Por Lionel Laurent
El “estilo de vida” europeo siempre ha sido un concepto difuso, pero después del COVID-19, comenzó a resonar con una nueva generación en busca de la “dolce vita”.
Citigroup Inc. es un símbolo improbable. En su nueva oficina en Málaga, España, los banqueros júnior saben que sus salarios serían equivalentes a la mitad del de sus pares en Londres (aparentemente de US$ 100,000) a cambio de la oportunidad de vivir en el continente.
Hablamos de horarios de trabajo más tradicionales, del Mediterráneo, de un costo de vida más bajo y una mayor esperanza de vida: es el tipo de poder blando por el que Europa quiere ser conocida.
Ese es el sueño, en todo caso. Pero la realidad económica que enfrenta Europa mientras Rusia intensifica su guerra en Ucrania es muy diferente. Un impacto de varios años en los niveles de vida se avecina en países como España, Italia, Francia y especialmente Alemania, ya que los salarios reales caen más rápido que para sus contrapartes en Estados Unidos, donde la vida parecerá más suave.
Los europeos tendrán que enfrentarse a menos energía, menos producción, menos renta disponible, más inflación y mayores costos de importación. El malestar social es un riesgo real.
Mientras Europa se esfuerza por acabar con la principal dependencia de Alemania del gas ruso barato, se desvanece la esperanza de que el impacto económico haya terminado para la primavera.
A pesar de un esfuerzo admirable para luchar contra los cortes de gas de Vladímir Putin a través de la acumulación de reservas para el invierno, la mayor parte podría agotarse en marzo. Perdurarán los altos precios de la energía y la escasa oferta. Economistas de Deutsche Bank AG y Barclays Plc pronostican, respectivamente, una contracción económica de la eurozona del 2.2% y del 1.1% el próximo año.
El historial de Europa en la contención de la desigualdad también hace frente a una gran prueba. La energía y los alimentos representan una parte mucho mayor del gasto del 20% inferior que del 20% superior.
Los Gobiernos europeos han destinado unos € 500,000 millones (US$ 496,000 millones) para amortiguar el impacto del aumento de los precios en los consumidores y las empresas, según el grupo de expertos Bruegel, pero esa cifra podría ser solo el comienzo. El Reino Unido, cuyos dolores de cabeza por el Brexit perjudicaron la apertura comercial incluso antes de que tanques llegaran a Donetsk, también tendrá que gastar mucho para proteger a su población.
De ahí que algunas empresas europeas sueñan ahora con una calidad de vida estadounidense. Los precios estables de la gasolina en Estados Unidos y el apoyo del Gobierno a los fabricantes han hecho que empresas como Volkswagen AG reubiquen su producción allí, mientras que Tesla Inc. detiene los planes de inversión alemanes, según el Wall Street Journal.
El aumento de los costos de la energía ha hecho que una de cada 10 empresas alemanas corte o interrumpa la producción, de acuerdo con una encuesta de la industria. Esto se extenderá a través de las cadenas de suministro de los socios comerciales dentro y fuera de Europa, incluso en China, otro lugar del que la UE busca reducir su dependencia.
Claro, la inflación ha subido en Estados Unidos, pero también tiene la ventaja de ser un exportador neto de energía; dos tercios de sus exportaciones de GNL hasta junio fueron dirigidos a Europa. La depreciación del euro y la libra muestra cómo aumentan las facturas de importación de Europa, desde una energía más cara hasta los aumentos de precios de Apple Inc.
Mientras el presidente francés, Emmanuel Macron, le dice solemnemente al pueblo que la era de la “abundancia” ha terminado, los estadounidenses gastan más a medida que bajan los precios de la gasolina. Los que llegan a París evidencian que el lujo es mucho más asequible.
Por apocalíptico que suene, la UE ha sufrido recesiones antes. Todavía hay esperanza de que los Gobiernos se den cuenta de que la mejor manera de defender a sus ciudadanos es a través de la unidad, compartiendo energía y recursos financieros de manera similar a lo que pasó cuando se desató la pandemia del COVID.
Pero llegar a ese punto será tortuoso. Los Gobiernos de todo el mundo se endeudaron durante la pandemia, respaldados por condiciones monetarias laxas que ahora están ajustando rápidamente. Incluso los países que evitaron los errores energéticos de Alemania, como Francia con la energía nuclear o España con las energías renovables, están lidiando con sus propios problemas de inversión insuficiente y grandes cantidades de deuda. Reavivar la solidaridad será difícil.
En una crisis como esta, hay peores lugares para estar que Málaga. Pero la ventaja del poder blando de Europa probablemente se deba menos a la calidad de vida y más a la creación de coaliciones en el extranjero y la gestión de una economía en tiempos de guerra en casa. Sea cual sea el contexto, la “dolce vita” de Europa está a punto de perder un toque de dulzura.