La ciencia lo deja claro: para limitar el calentamiento global a +1.5° C hay que reducir las emisiones de CO2 a la mitad de aquí al 2030. Pero el camino hacia este objetivo es complicado e implica una miriada de decisiones radicales para transformar todos los sectores de la economía.
Según el informe de 2018 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, en inglés), para respetar el objetivo ideal de los acuerdos de París, y no sobrepasar el +1.5° C con respecto a la era preindustrial, el planeta tiene que reducir un 45% sus emisiones de CO2 de aquí al 2030, respecto a las del 2010, y continuar los esfuerzos para logar la neutralidad en carbono hacia el 2050.
¿Qué significa esto para la economía y nuestra forma de vida? “Simplemente, que hay que transformarlo todo, de manera radical”, responde Henri Waisman, uno de los autores del informe. “Cambiar los modos de producción y consumo de energía, la forma en que producimos bienes industriales básicos, como nos desplazamos, lo que comemos, como calentamos las casas”.
¿Por dónde empezar?
Ante tamaño desafío, podríamos tener la tentación de plantear soluciones problema a problema, pero no queda tiempo, alertan los científicos.
“Tenemos que hacerlo todo a la vez, y de inmediato”, insiste Anne Ohloff, una de las autoras del informe anual de la agencia de la ONU para el medioambiente, donde miden la diferencia entre los compromisos de los Estados y los descensos reales de emisiones.
Energía, agricultura, construcción, transportes, industria y masas forestales: Según esta agencia, hay que insistir en estos seis sectores porque tienen potencial para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero (CO2, metano, dióxido de nitrógeno... Todo medido en su equivalente en CO2) de 60 gigatones de CO2 hoy en día, a cerca de 25 en el 2030.
Energía, un sector clave
Aunque si hubiera que comenzar por algún sitio, la producción de electricidad, sector responsable de muchas emisiones, parece un punto clave. “Porque es el sector con el potencial de reducción más importante y porque tenemos las tecnologías para hacerlo. Es, sobre todo, una cuestión de voluntad política”, considera Anne Ohloff.
Y habría que empezar por el carbón.
“Las centrales de carbón representan el 40% de las emisiones en la producción eléctrica, por lo que deben desaparecer de aquí a un par de décadas”, argumenta Matthew Gidden, investigador en el instituto Climate Analytics.
Habría que abandonar la idea de construir nuevas centrales y cerrar las existentes. Según Gidden, esto “significa cerrar dos centrales de carbón cada tres semanas” en la Unión Europea, o “una por semana” en China.
Una electricidad descarbonizada provocaría efectos positivos en cascada en los demás sectores.
La hoja de ruta de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé la neutralidad de carbono en el 2040, y para lograrla habría que instalar hasta el 2030 cuatro veces más capacidad de producción en energía solar y eólica que la que se creó en el 2020, que fue un año récord.
Transporte, agricultura, industria...
Pero solo con la electricidad verde no basta. Todos los sectores tienen que comprometerse radicalmente en su transición, dicen los expertos.
En los transportes, la AIE defiende el fin de la venta de coches térmicos (todos los que no sean eléctricos) nuevos a partir del 2035.
Matthew Gidden insiste en que, en cuanto a la agricultura, hay que “modificar la dieta para comer menos carne”, sobre todo bovina, ya que las vacas son importantes emisoras de metano. Además, hay que poner fin a los pesticidas responsable de las emisiones de dióxido de nitrógeno.
Otro gran cambio pasa por la renovación energética de las casas, la elaboración de nuevos procesos de producción en sectores industriales como el acero o el hormigón. Y terminar con la deforestación, restaurando los suelos y los bosques, que retienen carbono de forma natural.
Decisiones y una “visión”
Sin embargo, no hay soluciones milagrosas ni caminos marcados. “Es una cuestión de decisión, no tenemos un abanico de oportunidades donde elegir”, explica Joeri Rogelj, del Imperial College de Londres.
Tanto los individuos como las sociedades tienen que tomar decisiones sobre la energía nuclear, las bioenergías, la creación de tecnologías de absorción de carbono. Y hace falta “liderazgo y visión”, añade Rogelj, que recalca el rol “esencial” de los gobiernos.
Aunque es consciente del miedo que pueden dar algunos de los “sacrificios” que exigen estos cambios radicales, este experto intenta tranquilizar. “Sí, tendremos que cambiar cosas de nuestras vidas, pero será sin duda para mejor, maneras de vivir más sanas, con menos contaminación del aire”.
Nada que ver con el peso de las restricciones por la pandemia de COVID-19.
¿Una pandemia cada año?
La caída de las emisiones que se vio en el 2020 por el confinamiento y la consecuente ralentización de la economía equivale a la reducción media de emisiones que habría que respetar entre el 2020 y 2030 para alcanzar los compromisos de París, es decir, un -7.6%.
“Aunque es un poco tramposo”, considera Henri Waisman: “No vamos a disminuir las emisiones de la noche a la mañana”. Pero hay que poner en marcha todo lo necesario para que bajen lo más rápidamente posible. “Parar la economía no es la solución”, concuerda Anne Ohloff. “Hay que cambiar la economía”.