Los occidentales aseguran que hay que poner fin a la guerra en Ucrania, en la que no participan oficialmente, pero la magnitud de su ayuda a Kiev y sus sanciones contra Moscú plantean un interrogante: ¿se trata de una guerra indirecta entre Occidente y Rusia?
El enfrentamiento directo parece de momento descartado: nadie desea un devastador combate de potencias nucleares. Y los occidentales se esfuerzan en evitar cualquier acción que los haga pasar, a ojos de Rusia, al rango de cobeligerantes
Pero los analistas consultados por la AFP, de Moscú a Washington, pasando por Pekín, convienen en que la implicación de los norteamericanos y de algunos europeos --en menor medida-- los convierte en actores de primer plano.
Ivan Klyszcz, investigador en la Universidad de Tartu, en Estonia, habla de distintas percepciones. “Los ucranianos combaten solamente por sí mismos, no son los mandatarios de nadie”, explica.
En cambio, para Rusia, “es una guerra por procuración contra Occidente: según Moscú los ucranianos están manipulados por Estados Unidos y la OTAN”, agrega.
La propia Rusia describe una agresión occidental indirecta. “Es algo evidente”, asegura Alexandre Kramshijin, del Instituto de análisis político y militar en Moscú. “Occidente está haciendo durar al máximo esta guerra con sus entregas de armas” a Ucrania, asegura.
“Guerra no declarada”
Nikolái Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad ruso, dijo el martes que “la campaña antirrusa de los norteamericanos y de sus satélites muestra de forma convincente que Ucrania se ha convertido en el pretexto para librar una guerra no declarada a Rusia”.
Tras haber descartado --incluso antes del conflicto-- la hipótesis de una entrada oficial en el conflicto, Estados Unidos asume ahora abiertamente su apoyo al presidente ucraniano Volodimir Zelenski.
Son públicas sus entregas de armas a Ucrania, así como las sumas concedidas a Kiev. Y fuentes de los servicios de inteligencia afirmaron a algunos medios haber ayudado a Kiev a atacar a generales rusos y a bombardear navíos rusos en el mar Negro.
Tras varios reveses (Irak, Afganistán, etc.), la guerra en Ucrania permitió a los servicios de inteligencia de Estados Unidos mostrar su eficacia, destaca Pierre Razoux, director académico de la Fundación Mediterránea de Estudios Estratégicos (FMES).
Además, la guerra ofrece una oportunidad al ala dura en Washington, que quiere debilitar el poder ruso.
“Hay una diferencia entre asegurarse que el Kremlin no pueda ganar, y entre asegurarse de que pierda a cualquier precio. Y los estadounidenses están en una lógica de hacer perder a los rusos a cualquier precio”, dice Pierre Razoux.
OTAN dividida
Para Ivan Klyszcz, parte de la élite estadounidense quiere “humillar a Rusia” y “darle un puñetazo en plena cara”. Pero la Unión Europea (UE) es mucho más medida, e incluso está dividida.
El presidente francés Emmanuel Macron dijo recientemente que la paz se construirá también con Rusia, y que ello no se hará mediante la “humillación”.
Occidente no habla con una sola voz. “Ello plantea interrogantes sobre la unidad de los países de la OTAN una vez que nos acerquemos a una forma de final del conflicto”, destaca Ivan Klyszcz.
En cambio, Estados Unidos parece tener ambiciones más radicales. Quiere hacer durar el conflicto “para extraer beneficios geopolíticos” escribía recientemente el Global Times en Pekín. Y el tabloide nacionalista chino acusaba a Washington de “aprovecharse del caos”.
Colin Clarke, director de investigación en el Soufan Center, un centro de reflexión de Nueva York, considera que Estados Unidos está en efecto en ese proceso.
Los occidentales entregan a Kiev armas de forma incesante, y los ucranianos, “con todo derecho, han impresionado por su competencia, lo que refleja la formación y la cooperación que han tenido durante años”, asegura.
Pero Estados Unidos no ha desencadenado esta guerra, recuerda. “A lo sumo, los países de la OTAN y Estados Unidos ayudan a un país europeo amigo, aliado, a defender su integridad territorial”.