Por Peter R. Orszag
Como si las 300,000 muertes en Estados Unidos a causa del COVID-19 no fueran lo suficientemente horribles, considere cuántas personas más han muerto por los efectos indirectos de la pandemia.
La evidencia de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) sugiere que la mortalidad por razones diferentes al coronavirus es más alta de lo esperado en el 2020. La mayoría de las muertes en exceso está relacionada con la salud, pero se extienden hasta los accidentes automovilísticos.
Un análisis reciente basado en los datos de los CDC muestra que 40,000 estadounidenses más de lo esperado murieron este año por diabetes, alzhéimer, presión arterial alta y neumonía. Algunas de estas muertes pueden haber sido causadas por el virus y haberse registrado de manera incorrecta.
Pero una gran parte puede reflejar el efecto que tiene que las personas hayan recibido menos atención médica. Las atenciones no relacionadas con el COVID disminuyeron a medida que los mandatos del Gobierno impidieron los procedimientos discrecionales y que los pacientes se volvían temerosos de contagiarse en los hospitales.
Si no haber recibido atención médica debido al COVID está teniendo consecuencias adversas para la salud de la población, sería justo considerarlas como costos indirectos de la pandemia. La evidencia ha sugerido durante mucho tiempo que el sistema de salud de Estados Unidos sufre de ineficiencias sustanciales, por lo que la cantidad de atenciones médicas podría reducirse sin empeorar la salud de los estadounidenses.
Pero el tipo de atención médica que las personas dejaron de recibir durante la pandemia puede ser del que no se puede reducir sin hacer daño. El exceso de mortalidad infortunadamente sugiere que ha habido muy poca atención médica no relacionadas con el COVID este año. Se necesita un análisis más cuidadoso para determinar qué parte de la mortalidad se debe al COVID propiamente tal, en lugar de a una reducción en otros servicios de salud, pero, de cualquier manera, la pandemia es la culpable.
Quizás lo más sorprendente son los datos de muertes relacionadas con vehículos motorizados. Durante décadas, las muertes por accidentes relacionados con la distancia recorrida han disminuido drásticamente. Hace 50 años, EE.UU. registró 5.3 muertes por cada 100 millones de millas recorridas.
Para el 2019, esa tasa había caído a menos de 1.1. Múltiples factores contribuyeron a la disminución, incluida una reducción en la conducción en estado de ebriedad, menos conductores adolescentes, automóviles más seguros y un mayor uso del cinturón de seguridad.
En el segundo trimestre del 2020, sin embargo, la tasa de mortalidad relacionada con vehículos motorizados aumentó repentinamente a 1.4 por cada 100 millones de millas recorridas. La Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA, por sus siglas en inglés) llegó a la conclusión de que el aumento de marzo a junio del 2020 se debió principalmente a los efectos de las medidas de permanencia en el hogar relacionadas con la pandemia.
No tengo idea cómo la NHTSA ya puede concluir que las medidas de confinamiento en los hogares explican el aumento de la mortalidad. Algunos datos de fondo serían útiles aquí, incluso si la combinación de millas recorridas cambió entre automóviles y motocicletas.
La tasa de mortalidad de motocicletas es más de 20 veces mayor que la de los automóviles, por lo que incluso cambios leves en la proporción de millas recorridas por tipo de vehículos atribuidos a cada uno podrían causar una variación considerable en las cifras generales. Pero suponiendo que la NHTSA tuviera una buena razón para llegar a su conclusión, es otra ilustración del impacto indirecto mortal de la pandemia.
Tomando todo esto en conjunto, parece bastante probable que el 2020 sea otro año en el que la esperanza de vida promedio en EE.UU. disminuya, tal vez de forma significativa. Una estimación sugiere que el COVID podría reducir la esperanza de vida al nacer en un año completo, un efecto enorme.
Con posibles muertes adicionales causadas por la falta de atención médica y quizás por accidentes de tráfico, los costos indirectos de la pandemia se vuelven enormes. Y es probable que la mortalidad adicional recaiga principalmente en los estadounidenses de origen africano y latino, lo que exacerba aún más las preocupaciones sobre los gradientes raciales y socioeconómicos en la esperanza de vida.
Durante los próximos años, la Administración del presidente electo, Joe Biden, deberá realizar una amplia variedad de inversiones en infraestructura de salud pública de EE.UU. Una vez que termine la pandemia, será posible realizar un mejor recuento de sus devastadores efectos directos e indirectos en la mortalidad. Pero por lo que ya sabemos, está claro que inversiones sustanciales para mejorar la salud pública serán dinero bien gastado.