Por Francis Wilkinson
Mientras los candidatos se empujan por una ventaja en las elecciones primarias demócratas de EE.UU. y los medios barajan las probabilidades, el presidente Donald Trump ya conoce la identidad de su oponente. De hecho, su campaña, con el pleno apoyo del Partido Republicano, ya está librando una vigorosa cruzada para destruir a su oposición. No, no es Joe Biden, quien inspiró el sacudón de Trump a Ucrania. Trump se está armando contra un enemigo más grande: la democracia misma.
El Partido Demócrata no está preparado para esta guerra. Los medios siguen teniendo dificultades —y a menudo fallan— en adaptarse a la demagogia. Y el electorado, al menos la mayoría que no sigue a Trump y se interesa por preservar el estado de derecho, tiene herramientas limitadas para pelear.
Como señala el experto jurídico Richard Hansen en “Election Meltdown”, su alarmante nuevo libro sobre las amenazas a las elecciones estadounidenses, mitigar el riesgo es “especialmente desafiante cuando uno de los grandes riesgos a la integridad del proceso proviene del presidente actual de Estados Unidos”.
El asalto tiene múltiples frentes. La campaña de desinformación de Trump se encuentra, evidentemente, en curso, al punto en el que no hay ninguna distinción significativa entre las palabras “Trump” y “desinformación”. Los medios, al igual que muchos estadounidenses, se han acostumbrado a las mentiras de Trump y a las de sus cómplices y sus defensores. El Wahington Post mantiene una cuenta creciente, actualmente de más de 16,000 falsedades públicas del presidente. ¿Alguien lo sigue notando?
Buena parte de la democracia transcurre en las comunicaciones públicas: no puede funcionar sin un discurso razonablemente honesto. La dosis diaria de propaganda y calumnias de Trump corroe una fe en la democracia ya debilitada, de modo que sea menos resistente a sus siguientes asaltos.
A medida que se acerca diciembre, Trump planea complementar la retórica corrosiva con acciones concretas. En palabras de uno de los funcionarios de campaña de Trump, el Partido Republicano jugará “a la ofensiva” el día de las elecciones. Esto implica algo más que los esfuerzos de Trump en el 2016.
En aquel entonces, Trump cerró su campaña con siniestras amenazas sobre fraude electoral. En un mitin en Pensilvania en octubre del 2016 dijo a sus seguidores: “es muy importante que vigilen a otras comunidades, porque no queremos que nos roben estas elecciones”. En Akron, Ohio, le dijo a una multitud que debían “vigilar” la votación.
“Y cuando digo ’vigilar’, ya saben a lo que me refiero”, continuó Trump. “¿Verdad? Ya saben a lo que me refiero”. Sus seguidores blancos lo sabían.
Las elecciones del 2020 serán las primeras en décadas en las que el Comité Nacional Republicano no estará limitado por una orden judicial de la era Reagan que prohíba medidas de “seguridad de las votaciones” para intimidar a los votantes no blancos.
El Comité Nacional Demócrata ha demandado para detener la intimidación, después de que los republicanos desplegaran policías fuera de servicio con brazaletes de “Equipo nacional de seguridad de las votaciones” en los puestos de votación de Nueva Jersey. Algunos de estos vigilantes estaban visiblemente armados.
De acuerdo con una grabación filtrada de un funcionario de campaña de Trump, el presidente está totalmente a favor del “fraude electoral” este año. “Tenemos a un tipo comprometido con esto, que puede desviar la atención de los medios”, dijo el alto asesor de la campaña de Trump Justin Clark en noviembre pasado durante una reunión de la Asociación Nacional de Abogados Republicanos en Madison, Wisconsin. “Empecemos a jugar un poco a la ofensiva. Eso es lo que van a ver en el 2020. Va a ser un programa mucho más grande, mucho más agresivo, mucho mejor financiado”.
El programa se basa en el talento de Trump para “elevar el perfil de los asuntos que surgen”, en palabras de Clark. Si los eufemismos jurídicos no son su lengua materna, esta es la traducción: Trump fomentará la histeria sobre el fraude electoral —"los asuntos que surjan"— para justificar las tácticas de supresión del Partido Republicano, alias “el programa”.
Trump hizo aseveraciones ridículas de fraude después de su victoria del 2016. Esta semana, Trump aseguró falsamente en New Hampshire que perdió el estado en el 2016 debido al fraude. Con seguridad gritará “fraude” si pierde en noviembre. ¿Y luego?
Hasen considera otros escenarios potenciales de pesadilla, como un corte de energía en un estado demócrata el día de las elecciones, a fin de sabotear la votación demócrata. “Más allá de toda la preocupación de los demócratas de que Trump no reconozca una derrota en unas elecciones cerradas si puede lanzar acusaciones de fraude sin fundamento”, escribe Hasen, “¿qué harán los demócratas si se encuentran del lado perdedor de unas elecciones cerradas que puedan señalar con credibilidad como marcadas por esfuerzos de supresión de los votantes?”
La decisión en ese caso sería aceptar que las elecciones fueron robadas y aceptar el ataque directo de Trump a la democracia y al estado de derecho, o sumergir a la nación en una guerra civil electoral sin un objetivo claro. La última estación de cualquier proceso jurídico es una Corte Suprema muy favorable a Trump.
Pese a los esfuerzos de los republicanos por obstruir la legislación sobre la seguridad de las elecciones, las autoridades electorales estadounidenses pueden tomar varias medidas para proteger las elecciones del 2020 de la interferencia extranjera; muchas lo han hecho. Las compañías de redes sociales, si aceptan su responsabilidad con la cultura democrática que ayuda a nutrirlas, podrían limitar los “bots” rusos y contener la propaganda.
Proteger la democracia estadounidense de Trump mismo es, sin embargo, una tarea mucho más exigente. Se necesitará que unos medios determinados se enfrenten al desafío autoritarista que hasta ahora no han logrado reconocer. Se necesitará un electorado vigilante, consciente de su propia imaginación democrática, preparado para tomar acciones públicas no solo el día de las elecciones, sino después. Y puede que se necesite una buena cantidad de suerte. EE.UU. solía tener mucha. Esperemos que no se haya acabado.
(Descargo de responsabilidad: Michael Bloomberg, el fundador y propietario mayoritario de Bloomberg LP, la compañía matriz de Bloomberg News, está buscando la nominación presidencial demócrata)