Incluso cuando Yekaterina Maksimova no puede llegar tarde, la periodista y activista evita tomar el metro de Moscú, aunque probablemente sea la ruta más eficiente.
Esto se debe a que, en el último año, ha sido detenida cinco veces allí, gracias a un omnipresente sistema de cámaras de seguridad con reconocimiento facial. Cuenta que la policía le decía que las cámaras simplemente “reaccionaban” a su paso, activando un alerta, aunque a menudo los mimos agentes no parecían entender el motivo y la dejaban ir tras unas horas.
“Parece que estoy en algún tipo de base de datos”, opina Maksimova, que antes había sido arrestada en dos ocasiones: en 2019 tras participar en una manifestación en Moscú y un año más tarde por su activismo medioambiental.
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Para muchos rusos como ella, cada vez es más difícil evitar el escrutinio de las autoridades, con el gobierno monitoreando de forma activa las cuentas en de redes sociales y empleando cámaras de seguridad contra los activistas.
Incluso una plataforma elogiada en su día por los usuarios por facilitar las tareas burocráticas está siendo empleada como una herramienta de control: las autoridades planean utilizarla para entregar las notificaciones para reclutamiento, frustrando así una táctica popular entre quienes quieren esquivar el llamado a filas, de evitar que se les entregue la documentación en persona.
Los activistas sostienen que, bajo el mandato del presidente Vladímir Putin, Rusia ha aprovechado la tecnología digital para rastrear, censurar y controlar a la población, construyendo lo que algunos llaman un “ciber gulag”, una oscura referencia a los campos de trabajo donde se encerraba a los prisioneros políticos en la época soviética. Es un territorio nuevo, incluso para una nación con un largo historial de espionaje a sus ciudadanos.
“El Kremlin se ha convertido de facto en el beneficiario de la digitalización y está utilizando toda oportunidad para la propaganda estatal, para vigilar a la población, para romper el anonimato de los usuarios de internet”, afirma Sarkis Darbinyan, jefe legal de Roskomsvoboda, un grupo ruso de libertad en internet al que el Kremlin considera un “agente extranjero”.
Aumento de la censura y los procesamientos en línea
La aparente indiferencia del Kremlin hacia la vigilancia digital pareció cambiar tras las protestas masivas de 2011 y 2012, que se coordinaron por internet, lo que llevó a las autoridades a endurecer sus controles en línea.
Algunas regulaciones les permitían bloquear páginas web y otras obligaban a los operadores de telefonía móvil e internet a almacenar los registros de llamadas y mensajes, para compartir la información con los servicios de seguridad si era necesario. Las autoridades presionaron en vano a empresas como Google, Apple y Facebook para que guardaran los datos de sus usuarios en servidores rusos y anunciaron sus planes para construir un “internet soberano” que, en caso de necesidad, se podría aislar del resto del mundo.
En ese momento, muchos expertos calificaron estos esfuerzos de inútiles, y algunos siguen pareciendo ineficaces. Puede que las medidas rusas no parezcan más que una simple cerca comparadas con el gran cortafuegos chino, pero la represión online del Kremlin ha ganado impulso.
Tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, la censura en línea y el procesamiento judicial por publicaciones y comentarios en redes sociales despuntaron de tal forma que batieron todos los récords existentes.
Según Net Freedoms, un destacado grupo de defensa de los derechos en internet, más de 610,000 cibersitios fueron bloqueados o eliminados por las autoridades en 2022, el récord anual en 15 años, y 779 personas fueron acusadas por comentarios y publicaciones, otro récord.
Un factor importante fue la ley adoptada una semana después de la invasión que penaliza el sentimiento antibélico, advierte el presidente de Net Freedoms, Damir Gainutdinov. Además, prohíbe la “difusión de información falsa” o “desacreditar” el ejército, por lo que se utiliza contra quienes se oponen públicamente a la guerra.
Human Rights Watch citó otra ley de 2022 que permite a las autoridades “cerrar extrajudicialmente medio de comunicación y bloquear contenidos en internet por difundir ‘información falsa’ sobre la conducta de las Fuerzas Armadas de Rusia u otros organismos estatales en el extranjero o por propagar llamadas a sancionar a Rusia”.
Los usuarios de redes sociales “no deben sentirse seguros”
Las estrictas leyes contra el extremismo aprobadas en 2014 se centraron en las redes sociales y en los mensajes online, lo que derivó en cientos de casos penales por publicar textos, compartirlos y expresar apoyo. La mayoría afectaron a usuarios de la popular plataforma rusa VKontakte, que supuestamente colabora con las autoridades.
A medida que aumentaba la represión, las autoridades pusieron la vista también en Facebook, Twitter, Instagram y Telegram. Aproximadamente una semana después de la invasión, Facebook, Instagram y Twitter fueron bloqueados, pero sus usuarios seguían siendo denunciados.
Marina Novikova, de 65 años, fue condenada este mes en la ciudad siberiana de Seversk por “difundir información falsa” sobre el ejército en mensajes contra la guerra en Telegram, y recibió una multa equivalente a más de 12,400 dólares. Una corte de Moscú sentenció la semana pasada al activista Mikhail Kriger a siete años de cárcel por comentarios en Facebook en los que expresó un deseo “de ahorcar” a Putin.
La famosa bloguera Nika Belotserkovskaya, que vive en Francia, recibió una condena en ausencia de nueve años por publicaciones de Instagram sobre la guerra que, de acuerdo con las autoridades, propagaron “falsedades” sobre el ejército.
“Los usuarios de cualquier plataforma de redes sociales no deberían sentirse seguros”, afirma Gainutdinov.
A los defensores de derechos les preocupa que la censura online esté a punto de ampliarse drásticamente a través de sistemas de inteligencia artificial que peinen las redes y las webs en busca de contenidos considerados ilícitos.
El regulador gubernamental de medios de comunicación, Roskomnadzor, anunció el febrero el lanzamiento de Oculus, un sistema de IA que busca contenido prohibido en fotos y videos en línea, y puede analizar más de 200,000 imágenes por día, frente a las 200 de los seres humanos.
Otros dos sistemas similares que están en fase de desarrollo se centrarán en textos.
En febrero, el diario Vedomosti citó a un funcionario no identificado de Roskomnadzor que lamentó la “cantidad y la velocidad de propagación de falsedades sin precedentes” sobre la guerra. El funcionario citó también declaraciones extremistas, convocatorias de protestas y “propaganda LGBT” entre los contenidos prohibidos que serán identificados por los nuevos sistemas.
Los activistas afirman que es difícil saber si los nuevos sistemas funcionan y hasta qué punto son eficaces. Darbinyan los describe como “algo horrible”, que conduce a “más censura”, en medio de la falta total de transparencia sobre su funcionamiento y regulación.
Las autoridades podrían estar trabajando también en un sistema de bots que recopilen información en redes sociales, aplicaciones de mensajería y comunidades online cerradas, apunta el grupo bielorruso de hacktivistas Cyberpartisans, que obtuvo documentación de una filial de Roskomnadzor.
Yuliana Shametavets, coordinadora de Cyberpartisans, dijo a The Associated Press que teme que esos sistemas automáticos creados por el Estado se infiltren en grupos de redes sociales en ruso para labores de vigilancia y propaganda.
“Ahora es normal reírse de los rusos, decir que tienen armas viejas y que no saben luchar, pero el Kremlin es muy bueno en campañas de desinformación y hay expertos informáticos de alto nivel que crean productos extremadamente eficaces y muy peligrosos”, afirma. El regulador gubernamental Roskomnadzor no respondió a peticiones de comentarios.
Ojos en—y bajo—las calles
Entre 2017 y 2018 las autoridades de Moscú instalaron un sistema de cámaras en las calles habilitadas con tecnología de reconocimiento facial. Durante la pandemia del COVID-19 en 2020, las autoridades pudieron localizar y multar a quienes violaban las cuarentenas.
Ese mismo año, los medios rusos reportaron que las escuelas contarían también con esos sistemas. Vedomosti dice que no estarán conectadas al sistema de reconocimiento facial apodado “Orwell”, por el autor británico de la novela distópica “1984″ y su “Gran Hermano”, el personaje que todo lo ve.
Cuando comenzaron las protestas por el encarcelamiento del líder opositor Alexei Navalny en 2021, se empleó el sistema para localizar y arrestar a los asistentes, algunas veces semanas después. Después de que Putin anunció en septiembre del año pasado una movilización parcial de hombres para luchar en Ucrania, aparentemente ayudó a las autoridades a atrapar a los evasores.
Un hombre que fue detenido en el metro de Moscú tras no acudir al llamado a filas afirmó que la policía le dijo que el sistema de reconocimiento facial había alertado de su presencia, explica su esposa, que habló con la AP bajo condición de anonimato por temor a represalias.
En 2022, “las autoridades rusas ampliaron su control sobre los datos biométricos de la población, recopilándolos incluso de bancos, y emplearon la tecnología de reconocimiento facial para vigilar y perseguir a activistas”, reportó Human Rights Watch este año.
Maksimova, la activista a la que paran repetidamente en el metro, presentó una demanda para recurrir los arrestos, pero perdió. Las autoridades alegaron que, como ya había sido detenida antes, la policía tenía derecho a retenerla para una “conversación informal”, en la que los agentes le explican a un ciudadano sus “responsabilidades morales y legales”.
Maksimova sostiene que los agentes se negaron a explicarle el motivo por el que figuraba en sus bases de datos de vigilancia, calificándolo de secreto de Estado. Ella y su abogado impugnaron el fallo judicial.
En las calles de Moscú hay 250,000 cámaras de vigilancia con ese software: en la entrada a edificios residenciales, en el transporte público y en las calles, afirma Darbinyan. San Petersburgo y otras ciudades grandes, como Novosibirsk y Kazan, cuentan con sistemas similares, agrega.
Cree que las autoridades quieren armar “una red de cámaras en todo el país. Parece una tarea titánica, pero hay posibilidades y fondos”.
“Vigilancia digital total”
En noviembre, Putin ordenó al gobierno la creación de un registro en línea de personas aptas para el servicio militar, luego de que los esfuerzos para movilizar a 300,000 hombres para combatir en Ucrania revelaron un gran desorden en los registros de alistamiento.
El registro, que se prometió que estaría listo en otoño, recopilará todo tipo de datos, “desde clínicas ambulatorias a juzgados, oficinas tributarias y comisiones electorales”, apuntó la analista política Tatyana Stanovaya en comentario reciente para la organización Carnegie Endowment for International Peace.
Esto permitirá a las autoridades entregar las citaciones de forma electrónica a través de una página web gubernamental que se utiliza para solicitar documentos oficiales, como pasaportes o títulos de propiedad.
Una vez que el llamado aparezca en la plataforma, los destinatarios no podrán abandonar el país. Si no se atiende la citación en un plazo de 20 días, haya sido vista o no, se impondrán otras restricciones, como la suspensión del permiso de conducir o la prohibición de comprar o vender propiedades.
Stanovaya cree que estas restricciones podrían ampliarse a otros aspectos de la vida en Rusia mientras el gobierno “construye un sistema estatal de vigilancia digital total, de coerción y castigo”.
Por ejemplo, una ley aprobada en diciembre obliga a las empresas de taxis a compartir sus bases de datos con el Servicio Federal de Seguridad, la agencia sucesora del KGB soviético, dándole acceso a las fechas de los viajes, la ruta y el pago. “El ciber gulag, del que se habló de forma activa durante la pandemia, está tomando forma real ahora”, escribe Stanovaya
Fuente: AP
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