El presidente Joe Biden recibirá información sobre la pesquisa de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos en torno a cómo comenzó el COVID-19, aunque es probable que el informe provoque decepción en el intento por ofrecer respuestas claras sobre el origen de la pandemia en China.
En mayo, Biden ordenó a sus asesores que trabajen para aclarar las hipótesis contradictorias entre las agencias de inteligencia que examinan varias teorías sobre cómo comenzó el nuevo coronavirus, incluida una versión alguna vez descartada sobre un accidente de laboratorio en China, así como que el virus se originó naturalmente por contacto con animales, como murciélagos o pájaros.
La pesquisa de inteligencia de 90 días que ordenó el presidente debe ofrecer un informe el martes, según la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, y es probable que la publicación de los fragmentos no clasificados tarde unos días más.
Sin embargo, tres funcionarios del Gobierno de Estados Unidos y una cuarta fuente familiarizada con la investigación dijeron que no esperaban que la revisión condujera a conclusiones firmes, después de que China obstaculizara los esfuerzos internacionales previos para recopilar información crucial sobre el terreno.
En cambio, un funcionario dijo que el informe probablemente apuntaría a líneas de investigación adicionales que podrían seguirse.
“Es básicamente imposible tener una investigación adecuada si una de las partes principales no quiere cooperar”, dijo Thomas Wright, miembro principal de Brookings Institution y coautor de “Aftershocks”, un libro sobre los inicios de la pandemia. “Necesitamos proceder como si ambas hipótesis fueran ciertas”.
El informe también se produce en momentos en que las agencias estadounidenses han sido presionadas por el Gobierno y el Congreso por asuntos relacionados con el manejo de Afganistán, después de que la caída de Kabul ante los talibanes se produjera más rápido de lo que estimaron muchos analistas de inteligencia, defensa y diplomáticos.
El COVID-19 ha causado la muerte a 4.6 millones de personas en todo el mundo, según un recuento de Reuters, pero sus orígenes precisos siguen siendo un misterio.
Los primeros casos conocidos surgieron en diciembre del 2019 en la ciudad de Wuhan, en el centro de China, y las agencias estadounidenses comenzaron a investigar cómo se gestaron los brotes poco después.
En un principio, las agencias de espionaje estadounidenses favorecieron la explicación de que la enfermedad se originó naturalmente, por contacto estrecho con animales salvajes.
Un equipo dirigido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que pasó cuatro semanas en Wuhan y sus alrededores en enero y febrero dijo que el virus probablemente se había transmitido de murciélagos a humanos a través de otro animal.
Pero el informe emitido en marzo, que fue escrito junto con científicos chinos y concluyó que la teoría del laboratorio era “extremadamente improbable”, no satisfizo a Washington.
Fuentes familiarizadas con los reportes de inteligencia han dicho que ha habido poca corroboración en los últimos meses de que el virus se haya propagado de forma amplia y natural entre los animales salvajes.
Mientras tanto, China se ha negado a dar a los investigadores estadounidenses el tipo de acceso al laboratorio de Wuhan y a los funcionarios locales que Estados Unidos cree que necesita para intentar determinar los orígenes del virus.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha dicho que el grupo no ha descartado ninguna hipótesis. La organización con sede en Ginebra está dispuesta a reunir a un nuevo equipo para examinar más a fondo los orígenes del virus que causa el COVID-19.
Por su parte, China ha ridiculizado la teoría de que el COVID-19 escapó del laboratorio de virología estatal en Wuhan y empujó otras hipótesis, incluida una versión que indica que el virus se filtró de un laboratorio en Fort Detrick, Maryland, en el 2019.
Un portavoz de la Casa Blanca se negó a emitir comentarios.