Las historias de las jornaleras que salen a la calle en Nueva York en busca de trabajo tienen mucho en común: son indocumentadas, latinas, algunas recién llegadas y limpian hogares tras horas de espera en la calle, expuestas a las inclemencias del tiempo y al acoso sexual.
Ahora, un grupo de ellas intenta mejorar su situación en un mundo laboral moderno con la ayuda de un curso de uso de la tecnología, como las aplicaciones, del que hoy se gradúan las primeras 50 trabajadoras.
Cada mañana, cerca de un centenar de mujeres, a veces más, acuden al mismo lugar, una pequeña plaza entre las calles Mercy y Division en un vecindario judío hasídico en Brooklyn, armadas solo con la esperanza de regresar a casa con algo de dinero, aunque muchas reciben salarios por debajo del límite legal o de lo que les prometen, y sufren condiciones humillantes de trabajo.
Una espera diaria para ser contratadas
Allí, intentan resguardarse del inclemente sol y la humedad del verano, algunas conversan y reciben la solidaridad de grupos comunitarios que les llevan frutas y cada miércoles una comida caliente de una iglesia local, tal vez la única en el día.
Con rostros sombríos, muchas aguardan a los posibles empleadores, en su mayoría miembros de la comunidad judía del barrio, -algunas son adolescentes enviadas por su familia-, que tras una breve negociación sobre el pago por el trabajo, se alejan de la plaza acompañadas de una inmigrante.
Y cada mañana puede haber un rostro nuevo, como el de la peruana Verónica Sandoval, que en su primer día en esta plaza dice que llegó a Nueva York hace tres meses junto a sus hijos de 16 y 17 años, donde se aloja con familiares.
“Dicen que acá hay más oportunidades que en mi país” donde trabajaba en un salón de estética, comentó la mujer, que lucía tímida y desconcertada y que supo del lugar a través de una conocida.
Muchas trabajadoras, por su condición de indocumentadas, protegían su rostro por temor a las autoridades de inmigración.
Un curso de tecnología y negociación
Las trabajadoras reciben ayuda del Proyecto de Justicia Laboral, que hace cuatro años organizó a un grupo de ellas bajo el nombre de “Liberty Cleaners”, que ha aprendido sobre sus derechos y a negociar su salario y las condiciones bajo las cuales son contratadas.
“Aprendimos de los Deliveristas Unidos (repartidores de comida) que trabajan con aplicaciones” dijo la mexicana María Valdez, dirigente de las Liberty Cleaners, y coordinadora del curso en tecnología impartido a medio centenar de sus limpiadoras.
El curso piloto fue organizado por el Empire State College de la Universidad pública del Estado (SUNY) y les enseñó, además, a usar productos ecológicos para la limpieza.
“La de hoy es una graduación muy simbólica para ellas porque, por primera vez, pisaron una universidad en este estado. Es muy emocionante ver su crecimiento, desde donde empezaron en la esquina ganando unos US$ 13 la hora”, destacó Valdez.
Indicó además que esperan poder convertir a Liberty Cleaners en una plataforma para que estas inmigrantes puedan manejar su propia empresa.
La mexicana Merced Aguilar ha acudido a esta plaza durante ocho años, tras emigrar de California a Nueva York con un hijo y explica que tras tomar el curso, espera poder mejorar su situación laboral.
“Hemos pasado por muchas circunstancias (con los empleadores), maltrato, nos hacen trabajar jornadas largas por poco dinero y a veces no nos quieren pagar ni un mínimo”, comentó.
Aguilar es contratada al menos tres días a la semana por cuatro horas cada día, por las que exige al menos el salario mínimo en este estado, de US$ 15 la hora, tras aprender sobre sus derechos con el Proyecto de Justicia Laboral.
Limpiando en condiciones humillantes
Sin embargo, la necesidad lleva a otras a aceptar ofertas de empleo u ofrecer hacer la limpieza por US$ 12 o US$ 13 la hora y condiciones humillantes.
“No te dan guantes, ni cepillo y quieren que laves el inodoro con las manos, que uses mucho clorox en el baño, que limpies el piso de rodillas”, indicó Aguilar al recordar lo que vivió antes de unirse a las Liberty Cleaners, situación que aún afrontan otras inmigrantes, dijeron.
Otra mujer contó cómo los detergentes que les obligan a usar le hacen daño, mostrando sus manos muy ásperas.
Valdez destacó que la idea del curso, que esperan impartir a otras trabajadoras es para llevarlas a “dejar la esquina (la plaza donde están ahora) y esas condiciones de trabajo y moverlas hacia la tecnología, que sería la nueva norma de contratación”.
“Nos hemos dado cuenta de que la nueva generación ya no irá a las esquinas a contratar trabajadoras, usarán las aplicaciones y es a ese mundo al que queremos impulsarlas”, afirmó.