El conflicto del Sáhara Occidental, en el centro de la actual crisis entre Marruecos y España, se arrastra desde hace casi medio siglo, con años de bloqueo en Naciones Unidas, pero en los últimos meses ha dado un nuevo giro tras un inesperado movimiento del expresidente estadounidense Donald Trump.
Estas son las principales claves del conflicto en la excolonia española:
El origen
El contencioso sobre el Sáhara Occidental comenzó en 1975 cuando Marruecos se anexionó el territorio aprovechando un proceso de descolonización iniciado por España tras la recomendación de la ONU y la fragilidad de Madrid en los últimos momentos del franquismo.
Rabat lo hizo tras impulsar la Marcha Verde, una operación en la que participaron unos 350,000 marroquíes y que precipitó la salida de las tropas españolas de la zona, además de la huida de miles de saharauis.
Apenas unos días después, se firmaban en Madrid los Acuerdos Tripartitos por los que España cedió la parte norte y centro del Sáhara a Marruecos y el sur a Mauritania.
La guerra
Así, el 27 de febrero de 1976 España se retiró definitivamente del Sahara y el Frente Polisario proclamó unilateralmente la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en Tinduf (Argelia) y declaró la guerra a Marruecos y Mauritania.
El Polisario, respaldado entre otros por Argelia, lanzó una campaña guerrillera que terminó por llevar a Mauritania a renunciar a ejercer su soberanía sobre la parte del territorio que controlaba y a firmar la paz con el movimiento saharaui en 1979.
Marruecos aprovechó para hacerse con esa zona, pasando a controlar la mayor parte del Sáhara Occidental, y continuó combatiendo al Frente Polisario hasta que las dos partes acordaron un alto el fuego en setiembre de 1991.
Referéndum que no llega
El alto el fuego fue el resultado de un plan impulsado por la ONU en 1988, que preveía un cese de las hostilidades y un periodo transitorio para preparar un referéndum en el que el pueblo saharaui eligiese entre la independencia y la integración en Marruecos.
Para apoyar el proceso, el Consejo de Seguridad creó la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (Minurso), una operación que aún hoy sigue sobre el terreno y que se encarga, entre otras cosas, de vigilar el alto el fuego.
La consulta, mientras tanto, sigue sin celebrarse. Primero fueron discrepancias sobre el censo de votantes saharauis y después un rechazo ya frontal de Marruecos a aceptar la consulta, con Rabat ofreciendo como única vía una propuesta de autonomía.
Bloqueo en la ONU
Con el Polisario enrocado en la necesidad de un referéndum de autodeterminación y Marruecos cómodo con su control del territorio y su oferta de autonomía, los años han ido pasando sin que el Consejo de Seguridad haya actuado para tratar de romper el bloqueo.
Casi por inercia, las potencias del Consejo han ido extendiendo el mandato de la Minurso y manteniendo la cuestión en un segundo plano, al tiempo que modificaban poco a poco el lenguaje de sus resoluciones en una línea que, para muchos analistas, es cada vez más favorable a los intereses marroquíes.
La palabra referéndum, de hecho, ha dejado de aparecer en los textos, que repetidamente han instado a las partes a negociar para lograr “una solución política justa, duradera y aceptable para todas, basada en la avenencia, que prevea la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental”.
Fracaso de la mediación
Mientras, distintos mediadores de Naciones Unidas han pasado por el cargo con planes y negociaciones para tratar de encontrar una salida, por ahora sin ningún tipo de éxito y en varias ocasiones tras ser sometidos al ostracismo por parte de las autoridades marroquíes.
La parálisis ahora mismo es casi total y el puesto de enviado especial de la ONU lleva dos años vacante dada la falta de acuerdo en el Consejo de Seguridad y entre las partes del conflicto, mientras la tensión ha vuelto a aumentar sobre el terreno, con algunos choques armados y el Polisario declarando la ruptura del alto el fuego.
El último mediador, el alemán Horst Köhler renunció por motivos de salud en mayo del 2019, tras haber generado ciertas esperanzas al lograr sentar a Marruecos y el Polisario, junto con Argelia y Mauritania, en una mesa redonda para abordar el conflicto.
Papel de las potencias
Tradicionalmente, Francia -que tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad- ha sido el gran apoyo marroquí en la ONU, donde con una diplomacia silenciosa ha evitado cualquier movimiento que pudiese complicar las tesis de Rabat.
Lo han permitido el resto de potencias, que en general no han dado demasiada importancia al conflicto en la excolonia española y que habitualmente evitan pronunciamientos contundentes al respecto.
Estados Unidos, que desde hace décadas es el encargado de redactar las resoluciones del Consejo sobre el conflicto, es el otro gran actor en Naciones Unidas, pero su política respecto al conflicto ha ido variando de Administración a Administración.
Sorpresa de Trump
Washington, sin embargo, ha sido quien ha generado el último gran giro en este contencioso, al reconocer el pasado diciembre la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental en un pacto tripartito que incluía el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel.
El movimiento de Trump, que llegó cuando ya estaba a punto de abandonar la Casa Blanca y que por ahora no ha sido modificado por la Administración de Joe Biden, ha reforzado al Gobierno marroquí, que ha comenzado a exigir a sus socios europeos que se alineen con esta postura.
Esa parece ser su gran reclamación para Madrid, según apuntó este lunes el Ministerio de Exteriores de Marruecos, que aseguró que la crisis bilateral sólo se terminará cuando “España aclare sin ambigüedades sus elecciones, sus decisiones y sus posiciones” en relación al Sáhara Occidental.