Patricia atendía los baños de un bar nocturno en Manhattan, Ricardo trabajaba en un restaurante, Jean en la construcción e Ivone en la limpieza hasta que el parón causado por el Covid-19 los dejó sin trabajo.
Ahora, junto a varios centenares de personas esperan en una fila en el barrio más castigado por la pandemia en Nueva York para recoger los alimentos que ofrece una de las iniciativas surgidas para aliviar los estragos del coronavirus.
"No hay otro lugar aquí, tú vas a recoger comida y todo está lleno, no hay posibilidades de ir, no hay pasta para toda la gente, somos muchos y no alcanza, mucha gente viene por comida, aquí y en otros lados y muchos nos tenemos que ir sin nada, sin comida, y qué le das a tus hijos", cuenta entre lágrimas Patricia Gaspariano.
Como muchos de los trabajadores del distrito neoyorquino de Queens, Patricia, originaria de Ecuador, es una trabajadora indocumentada, por lo que no puede acceder a las ayudas de desempleo del Gobierno local, ni a la de US$ 1,200 ofrecida por el Gobierno federal como parte de un paquete de ayudas para paliar los efectos de la crisis económica que ha desatado la expansión de la enfermedad, que solo en el estado de Nueva York se ha cobrado la vida de cerca de 17,000 personas.
"Tengo un niño de cuatro años, estoy desempleada por lo que está pasando, solo nos dieron un tiempo de receso en el trabajo, pero ya nos hablaron hace tres semanas y desgraciadamente a todos nos despidieron porque la situación no tiene para darnos a nosotros un incentivo, un dinero", cuenta con la boca cubierta con una mascarilla, mientras insiste: "Yo vine a trabajar, no a ser una carga para el país".
“Todos tenemos que luchar”
La avenida Roosevelt, que comunica los tres barrios más afectados por la pandemia en Nueva York, epicentro mundial del coronavirus, es surcada por algunos vehículos y peatones que se acercan a hacer cola a los escasos supermercados abiertos, donde solo se permite la presencia de un número determinado de clientes en su interior.
Pero la mayor parte de los negocios han cerrado las persianas metálicas y la calle ha perdido la vitalidad que le imprimían los negocios que vendían a viva voz sus productos o los innumerables puestos de comida que invadían sus aceras.
Ricardo, de México, cuenta que "estar encerrados" su mujer y sus tres hijos en un apartamento es estresante, pero confiesa que lo que más les ha afectado es la pérdida del trabajo, que lo ha llevado a buscar la comida que no pueden permitirse sin tener ingresos.
"Ahorita no hay para la renta, nadie está trabajando, no hay para la renta, para la comida. Todos tenemos que luchar y apoyarnos mutuamente", cuenta Ivone Morales, de 50 años, que vive con marido, sus tres hermanas y sus cuñados bajo el mismo techo.
Los ocho se han quedado sin empleo y ahora no tienen para comer, además de que, según cuenta, tampoco hay dinero para enviarles a sus hijos, que viven en Ecuador.
Barrios pobres y hacinados
La legisladora de la Asamblea del estado de Nueva York Catalina Cruz, que es la responsable de uno de los pocos lugares donde se reparte comida gratuita en esta zona, explica que este barrio, donde ella también creció cuando se estableció junto con su madre indocumentada cuando era niña, ha sido el más golpeado debido a la pobreza y también a las tradiciones familiares.
"Es una economía muy dependiente del trabajo diario, una comunidad obrera, indocumentada, donde no existía el acceso a servicios preventivos de salud, donde no teníamos acceso a seguro médico, donde si querías ir al doctor tenías que pagar el salario de una semana completa, donde la gente, por costumbre, vivía con los abuelos, los tíos los primos o por necesidad tenían que vivir dos o tres familias juntas a la vez; entonces, se infectó uno, no había forma de aislarlo y enfermaban todos; entonces la gente así ha empezado a morir y a desgastarse", dice la política demócrata.
Cruz agrega que los barrios de Corona, Elmhurst y Jackson Heights son "los barrios con la mayor cantidad de personas contaminadas con coronavirus y que ha muerto. En este barrio viven muchas personas inmigrantes, yo diría que un 80 % son inmigrantes. Tenemos personas que tienen la ciudadanía, pero la mayoría son indocumentados o tienen algún tipo de estatus que no es permanente Estatus que no les da la posibilidad de tener una estabilidad económica durante este tipo de crisis", agrega.
El chef José Andrés y la solidaridad del barrio
En cooperación con la ONG del cocinero español José Andrés "World Central Kitchen", Cruz ofrece comidas en su oficina desde el pasado 17 de marzo, cuando las autoridades ordenaron el cierre de toda actividad que no fuera necesaria.
Además de las raciones que aporta la ONG del chef, que colabora con otros centros del estado y del país, la asambleísta cuenta que algunos vecinos y tiendas de la zona han regalado también verduras, leche o productos para bebés como pañales, que, precisamente, comenzarán a repartir esta semana.
El primer día fueron 300 comidas, pero ya van por las 1,500 diarias, que empiezan a repartir a partir del mediodía de lunes a sábado y a veces la aglomeración de gente, que forma una fila que da una vuelta entera a la manzana, provoca alguna tensión, que la política intenta solucionar pidiendo a los congregados que guarden las distancias.
Largas filas de espera
Se tardan tres minutos, caminado a buen ritmo, para recorrer de principio a fin toda la cola de gente que espera su turno para recoger sus raciones.
"Teníamos una línea donde nos tocó llamar a la Policía, que nos ayudara a separar a la gente, porque tú a la gente le puedes decir cinco veces lo mismo y no van a entender porque la necesidad es mucha y piensan que al frente no va a haber comida; y nos ha pasado, que los últimos cinco no tenemos comida para darles. Entonces la gente se desespera y sabemos que esto va a seguir así, pero esperamos que la caridad de nuestro pueblo se siga manifestando", dice Cruz sin quitarse la colorida mascarilla que le cubre nariz y boca, en un breve paréntesis en su trajín de entregar bolsas de comida.
Jean Soto, de Perú, no sabe cuándo la empresa de construcción en la que trabaja retomará la actividad y cuando lo haga, dice, a él todavía tardarán en llamarlo porque fue de los últimos en ser contratado. Su mujer sí que mantiene el trabajo, pero ha visto cómo le han reducido la jornada a solo tres días a la semana.
“Es lamentable por la situación económica que estamos viviendo. Actualmente no estoy trabajando, estoy afectado económicamente y la salud de mi familia. Mucha veces, sin recursos económicos ni fuente de trabajo, tiene uno que vérselas para salir adelante”, cuenta un resignado Harold García, que al estrés de su situación se suma que su hermana en Ecuador está ingresada por Covid-19 en el hospital. Son historias de hambre, lucha y desesperación.