En sus primeros ocho meses como jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley cultivó cuidadosamente una imagen discreta en público. Sabía que con la ostentación y el descaro difícilmente se haría querer por su jefe, el presidente Donald Trump. Entonces sucedió “la caminata”.
Vestido con uniforme de combate, Milley formó parte del séquito de Trump al cruzar el parque Lafayette el 1 de junio para que el presidente posara frente a una iglesia con una Biblia en la mano. Las críticas no se hicieron esperar: el oficial militar de mayor graduación de la nación hacía el papel de peón político. El jueves, por fin habló.
“Fue un error”, dijo. Tres palabras sencillas que proyectaron al adusto general en el candelero. Algo que tal vez no le guste a un presidente que detesta cualquier insinuación de una crítica a sus eventos coreografiados, sobre todo cuando proviene de un subordinado.
Estas palabras recibieron elogios de algunos congresistas, entre ellos el senador Lindsey Graham, un firme aliado de Trump, pero se sumaron a las tensiones crecientes entre el Pentágono y la Casa Blanca. Esa tensión irrumpió en el escenario político la semana pasada, cuando el secretario de Defensa, Mark Esper, se opuso públicamente a la intención de Trump de reprimir las protestas con efectivos militares.
La admisión pública del error refleja su compromiso con un principio profundamente arraigado en la tradición militar estadounidense: los militares son apolíticos, juran defender la Constitución, no a un presidente. Se supone que los civiles controlan a los militares, pero no para beneficio político propio.
Ese compromiso quedó en duda después de la caminata. La senadora demócrata Tammy Duckworth, veterana de la guerra de Irak, dijo que ver a Milley y Esper “caminar como perritos falderos” detrás de Trump envía “un mensaje aterrador a nuestros soldados —incluidos los soldados negros y morenos—, de que los jefes militares no los protegerán de las órdenes ilegales”.
Militares retirados también hicieron oír sus voces, aunque sin mencionar a Milley por su nombre. James Mattis, el exgeneral de Marines y primer secretario de Defensa de Trump, dijo que fue “una foto extravagante del comandante en jefe electo con los jefes militares a su lado”.