dijeron que al oponerse a las políticas económicas convencionales, corre el riesgo de profundizar la recesión que comenzó en México el año pasado.
Si su apuesta es correcta, López Obrador puede salir más fuerte de la crisis, con unas finanzas públicas relativamente sólidas. Si no, la administración podría estar atrapada en un profundo agujero económico con una debilitada autoridad.
Andrés Rozental, exsubsecretario de Relaciones Exteriores, dijo que las esperanzas de López Obrador de construir un legado duradero se evaporarían si seguía empujando la economía hacia un "precipicio".
Personalmente austero y firme creyente de que los rescates del pasado fueron un caldo de cultivo para la corrupción, López Obrador ha prometido reducir la dependencia de México de las potencias extranjeras.
"Estoy haciendo todo lo que sea posible para no contratar deudas, porque imagínense si endeudamos al país", dijo el sábado. "No".
A pesar de las enormes deudas de la petrolera estatal Pemex, los economistas dicen que México tiene margen de maniobra.
La deuda bruta del gobierno de México el año pasado fue de alrededor de 55% del Producto Bruto Interno (PBI), mientras que la de Brasil fue de 94%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
López Obrador destacó que, en choques anteriores, los pobres fueron los que más sufrieron. Argumenta, por ejemplo, que la “Crisis del Tequila” de 1994-1995 fue una bonanza de rescate para los bancos, pero que dejó a la gente común con una moneda devaluada y una mayor deuda pública.
La retórica enfureció al principal grupo empresarial de México, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), cuyo líder Carlos Salazar fue un destacado defensor del presidente.
"Nunca ha pedido el sector privado salvamento. Nunca hemos nosotros pedido, como se dijo todavía el domingo pasado, socializar las pérdidas y privatizar las ganancias. Ese discurso ya no es posible escucharlo", agregó.
Cautela
Ni los mercados ni el público parecen estar entusiasmados con la estrategia de López Obrador.
El peso ha perdido alrededor de una quinta parte de su valor frente al dólar en el último mes y un indicador de la popularidad del presidente de la encuestadora Consulta Mitofsky mostró que había caído a un mínimo de 47% el miércoles.
México también está lidiando con una caída en el precio del petróleo, una fuente importante de ingresos presupuestarios.
Después de que López Obrador dio a conocer su plan el domingo, Bank of America dijo que la economía de México podría reducirse este año aún más que la contracción del 8% que pronosticó recientemente.
El presidente utiliza cifras que muestran que México tiene bajas tasas de infección por coronavirus según los estándares internacionales, y argumenta que el país se recuperará rápidamente.
Pero el propio congresista Porfirio Muñoz Ledo, miembro del partido Movimiento Nacional de Regeneración, de López Obrador, dijo que era vital que el gobierno inyectara más liquidez en la economía.
Estar más preocupado ahora por la corrupción que por revivir al crecimiento es algo que ya debería quedar en el pasado, dijo en referencia al presidente.
Durante las crisis en México de los años setenta, ochenta y noventa, los gobiernos elevaron la deuda del país para reanimar a la economía, pero la vieja corrupción persistió, señaló Lorenzo Meyer, historiador del Colegio de México y amigo y simpatizante del presidente.
"Eso es el meollo de su fobia a la deuda. La deuda fue para no cambiar nada", manifestó.
La apuesta del presidente parece ser que México saldrá fortalecido al conservar su efectivo, mientras que otros países gastan agresivamente, agregó Meyer.
Reducir la dependencia de los acreedores es parte del objetivo de López Obrador para lograr que México sea más autosuficiente, dijo Jesús Ortega, quien dirigió su primera campaña para la presidencia en el 2006. “Contratar deuda para Andrés Manuel significa ceder soberanía”, agregó.