Las directrices del presidente Donald Trump para que los estados reabran sus economías tenían una estructura de consensos. Sin embargo, lo que el mandatario realmente creó fue una estructura de transferencia de culpas.
Trump apoyó firmemente el viernes a los manifestantes que desafiaron las medidas de confinamiento ordenadas por los gobernadores de sus estados para combatir la pandemia de coronavirus.
Menos de 24 horas antes, el mandatario les había dado a los gobernadores una guía con objetivos graduales para que tomaran sus propias decisiones.
Pero lo hizo de tal manera que también les pasa la responsabilidad a los estados, permitiéndose transferirles la culpa si las cosas salen mal. Y presionó a fin de legarles a los gobernadores el actual problema de la escasez de pruebas para detectar el virus.
Es un patrón ya conocido de Trump: adjudicarse el crédito de lo que salga bien, y culpar a alguien de lo que salga mal.
Al argumentar que grandes extensiones del país pueden reducir las restricciones sin peligro basándose en las nuevas directrices, Trump también encontró una salida a sus afirmaciones constitucionalmente cuestionables de que tenía “total autoridad” para decidir la manera en la que los estados regresan a una apariencia de normalidad.
Trump no podía haber sido más explícito al señalar que la necesidad de incrementar las pruebas para detectar el coronavirus _algo que los expertos en salud pública consideran necesario antes de que los estadounidenses puedan regresar a sus actividades normales_ es problema de los gobernadores.
“¡Los estados tienen que aumentar sus pruebas!”, aseveró Trump el viernes en Twitter.
El gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, rechazó la posición del presidente.
Dijo que Trump les había transferido la responsabilidad a los gobernadores “sin pasarles los dólares” para que los estados hagan lo necesario. Su entidad es la más afectada de la nación, con más de 14,000 fallecimientos relacionados con el virus.
“No podemos hacer esto sin el gobierno federal”, declaró Cuomo.
Si había alguna duda sobre la prontitud con la que Trump desea que la economía funcione a toda su capacidad, la disipó con tres tuits en los que exigió “liberar” a Michigan, Minnesota y Virginia, todos estados gobernados por demócratas.
En efecto, el mandatario estaba alentando a los inconformes que se resisten a las medidas de quedarse en casa dispuestas por los gobernadores.
Tampoco tuvo recato en identificar a enemigos. Arremetió contra el probable candidato presidencial demócrata, Joe Biden, por el manejo que el gobierno de Barack Obama hizo durante el brote de gripe H1N1. Y censuró a Cuomo, a quien ha elogiado y criticado alternativamente durante la crisis.
“El gobernador Cuomo debería pasar más tiempo ‘haciendo’ y menos tiempo ‘quejándose’. Salga y haga su trabajo”, tuiteó Trump.
La impaciencia del presidente para reanudar la economía —una parte crucial de su estrategia con miras a su reelección— fue evidente en el desarrollo de las directrices emitidas por la Casa Blanca.
CDC
La última es menos rigurosa de lo que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) le recomendaron a la Casa Blanca la semana pasada.
Los CDC, de acuerdo a un borrador de las recomendaciones obtenido por la AP, mencionaron utilizar criterios más específicos y en muchos casos esperar mejoras en periodos más largos, antes de reducir las restricciones en las zonas de alta transmisión.
Los ejemplos incluyen el deseo de ver reducciones sostenidas durante 30 días en las pruebas positivas del coronavirus, y reducciones sostenidas durante 15 días en las cifras de muertos.
Según las directrices de Trump, un estado tendría que registrar una declinación durante 14 días en los casos documentados de Covid-19. El dilema para los estados es evidente.
El doctor Tom Frieden, exdirector de los CDC, dijo que las pruebas necesitan “aumentarse en un factor de tres hasta un factor de 20” a partir de la tasa actual de unas 150,000 pruebas diarias.
Sin embargo, incluso sin las pruebas adecuadas, Trump justificó en parte su plan para flexibilizar el distanciamiento social con el argumento de que las infecciones ya han alcanzado su máximo nivel en Estados Unidos.
Algunos expertos afirman que las estadísticas disponibles parecen entrever que el máximo nacional fue alcanzado, pero la situación difiere de ciudad a ciudad y de estado a estado. Otros consideran que no hay certeza aún de que los puntos más álgidos se hayan alcanzado en alguna parte.